La moral suele
ser de plastilina, cada cual la trata de acoplar a su real saber y
conveniencias. A veces tratan de convertir dicha masa en una cincha de acero
que nos aherroje con implacable verticalidad. ¡Y ay de aquel que trate de
asomar crítica alguna! Es una usanza que se ha extendido de manera transversal
en nuestro día a día. Ocurre en las empresas, en las iglesias, en las
universidades, en la política, en la familia, en todo; son contadas las
ocasiones en las que vemos cuando se establece dicho código de conducta sobre
la base de un consenso total. Una rara avis de escasos vuelos en nuestros
días. Y no es patrimonio vernáculo del
venezolano, es una práctica corriente y moliente en el orbe entero para imponer
modelos de censura, esa vigorosa hija de la ignorancia.
Facebook, a
manera de ejemplo de lo que expreso, es implacable en sus políticas
relacionadas al desnudo. No hace mucho hicieron un ridículo monumental cuando
calificaron de "peligrosamente pornográfica" la imagen de la Venus de Willendorf, figura de unos
30.000 años, de 11 centímetros de alto… Pero no crean que fue la única vez,
recientemente los museos belgas armaron su buen alboroto cuando los censores de
Zuckerberg arremetieron contra las obras de Peter Paul Rubens. Tetas nones,
insinuaciones propias de varios siglos atrás menos, ni hablar de algún contoneo
como el de Las Tres Gracias. Rubens no
tuvo la exclusiva, La Libertad guiando al
pueblo, pintado por Delacroix en 1830, también salió en volandas del
omnipoderoso portal porque Marianne no podía estar enseñando sus pezones.
Lo curioso de esa
página web es que es un conocido centro de difusión para redes terroristas,
para saboteo de elecciones, para manipular a sus usuarios, y paremos de contar
porque al respecto hay suficientes datos en la propia Internet que avalan lo
que escribo hoy. Digamos que una moral victoriana se nos impone en términos de
arte, de creación, de libertad; pero se hace postmoderna en lo que a
embatolados ortodoxos se refiere. Cualquier ignaro destruye los patrimonios de
Palmira, Nínive y Hatra para luego exhibirlo en diversos post y en aras de la
libertad de vaya a saber Dios qué carajos se divulga hasta la saciedad. Y por
ahí sigue un carrete de cosas relacionadas que parece no tener fin. Mientras
tanto, y de manera muy eficaz, toda voz disidente es opacada al máximo.
No hablemos de lo
que significa cualquier impertinencia de esos bárbaros de hoy que se jactan de
ser "de izquierdas". En América tenemos a Maduro, Ortega, Lula,
Morales, Castro y demás cotorras de similar plumaje; es España, que no podía
ser menos que los sudacas, tienen al pelucas Iglesias y su combo, con Monedero
de comparsa y amplios bolsillos que se llenaron desde las dictaduras venezolana
e iraní. Para todos ellos la represión no existe en los países que sufren los
desmanes de gobiernos vesánicos, sólo hay intentos del "imperialismo"
para "desestabilizar y atentar contra la autodeterminación de los
pueblos".
Es la misma
actitud que hoy asumen muchos que ayer regalaban sus posaderas por aparecer en
los diarios venezolanos. Recuerdo mi paso como reportero gráfico por el
Congreso Nacional y luego devenido en Asamblea Nacional, eran tiempos en los
que habían tres grandes medios, pero primus
inter pares era El Nacional. No
había uno solo, ni uno, de sus honorables diputados que no le hiciera ojitos al
redactor y al reportero gráfico de dicho diario. No había, tampoco, un solo
intelectualoso que no vendiera a su madre por ser reseñado en las páginas del
periódico de Miguel Otero. Hoy todos ellos voltean hacia Marigüitar, cuando no
celebran, el cierre de la edición impresa. Fue una pelea de tigre contra
Platero. Me encargaré de recordárselos
cuando nuestro periódico vuelva a las calles, y, como siempre, nuestras páginas
estarán abiertas para ellos porque esta no es casa de censura.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Buena defensa de El Nacional. La moral es una pero cada cual que tiene intereses inmorales se sirve de ella. Feliz Navidad, mi amigo. Un abrazote.
Alejandro Moreno
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