Donde
África se proyecta hacia el oeste, que se le forma una amplia barriga de
tesoros inescrutables están Mauritania y Senegal. A 630 kilómetros de sus
orillas, océano adentro, hay un rosario
de quince islas de origen volcánico, que en el siglo XV fueron colonizadas por
el reino de Portugal. El contraste de la feraz vegetación que por siglos se
había ido desarrollando entre las negras rocas hizo que los conquistadores
lusos las bautizaran como O Cabo Verde. Su posición, al igual que la de la isla
de Arguin, en camino a las entonces recién descubiertas tierras americanas, le
puso en lugar privilegiado cuando comenzó el tráfico de esclavos negros.
No sobra recordar que, junto a las
cacerías organizadas por los tratantes de esclavos, muchos de los hombres negros libres eran
capturados en medio de guerras tribales y sus propios compañeros de raza los
vendían a comerciantes árabes y a los traficantes negreros. Cuatro siglos más
tarde, en una de las islas, en San Vicente, el miércoles 27 de agosto de 1941
nació Cesária Évora. Fue hija de una cocinera con siete hijos y de un padre que
falleció cuando ella tenía siete años. Años más tarde, a los dieciséis, la que
sería inmortalizada cuando casi pisaba la cincuentena, empezó a cantar en los
bares de Mindelo, su ciudad natal. Los
altibajos en su vida fueron tan conmovedores como su voz, propia de una
garganta negra prodigiosa.
Años de silencio, años de escenarios
mugrientos, pero siempre su voz y como gesto de solidaridad con los más pobres
de su país, de los que nunca dejó de sentirse parte, cantaba descalza en cada
actuación. Sería en 1988, cuando tenía 47, que un fanático de ella la convence
para ir a París, donde terminó grabando el disco La diva aux pieds nus –La diva de los pies descalzos. Y la fama la
abrazó. Su voz preñada de dulzura y melancolía la llevó al lugar que merecía.
¿Quién no se ha bamboleado al compás de sus discos Mar Azul, Miss Perfumado,
Cabo Verde o Café Atlántico? Sangue De Beirona, Paraiso do Atlantico, Bésame
mucho, Sodade, y de ahí hasta la eternidad son solo una muestra de cómo una voz
le ganó a la miseria una lucha en la que se jugó todo más de una vez.
Ese archipiélago ha sido noticia en
estos días, en una de sus islas, la que está más cerca de la tierra firme
africana, Sal, un hijo de la miseria de Barranquilla, Colombia, fue atrapado
por la policía caboverdiana a bordo de un avión privado. Alex Saab, hijo de un
libanés que migró a la citada ciudad
colombiana, fue un modesto vendedor de llaveros en su ciudad natal, y
que a los 47 años es un potentado con contratos multimillonarios con el
gobierno venezolano. Sus nexos con la plaga roja venezolana han sido
documentados de manera extensa por numerosos trabajos de investigación, que en
varios casos obligaron a los periodistas que los llevaron a cabo a exilarse por
las amenazas y acciones judiciales en su contra.
Hoy, a la misma edad en que Cesária
Évora comenzó su ascenso al cielo del amor de quienes admiramos su talento; su
Cabo Verde natal presencia la que puede ser la caída al infierno de un maromero
inescrupuloso que le vendió el alma a su paisano bigotudo. Qué carambolas tiene la vida…
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Alfredo:
La relación que estableces entre Cesária Évora y Alex Saab así como la fascinante historia de Cabo Verde en tiempos del tráfico de esclavos componen no solo uno de tus mas hermosos y conmovedores textos sino el verdadero matrimonio del cielo y la tierra que imaginó el viejo poeta inglés. Al escribir sobre Évola confiesas al mundo lo que realmente eres: un poeta que convierte las palabras en dulce armonía que, sin embargo, no esconden el estilete para herir al perverso enemigo.
¡Yo sigo admirándote!
Rodolfo Izaguirre
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