CINCUENTA Y SIETE

Medio siglo y un septenio alcanzo hoy martes diez,

llego con dolores cicatrizados y descalabros lejanos

al amparo del amor a mi hijo e iluminado por la luna.

Arribo apertrechado de luces, imágenes y palabras

y los manantiales de las montañas alimentándome el llanto

mientras los gallos siguen cantando en mi ventana.

Traigo aromas de verbena, lago dormido y limones frescos

donde enjugar las palabras de tristezas en estraperlo

y aliñarlas con la rapidez del aleteo de los colibríes.

Sólo puedo repartir lo que vida y país me han entregado

y seguir caminando mientras de ellos sigo recibiendo

lo que generosamente tienen a bien hacerme entrega.

Recibo mis cincuenta y siete años arrebatado de quereres

donde la soledad es una puerta siempre evasiva

a la que continúo sin tener miedo para franquearla.

Los cumplo en buena lid, la de faenas inconclusas

y senderos siempre por descubrir hasta llegar a mal puerto

mientras el blando aletear de siete mariposas me sacuden.

Llego a ellos cargado de inocencias jugando a la insolencia

donde las hogueras son ramalazos para desnudar al frío

y un salpicar de sentires desnudos de almojarifazgos.

Piso sin vacilaciones, pero con miedos titilantes en el pellejo

y una clara certeza de que podré vencerlos para seguir,

lo que me hace andar contento y celebrando este día.

Un resbalar de lágrimas sobre un estanque lleno de estrellas

donde los cometas se zambullen a desenredarse la cabellera

sin que los peces corran riesgo de ahorcarse entre sus hebras.

Corretear de ganas que dejo doblar ariscas en las esquinas

y vaciar de légamos sobre las hornillas apagadas de prisa

mientras lleno de requiebros los zaguanes de mil hembras.

Aguacero de largos vendavales que zigzaguean en bisiestos

donde febrero se alarga hasta robarse sin disimulos un día

y se planta vespertino a celebrar sus atinados desparpajos.

Seiscientos ochenta y cuatro meses para malograr formalidades

y sembrar con impacientes aspavientos de irreverencias

lo que he ido encontrando a lo largo y ancho de los sueños.

Encrucijadas de breve aliento y luengas sombras

donde ha retoñado mi corazón limpio de polvo y sombras

a las que con ayuda de las letras he hecho saltar luminosas.

No dejo de buscar sin saber qué, ni cómo, ni dónde

y no envidio a todos los que si lo han logrado averiguar

mientras sigo llenándome del gozo de la sorpresa en la búsqueda.

Chapoteo espontáneo y contumaz sobre verdades

donde se han ido acribillando los bordes del arcoíris

y han querido enjalmar cual pequeños asnos a los niños.

Vengo a celebrarme al celebrar mundo, país y barrio

y la gente que nos rodea con gesto suave y paso bronco

que sacuden las olas para que los peces laven sus escamas.

Nazco de nuevo hoy con la larga y muy absoluta certeza de llegar

donde me lleven los vagidos de una caravana de amapolas  

que olvidó su derrotero y brújula en uno de mis bolsillos.

Entro a un nuevo año sin desesperos ni añagazas

y con las esperanzas más fabulosas y verdes que nunca

mientras me lleno boca, oídos, ojos, nariz y piel de ilusiones.

Por todo esto y mucho más que escondo en mi desván claroscuro

continúo la celebración de la vida abrochado a mi país

para seguir soñando que podré entregárselo digno a mi hijo.

© Alfredo Cedeño