Cada día es más
frecuente el lloriqueo de los miembros de la élite roja ante los
"escraches" a que son sometidos sus familiares y ellos
mismos en diferentes ocasiones tanto en lugares públicos como en
locaciones extraterritoriales. Las redes sociales, unas veces
ensalzadas, otras satanizadas, han suministrado abundantes
testimonios de tales expresiones ciudadanas. Entre las más
divulgadas recuerdo ahora la de la hija del jefe de delegación
dialogante en la cuna de la bachata, quien fue encarada en las calles
de una localidad australiana.
Así
como a la hija del psiquiatra, ahora ensalzado como el "más
culto del régimen", pero no menos cínico ni alevoso, también
han pasado por tales sofocos el propio padre de la mencionada
criatura. A él le tocó en las calles de México. Otro que recibió
su ración de rechazo fue el grandilocuente y no menos vil Roy
Chaderton en las calles de Madrid; igual le tocó al ahora expulsado
Mario Isea. También en España, Barcelona, le tocó a Maripili
Hernández. En Suiza al embajador venezolano le dieron su ración en
un supermercado. El ex hombre fuerte del petróleo y ahora
estigmatizado por los propios chavistas, el dojo-dojito Rafael
Ramirez, fue encarado en un exclusivo restaurante de carnes en
territorio norteamericano. Y no son los únicos que han recibido
dicho tratamiento.
Tales métodos no son
exclusivos fuera de las fronteras. Varios años atrás el galán
Roque Valero lo vivió en un centro comercial de Los Naranjos.
Igualmente vimos las imágenes de una rectora electoral en una
carnicería, de las de verdad no comicial de esas que a ella y sus
colegas les encanta llevar a cabo, ser confrontada por un grupo de
amas de casa. La verdad es que en el territorio nacional es poco
probable que tales manifestaciones se puedan llevar a cabo por que
desde el más humilde funcionario maduro-chavista se desplaza con una
horda de malandros empoderados como escoltas quienes agreden
desproporcionadamente a quien ose decir siquiera ñé en los
alrededores del personaje de turno.
No han faltado quienes
han condenado dichas acciones por considerarlas poco edificantes y
condenan fervorosos el acoso personal al que son sometidos
funcionarios y familiares. ¿Hay proporción entre la violencia
organizada que se ha ejercido a lo largo de estos años contra todo
el país y los gritos que se le den a esta horda de zánganos que
ahora pretenden vivir como príncipes sauditas con lo robado en
Venezuela? ¿Hay acaso simetría entre el lanzamiento de un bazukazo
contra el refugio de Oscar Pérez y las informaciones de las andanzas
dadas a conocer por la plataforma digital sobre la fauna roja?
Aunque parezca mentira,
sobran de este lado del escenario quienes defienden a las "pobres
víctimas de la intolerancia". ¿Tenemos que seguir poniendo las
mejillas y nuestras humanidades para que prosigan saciando su sadismo
la tropa de malvivientes? ¿Frente a la violencia estoicismo?
© Alfredo Cedeño
2 comentarios:
Como siempre, muy adecuado y muy bueno tu artículo. no rechazo los "escraches" porque me parece que los chavistas de cada caso se lo merecen y al fin y al cabo no se ejerce sobre ellos la violencia asesina que ellos protegen y promocionan. Lo de Rodrígez como el más erudito o culto del régimen es un elogio como si se dijera que es el mejor de los ignorantes. Un fuerte abrazo.
Alejandro Moreno
Hola,
Muy buenos días, desde la clandestinidad en Caracas.
Maravilloso artículo el de la Intolerancia desarmada, quizá los enemigos de tal práctica saludarán efusivamente a Gabriela Chávez cuando se la encuentren cargada de paquetes saliendo de un Mall en Nueva York, y alguno hasta le haga el favor de pedirle un taxi !!! ¿ Qué dirían los isralies si a poco de fundado el Estado de Israel, se toparan en Tel-Aviv o en Haifa a un ayudante de Adolf Eichman, o un judío viendo en una playa argentina al doctor Mengele? ¿ Acaso le dirían shalom ?
Le felicito cordialmente, quizá se olvidó de nombrar los casi 500 presos políticos que gimen en las más feas mazmorras chavista-madurista, y son allí objeto de toda clase de torturas y castigos por oponerse a esta maravillosa dictadura.
Atentamente,
José Tomás ESTEVES ARRIA
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