Los parques llenan, junto a los cuentos que me decía mi abuela paterna, los recuerdos más lindos de mi vida. Sin la presencia de unos no hubiera podido entender los otros. Una flor que veía abrirse me permitía ver a la princesa que salía del fondo del bosque; un caballo galopando por un cerro verde me dejaba hacer volar sobre las hojas de un estanque a un diminuto caracol que dejaba atras un rastro de plata donde el arcoiris llegaría luego a llenar su olla de riquezas.
Los cuentos de Elvira siguen -pese al cinismo que a veces me protege del día a día- blindando mi ternura, multiplicando mis asombros pese a lo lejano que ya me resulta el eco de su voz. Sin embargo, los parques siguen en muchos sitios -pese a la marea bárbara que pareciera querer acabar con todo- y siguen siendo mi refugio para seguir llenando mi vida de juegos en los que una flor recibe a un insecto para que los verdes vuelen... para que el misterio de la vida siga celebrando sus ritos de magia que se hace realidad.
6 comentarios:
Siempre he admirado tu sensibilidad.
Gurisito, ¡a volar verdes siempre!
Te quiero porque sí, con la cándida terquedad de los niños que escuchan, asombrados, a las Elviras del mundo.
Aplicando censura usted?!!! Que raro que elimine un comentario de su blog...
En la esquinita del verde que toca la brisa dentro del agua, quedó un trozo de mi beso. Dijiste que era aterciopelado, a mi como siempre me pareció que era ¿baboso? no lo recuerdo.
Quizas, quedó embrujado con los rosados de tu asombro. Quizas mi pedacito de beso ¿aterciopelado? esté allí esperándote. No lo sé. Quizás te espere. Para jugar.
Cierra los ojos y besa el bordecito del verde que toca la brisa del agua. Quizás aún esté allí...
Ch.
Cuanta dulsura hay en esas fotos!
Maestro!!!
Soledad
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