Suelen
haber pronósticos que yerran de manera rotunda y otros que dan de pleno en el
blanco. Las labores de augures no suelen ser consistentes, pese a los intentos
que las ciencias sociales llevan años tratando de lograr a través de los
mecanismos demoscópicos. Hay algunas
contorsiones que en un momento u otro pueden dar algunas señales que, de ser
interpretadas correctamente, pueden acercarse a una interpretación bastante acertada
a los resultados finales.
Por ejemplo,
era obvio que un sátrapa como Daniel Ortega repetiría al calco su aferramiento
al ejercicio presidencial. ¡Cómo le gusta el poder a los zarrapastrosos! Es
ahora, cuando junto a su muy celestina esposa, quien llegó al punto de callar
ante los abusos sexuales contra su propia hija por parte del ex comandante, que
muchos descubren el agua tibia y claman contra el dictador Ortega. ¿Recuerdan
al expresidente Herrera Campins y su tarde piaste pajarito?
Donde
todos los pronósticos fallaron fue en el caso del presidente ecuatoriano, Lenin
Moreno. Lenin Boltaire dejó con los crespos hechos a propios y extraños, muchos
garantizaban que sería una continuación de su predecesor, el muy rojito Rafael
Correa, y muchos vieron en su desafortunada condición física, secuelas de un
atraco en 1998, una subordinación que él muy pronto desmintió a través de su
ejercicio del gobierno.
También se malograron las predicciones en el caso
del, ahora Nobel de la Paz, presidente de Colombia Juan Manuel Santos. Él llegó
a la Casa de Nariño montado sobre los hombros de Álvaro Uribe, de quien fue su
eficaz ministro de defensa. Uno de sus éxitos más pregonados en su momento fue
la autorización del operativo del ejército colombiano que dio muerte al
guerrillero Raúl Reyes en territorio ecuatoriano. No pocos cruces verbales hubo
en sus tiempos ministeriales con Chávez y su combo. Todo hacía creer que sería
una piedra en el zapato al proyecto chavista, pero –¡Oh sorpresa!–, el señor
terminó de manos enlazadas con sus vecinos y fue así como en 2011, antes que
entregar a la DEA estadounidense al narcotraficante Walid Makled, lo cedió al
gobierno venezolano. Lo mismo hizo con el activista Lorent Saleh, a quien el
pasado año el Parlamento Europeo le concedió el Premio Sájarov para la Libertad
de Conciencia, que languidece en las mazmorras de la dictadura madurista.
La
lista es inmensa. Por los momentos la cierro con el reciente triunfo en tierras
mexicanas del muy agitado Manuel López Obrador. Todos insisten en señalarle
como émulo de Chávez-Castro-Maduro-Ortega. Ojalá sea un eco de Moreno y que
todas las previsiones fallen, el pueblo de la Guadalupe y Juan Diego, de Quetzalcóatl, de Olmecas y Toltecas, de sor
Juana Inés de la Cruz y Juan Ruiz de Alarcón, de Julieta Venegas y Maná, de
Carlos Fuentes y Octavio Paz lo merecen. Ya no caben más penas en nuestro
continente.
© Alfredo Cedeño
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