Táchira es un camino que nunca
termina, siempre tiene un destino nuevo y una hondonada donde su gente retoña
con savia cada vez más fuerte y hermosa. Recorrer estas tierras es siempre una
ventura, devenida ahora en aventura gracias al abandono inmerecido de su red
vial, y las peripecias que deben realizarse para poder conseguir combustible
y llegar a sus mil rincones, uno más
hermoso que el otro.
Cuando desde el norte, o llamada zona
baja, de este estado se sale desde La
Fría hacia La
Grita , una vez que se supera Seboruco, a mano derecha se ve
un letrero que con timidez anuncia: El Cobre. Son 13,5 kilómetros
empinados y de mil giros, que se recorren paso a poco –como gusta de decir al
ilustre taribero José Humberto Márquez– en media hora.
El tránsito de esta población por la
historiografía occidental se asegura
comenzó el 24 de agosto de 1558 cuando estos territorios fueron descubiertos
por el capitán Juan Rodríguez Suárez, en este sitio se asentaba la comunidad
indígena de nombre El Acabuco. En tiempos coloniales se le conoció como San
Bartolomé de El Cobre. Recurro de nuevo al autor colombiano Isidoro Laverde Amaya, quien en su libro Un viaje a Venezuela, publicado en
Bogotá en 1889 informa: “Le viene á este pueblo su nombre de las abundantes
minas de cobre que en él existen, pero oficialmente se le ha bautizado ahora con
el de Vargas, en homenaje al sabio médico venezolano que llevó ese apellido, y con
ocasión del centenario que en su honor se celebró.”
Les transcribo otros párrafos de
Laverde y su visión de esta población a finales del siglos XIX: “A las doce del día siguiente nos encontrábamos en
El Cobre, pueblo cuya situacion, en el declive oriental del páramo Zumbador,
rodeado de cerros y con número reducidísimo de casas, nos recordó el de Tona en
el antiguo Estado de Santander (Colombia). Sólo dos horas y media durámos en el
lugar, mientras nos hicieron de almorzar en la posada y las mulas arrancaban
con empeño la yerba que cubría el suelo de la plaza. Fijándonos en los pocos
habitantes que circulaban por la calle, nos llamó la atención la elevada estatura
de los hombres, observación que también trae el distinguido Sr, D. José Gregorio
Villafañe en las notas geográficas y estadísticas sobre el Táchira, que publicó
como ofrenda literaria en el Centenario de Bolívar. Ignórase la fecha de su
fundación, y sorprende que á pesar de que en sus campos pudieran cultivarse,
con ventaja, las papas, el trigo y la cebada, sea tan limitado el número de sus
habitantes y tan escasa la producción de estos artículos. La temperatura es
fría pero agradable. Su altura de 1,790 metros , según W. Sievers. La tienda en que
mayor venta de guarapo hacen los domingos lleva el nombre de Mano Justo, lo que anoté en la cartera
por la circunstancia especial de que en las demás poblaciones las tiendas no tienen
nombres, como si fuera patrimonio de la tierra fría la tendencía á bautizar las
ventas en que expenden licor con nombres sonoros u originales. Para llegar al
Cobre se pasa el páramo Zumbador que tiene 2,758 metros de altura
sobre el nivel del mar, parecido al de Choachí y hay que vadear una quebrada lo
menos cuarenta veces.”
Otro autor
colombiano que he citado en oportunidad anterior ha sido el general Pedro Sicard Briceño, quien publicó
en 1922 Geografía Militar de Colombia,
en dicha obra el autor asentó: “San Bartolomé del Cobre, hoy Vargas.
Esta región está poblada por una raza esbelta, fuerte y hermosa que demuestra
ser descendiente de españoles.(…) Vargas. Está situada en la vertiente Oriental
del páramo Zumbador, a más de 2000 metros sobre el nivel del mar, con
temperatura fría, dos hermosos templos, dos plazas y produce abundantes frutos
de la tierra fría.”
Sus
calles empinadas fueron descritas acertadamente por Pedro Pablo Paredes en Pueblos del Táchira, allí se lee: “El
declivio de El Cobre no puede ser más violento. Nos fuerza, si bajamos, a
cuidarnos de un eventual resbalón. Nos obliga, si subimos, a llegar a la meta
con irreprimible acezo. Pero, con todo y eso, recorremos el pueblo de punta a
punta.”
No
hay otra manera de recorrer a El Cobre sino es así como lo dice Paredes, sus
calles y sus habitantes van invitando a recorrerlo. Los gestos cordiales son
inacabables, desde dejar el vehículo guardado en un estacionamiento cerrado “y
no se preocupe, luego viene y me toca que le abro, y así no se tiene que
preocupar de donde se va a tener que estacionar”, hasta el joven farmacéutico del
pueblo que atiende con gentileza y paciencia tanto a sus paisanos como a los
visitantes.
Su
pequeñez geográfica acuna joyas arquitectónicas como la Ermita del Carmen que se
construyó inicialmente en 1855, pero que al sufrir graves daños fue reconstruida
en 1885 por instrucciones del obispo Román Lovera. Allí está frente a la plaza Vargas…
y es considerada uno de los monumentos históricos más valiosos del siglo XIX en
el estado Táchira.
Su
plaza Bolívar, con un héroe cuyas piernas escasamente proporcionadas lo hacen
ver rechoncho, frente al templo principal, es el principal espacio comunitario
donde confluyen todos a cualquier hora. Por sus laterales una paisana pasa
valija en mano, quien sabe si va a buscar sueños o a llevarlos por las orillas
escarpadas de los páramos que esta gente domesticó con tu tesón años ha. El
Cobre es un espejo en miniatura de lo que es Venezuela entera: un espacio donde
esfuerzo y dedicación –pese a lo que llevan años pregonando muchos maldicientes–
se juntan para empinarse sobre los problemas y sembrar de soluciones los caminos.
© Alfredo Cedeño
7 comentarios:
Te felicito, hermosas fotos e instructivo. Deberías hacer un libro de tus blogs...Dalila
Lo mejor....
Buen día y buen domingo. Gracias por estas imágenes de uno de los pueblos más bonitos de Venezuela. En Venezuela hay pueblos hermosos y los hay bellos, pero los andinos son bonitos y limpios. Conocí El Cobre en 1953 cuando pasé por primera vez por la transandina camino de Táriba. Lo visité luego otras veces bajando de El Zumbador. Como siempre, has captado toda la belleza y todo el carácter de este pueblo en paisajes, arquitectura y personas. Gracias. Un abrazo.
Alejandro Moreno
Los Recuedos fluyen al leerte, la hospitalidad y amabilidad de nuestra linda gente Andina cosa que nos caracteriza; que a los Cobrences le sobra en atención, hospitalidad, y cariño; para que vuelva quien le visita y no olvide. Además de agradable clima, que invita a abrazar al que tememos al lado, el paisaje tan hermoso, sus flores, hortalizasy frutos. Gracias por acercarme a mi gente a través de tu hermoso trabajo Fotos, historia y recorrido. Hilda Pérez.
hermoso!!!
Maria Grazia Mina
Me encanta como a través de tus textos deshojas lo hermoso q tiene cada rincón de mi pais, al leerte tránsito cada una de sus calles y alimentas mi visión con todas tus fotos hermosas tan llenas de vida. Un abrazo eres especial.
Qué curioso pueblito, lleno de colores y con gente que camina. Hermoso
Ana Matute
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