Nos robaron abril y pretenden que
paguemos indemnización. Se han volado todas las normas, convenciones y
conveniencias con gestos rapaces mientras insisten en que seamos meros peleles.
Fuimos criados y formados con espíritu ciudadano; se nos inoculó que las leyes,
y su observancia, nos salvaban de nosotros mismos y nuestros instintos
cainescos. Si te saltas los límites de
velocidad en cualquier vía pública sabes que, si te agarran, te ganaste una
multa y demás sanciones a las que hubiera lugar. Y así crecimos. Robas, vas
preso; asesinas, al calabozo, juicio y cárcel; perjurias, te llevan al juez,
multa y/o calabozo; la lista de agravios y las consiguientes penas es
sempiterna.
A ver si usted me puede ayudar. Si
somos –usted y yo– anónimos ciudadanos, paisanos sin mayor pretensión que la de
estar en paz, que cumplimos, en la medida de lo posible, con las leyes, las
acatamos, nos atenemos a las consecuencias de no respetarlas, y así
sucesivamente, ¿a santo de qué hay una cofradía de malandrines, con muchas hembras
entre ellos, bien hablados, mal portados y pocas veces bien vestidos, que hacen
lo que se les antoja con las leyes, y pretenden no ser sancionados por tales
violaciones a las normas que nos amparan de nosotros mismos? Se roban hasta los
clavos de la cruz pero hay que voltear a ver para El Tocuyo porque son
políticos, le quitan las pensiones a los abuelos pero hay que callar porque no
es correcto hacerle el juego a los enemigos del juego democrático, se reparten
entre sus empresas los presupuestos de las obras que nos benefician a todos
pero no se puede escribir o decir porque eso atenta contra la estabilidad de
las instituciones, ponen a sus amigotes a manejar los fondos de ayuda a los
menesterosos y poco importa que los malversen
y cuidado si exigimos sanciones porque ello iría en contra del diálogo
que debe imperar para resolver nuestras diferencias.
El cinismo con que se desempeña la
casta política es de órdago. Uno tiene que cumplir con la ley a pie juntillas y
ellos no, si incumplo pago las consecuencias de mi falla, ¿por qué quienes
desfalcan a un país y las esperanzas de su gente se les debe condonar y
premiar? ¡Ay las castas! Ellos no cesan de jugar a los personajes de El Gatopardo, donde Giuseppe Tomasi di
Lampedusa acuñó la legendaria frase: “Si queremos que todo siga como está, es
preciso que todo cambie. ¿Me explico?” Van dando tumbos y saltos sobre nuestras
espaldas, mientras exigen que no nos movamos porque son ellos quienes saben qué
nos conviene. Sus feligreses, que si algo les sobran son chupacirios, claman
pidiéndonos sumisa oración. Aquellos que pretenden presumir de sus blasones
culturales, culturita general o elevada sensibilidad se dedican a tararear la
canción del bronco Joaquín Sabina: “Quién me ha robado el mes de abril / Cómo
pudo sucederme a mí / Quién me ha robado el mes de abril / Lo guardaba en el
cajón / Donde guardo el corazón.” Menos
abundantes son, pero también los hay, lo que elevan sus listones y entonces
recitan: “Abril es el mes más cruel”, el mero comienzo del poema La tierra baldía de Thomas Stearns Eliot,
pieza que dedicara al gran poeta maldito Ezra Pound. Creo que muchos no han siquiera leído los
primeros cuatro versos: “Abril es el mes más cruel: engendra / lilas de la
tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces con
lluvias primaverales.”
Estoy
seguro de que su “cultura” no les ha permitido llegar más abajo a los
proféticos versos de Eliot: (ven a cobijarte bajo la sombra de esta roca roja),
/ y te enseñaré algo que no es / ni la sombra tuya que te sigue por la mañana /
ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro; / te mostraré el miedo en un
puñado de polvo.” Mientras tanto, y como por no dejar, los magnos dirigentes
mantienen su rumbo torcido hacia un barranco del que no quieren oír hablar.
Timoneles ensoberbecidos en su propia incapacidad que navegan hacia el
naufragio, pero con los botes salvavidas a su exclusivo alcance. Escribo mientras oigo a Luis Alberto Spinetta
y Los socios del desierto, tal vez él me oye desde sus cenizas regadas en Río
de la Plata y me responde entre acordes de su guitarra con voz de profeta
traspapelado: “Todo lo mira la luna de abril / Ella sigue las olas que se
tienen que ir.”
© Alfredo Cedeño
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