Se estima que los fenicios comenzaron a establecerse como grupo social a comienzos del segundo milenio antes de Cristo. Las duras condiciones geográficas de su entorno y la riqueza de sus bosques les llevaron a desarrollarse como excelentes constructores de embarcaciones y, por ende, a ser excelsos navegantes. Ellos llegaron a ser los amos y señores del Mediterráneo, fueron pioneros en aquello de la talasocracia. Inicialmente, se autodenominaban canaaneos o hijos de Canaán, quien, según la Biblia, era nieto de Noé. lo cierto es que ellos eran llamados “los rojos” por los griegos, y se supone que tal apelativo se lo endilgaron gracias a los tintes púrpura que comerciaban; esa palabra de los hijos de Atenas era phoínikes, la cual derivó a fenicios. Ojo, para algunos investigadores el término en realidad es una derivación del etnónimo pōnīm, nombre dado a los oriundos de Pūt, así llamaban la región costera de Canaán, y muchos de sus nativos lo empleaban como gentilicio.
No voy ahora a saturarles con la
historia de los fenicios, pero si considero necesario precisar que aquellas
tierras cruzaron los siglos hasta que en
1943 se convirtieron en Líbano, lar natal del padre del hampón barranquillero
que en estos días permanece alojado en prisión preventiva en Cabo Verde. Alex
Saab, haciendo gala de sus ancestros, logró pasar de vender llaveros por las
calles de su ciudad natal a ser dueño de aviones, empresas, edificios,
constructoras, minas y cuanta cosa podamos imaginar, debe tener insomne desde
hace meses a la élite cleptócrata que sufre Venezuela. Ellos conocen como nadie al futuro huésped de
un calabozo estadounidense, saben de sus habilidades como vendedor, están
conscientes de su virtuosismo como mercader de todo aquello que pueda ser
objeto de una transacción para obtener pingües beneficios. A fin de cuentas,
los negocios suelen estar exentos de escrúpulos cuando de obtener ganancias se
trata. ¿Se pueden imaginar lo que significa velar por el bienestar propio? Es
el punto donde la lealtad comienza a gesticular cual sacristán borracho.
Y por aquello de que las cabras
echan al monte, y regresando a los griegos que bautizaron a los ancestros del
ahora embajador Saab como “los rojos”, ¿hay en estos tiempos unos más emblemáticos
que la élite cubana? Ellos han demostrado ser unos fenicios contemporáneos
insuperables. Han traficado con su “revolución” de manera impecable, la han
transformado en una marca que cuidado si ya no supera en valor a Coca Cola, y
con la anuencia, aplausos y vítores del mundo entero. Llegado aquí, es bueno
precisar cuál ha sido el valor, en términos morales, que la Cuba revolucionaria
ha inculcado a su ciudadanía. Usted es premiado si entrega a su madre, papá,
hijo, hermano, amiga, esposo, quien sea, por llevar a cabo actividades
contrarrevolucionarias; es decir la traición es premiada y exaltada, la lealtad
es una rémora pequeño burguesa que en nada contribuye a la construcción del
hombre nuevo.
Maduro y su combo sabe
perfectamente que están ante una horda de vividores de oficio para quienes la
única fidelidad es a ellos mismos. Saab y Cuba son pájaros de igual
plumaje. A los rojos rojitos los imagino
recordando aquella carta de Fidel a Carlos Andrés Pérez a raíz del intento de
golpe del 4 de febrero de 1992: “Estimado Carlos Andrés: Desde horas tempranas
del día de hoy cuando conocimos las primeras informaciones del pronunciamiento
militar que se está desarrollando, nos ha embargado una profunda preocupación
que empezó a disiparse al conocer de tus comparecencias por la radio y la
televisión y las noticias de que la situación comienza a estar bajo control. En
este momento amargo y crítico, recordamos con gratitud todo lo que has
contribuido al desarrollo de las relaciones bilaterales entre nuestros países y
tu sostenida posición de comprensión y respeto hacia Cuba. Confío en que las
dificultades sean superadas totalmente y se preserve el orden constitucional,
así como tu liderazgo al frente de los destinos de la hermana República de
Venezuela. Fraternalmente, Fidel Castro Ruz”
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Lo primero que se le ofrece al lector de tus magníficos textos son las oportunas fotografías que no sabemos cómo y dónde las obtienes. Pero ésta que opone un viejo modelo que resultaría moderno al contrastarlo con un transporte antiguo para hablar de los fenicios antiguos y los modernos de Cuba o de Venezuela es un poderoso artilugio bien ideado y manejado. Eso me obliga, una vez mas, a felicitarte y a envidiar tu inteligente sensibilidad con mucho amor.
Rodolfo Izaguirre
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