A
fines de la primera década de este siglo, por razones que no vienen al caso
sacar aquí a colación, estuve viviendo en el estado Trujillo. Fue un tiempo en
el que conocí a algunos miembros de la comunidad académica de la Universidad de
Los Andes, que ejercía en el núcleo
Rafael Rangel de la mencionada entidad federal. Había de todo, pero sobre todo
me llamó mucho la atención la opacidad con la que públicamente se abordaban
ciertas cosas. Por ejemplo, era famoso el caso de un profesor de manifiesta
debilidad por sus alumnas, sus colegas lo comentaban en cuchicheos por los
pasillos y oficinas, pero nunca se le sancionaba, o se solicitaba la toma de
medidas a conductas como esa. Por cierto ese mismo “profesor” se vio envuelto
en un caso de plagio de un aspirante a licenciado en teatro, de cuya tesis él
fue jurado. Tal como dije en esta misma
tribuna meses atrás, lo triste de esa
ocasión fue el tono de las declaraciones, en distintos medios de
comunicación de ese estado andino, de enjundiosos voceros dándose golpes de
pecho por la estatura moral del señalado, y tratando de descalificar al
“muchacho” que estaba exigiendo justicia. El cuchicheo entre los colegas del
plagiario eran de antología, pero el silencio comunicacional e institucional
fue demoledor.
Así
como este pícaro de tomo y lomo había gente de raigambre social cristiana que
se había dedicado a hacerle carantoñas a la literatura izquierdista para, así,
garantizar su ascenso en el escalafón. Conocí una de esas personas que hizo una
tesis doctoral de mucha enjundia respecto al tema, y cuando leí el material
publicado me sorprendí que al hacer referencia al Congreso Cultural de Cabimas,
lo reseñara como celebrado a fines de los años 70. En este punto quiero explicar a quienes no
sepan qué fue aquel emblemático evento del mundo creativo e intelectual
venezolano. El 4, 5 y 6 de septiembre de 1970 se llevó a cabo en la localidad
zuliana dicho encuentro, al cual acudieron millar y medio de creadores de todo
el país. La movilización fue en carros por puestos, autobuses, carros propios,
autobuses fletados para el viaje; el único hotel cabimense se saturó, y los
congresistas dormían en las salas de las casas de vecinos solidarios, en las
sedes de los sindicatos, donde fuera. El jolgorio creativo fue verdaderamente
antológico. La idea había sido de un grupo luminoso entre los que recuerdo a Salvador
Garmendia, Pedro Duno, Juan Calzadilla, Carlos Contramaestre, Héctor Malavé
Mata, Ramón Palomares, Luis Cipriano Rodríguez y Víctor Valera Mora. La
participación, en medio de una nutrida representación policial fue propia de
aquellos años de áspera represión. Hago esta breve digresión porque todo
aquel que ha estado en relación con el
universo cultural venezolano sabe claramente de esta fecha. Cuando a esta
persona le hice ver este error en la data asignada su respuesta fue: “¡Ay!, y
tanto que le pagué a Fulano para que me hiciera la revisión…” Ella no solo
había cometido el error, el tutor, el jurado y el que publicó luego el texto de
marras, no habían sido capaces de notar semejante detallito.
En
el seno de esa comunidad también conocí a un profesor, de estampa franciscana,
y de acendrada vocación por el comandante eterno. En particular me tocó en una
ocasión tolerar su sorna; fue cuando una profesora de la Universidad Nacional
Autónoma de México, preguntó en medio de una comida que se le ofrecía sobre el
proceso chavista ya que había visto algunas cosas que no le “cuadraban” de un
todo. No tengo que explicarles cómo comencé a explicarle a esta señora una
serie de cosas, mientras él y otro embigotado profesor retirado, que también
participaba del condumio, se iban encrespando. Cuando terminé mis explicaciones
ambos pretendieron descalificar mis argumentos con: “Todo eso no es más que una
manipulación mediática”. Como bien han de suponer de inmediato rebatí el que
fuera el mantra preferido del comandante rojito. Ese mismo profesor, aquel con el que inicié
este párrafo, era un hombre dedicado a exclusividad a sus labores docentes, al
igual que su esposa. Ellos habían aprovechado con habilidad las facilidades de
los distintos organismos de protección social de las instituciones educativas y
poseía un apartamento en su natal Maracaibo, otro en Mérida, un tercero en
Valera, y su casa en la propia ciudad de Trujillo. No les quiero contar lo enrabietado que ese
ilustre docente andaba en los días aquellos cuando Chávez anunció que todo
aquel que tuviera más de una casa tenía que entregar las otras al “pueblo
mesmo”. Su frase recurrente era: “No sé qué le está pasando a Chávez, alguien
no le está diciendo las cosas como son”.
Narro
estas peripecias de una comarca, como gusta de llamarla un querido poeta
falconiano, que es espejo de todo el país. Gente que ocupa posiciones para las
que deontológicamente no son idóneas, otros devenidos en exégetas y cronistas
de unos espacios que poco conocen en realidad, y aquellos que son de
inquebrantable apego a lo que consideran es la verdad, solo la verdad y nada
más que la verdad. Pero, a fin de cuentas todos sólo velan por sus intereses particulares.
¿Acaso hacen otra cosa los dirigentes de la Casta Política S.A.?
Mañana
empieza otro año, ojalá Dios se terminé de compadecer de Venezuela y nos
otorgue las herramientas y discernimiento suficiente para liberarnos de tirios
y troyanos. Ya hemos expiado suficiente nuestras faltas. Un 2021 libre para
todos nosotros, lo merecemos…
© Alfredo Cedeño
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