No he ocultado en ningún momento, menos lo haré ahora, mi profunda preocupación, cuando no hondo desprecio, por la casta política en general, y muy especialmente por la venezolana. Como bien han de suponer las recriminaciones, los reclamos, desplantes, así como menciones a mi difunta progenitora son copiosos por demás. Entre aquellos que me reclaman hay de todo, hay furibundos, energúmenos, pacifistas, motolitos, beatíficos, desmelenados, reitero: de todo. Hay ocasiones que me llega a conmover la candidez de algunos de ellos que siempre tienen argumentos para presumir de la buena fe de los politicus vernaculum bichus. Es común leer o escuchar en ellos cosas al estilo “Lo que pasa es que no se le puede pedir a Fulano, o a Mengano, o a Casiano que resuelva en dos meses lo que llevamos padeciendo veinte años”. Otra frase típica es algo así como: “Ellos han mantenido una actitud digna contra viento y marea y no podemos pretender que los procesos se agilicen más allá de lo que la prudencia aconseja.” Pero una de las que más estupor me causa es aquella de: “El régimen está contra las cuerdas. ¡Ahora si la política demostró su valor!”
¿Cómo
puede ser visto e interpretado ese bojote mal amarrado, peor hablado, e
impresentable, para abreviar las calificaciones, que apareció con gesto
altisonante en un acto de campaña en el estado Carabobo vociferando: “El que no
vota, no come. Para el que no vote, no hay comida. El que no vote, no come, se
le aplica una cuarentena ahí sin comer”? ¿Cómo entender las declaraciones del doblemente
ex candidato opositor a la BBC: “Soy creyente de la unidad del país. Pero la
oposición hoy no tiene un líder, no hay un liderazgo, nadie que sea un jefe. No
existe. Esto fue un capital político que se acumuló y se botó a la basura,
puros lugares comunes, discursos gastados”? ¿Cómo entender la proclamación a
diputados de esos pipotes de retruécanos y frases altisonantes que son Timoteo
Zambrano y Luis Parra?
Las
preguntas y reflexiones que los ciudadanos de a pie nos podemos hacer respecto
a esta “dirigencia” que padecemos son inacabables. Los que le aúpan, cuando no
callan alcahuetes, y celebran sus desbarres cada vez se envalentonan más.
Aquellos que se empeñan en no catarlos en su real estatura son capaces de parir
las justificaciones más inauditas para defender lo insostenible. Triste y doloroso momento el que vive el
país, cuya ciudadanía sigue buscando mil maneras de abandonar el infierno en
que se ha convertido, con el esfuerzo de rojos y no rojos. El desespero ha sido un verdugo sanguinario.
Los naufragios en Falcón y Sucre, con su tristísima cuota de niños, mujeres y
hombres, debiera ser una bofetada a la indolencia de la casta dirigente. Sin
embargo, eso es pedirles un estado de conciencia al que están imposibilitados
de llegar; para ello es necesaria una sensibilidad de la cual no pueden hacer
gala. Lo de ellos son elecciones,
diálogos y recursos que disponer a su real saber y entender.
© Alfredo Cedeño
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