Los ritos son
manifestaciones de la esperanza que todo ser humano atesora y guarda con sus
mejores anhelos para transformarla en señas, primero paganas y luego elevadas a
lo divino. Dichos actos van desde
pequeños gestos hasta ceremoniales gestas, y en ese vasto abanico de
expresiones la vida del hombre ha ido construyendo una senda labrada por héroes
y canallas. Ídolos y demonios han jugado su papel cuando les ha correspondido,
es así como nuestra impronta ha ido quedando grabada, no siempre de manera
indeleble.
En mi Venezuela
era un rito esperar la llegada de diciembre para empezar a ver como desde las quintas
más presumidas hasta el más humilde ranchito comenzaban a oler a pintura
fresca, las avenidas de las tiendas exclusivas y las calles de los modestos
bazares se convertían en verdaderos hormigueros donde cada quien iba a comprar
el estreno de Navidad o Año Nuevo, los más privilegiados adquirían ropa nueva
para ambas fechas. ¡Y el olor de la comida! Cada callejón, cada esquina, cada
urbanización, era un cuerno de delicias donde la nariz deliraba. Allá era olor a
dulce de lechosa, acá era al señorial guiso de las hallacas, más allá el del
pan de jamón, a veces el aroma del pernil nos zarandeaba con sus ribetes de
clavo, piña y papelón.
Y hoy escribo en
medio de estos recuerdos rituales sin poder controlar una profunda tristeza que
me hace llorar desesperanzado. La tierra que abrió sus brazos a alemanes, judíos,
españoles, italianos, canarios, checoslovacos, portugueses, dominicanos,
colombianos, haitianos, panameños, argentinos, uruguayos, chilenos, peruanos, y
paremos de contar, como copia terrenal del Paraíso ahora es un estercolero
donde su gente hurga en los basureros para comer. Ahora la sucursal de la
tierra prometida es una leprosa a la que todos rehúyen, y sus hijos una visita
a la que hasta el agua se le niega. Nadie hizo nada por ayudarnos, todos se
acercaron para mamar de la ubre bolivariana y solo miraron hacia sus billeteras
para comprobar que el charlatán mayor se las llenaba adecuadamente.
Ya Venezuela no
tiene ritos, han sido pulverizados por esta piara de malvivientes que nos
conducen. Rojos y mudecos se hacen la comparsa unos a otros para continuar
exprimiendo la hucha inagotable en que nos han convertido. De los chavistas-maduristas
no se podía esperar más nada, poco ocultaron su resentimiento cargado de
malevolencia. Otra cosa ha sido esa cofradía de bobos altisonantes en que devino la MUD, que no cesan
de ser aupados por un coro de atorrantes desafinados que ensalzan cuanta idiotez
se les ocurre. Da lástima ver a Chúo Torrealba desperdiciar el capital político
que fue construyendo con esfuerzo, propio y ajeno, para ahora estar haciendo
promesas con tono destemplado cual culebrero de la feria equina de Cúcuta.
¿Hasta cuándo mantienen
su empeño en maniatar a lo electoral una lucha contra un gobierno que no ha
sido, es, ni será, democrático? Cada vez que alguna voz crítica exige claridad,
o pide cuentas ante un accionar errático se nos pretende linchar amparados bajo
las faldas de una unidad que solo ellos conocen.
No puedo desearles
prosperidad ni bienaventuranza, sería abofetearles en este mar de miseria que
exprime al país. Sólo pido luz y conocimiento, luz para los líderes que han de
timonear este barco naufragante, conocimiento para que los marinos sepamos
ejecutar las maniobras que nos correspondan
completar en su momento para hacer que esta nave nodriza llegue al puerto donde
bien nos hemos ganado el derecho a echar anclas y deslastrarnos de tanto
desconsuelo.
© Alfredo Cedeño
2 comentarios:
De acuerdo, sobre todo por lo de "bobos altisonantes", vivo retrato.
Roberto Arocha
Yo lo que veo es que así como el muerto desperdició una oportunidad de oro con la bonanza petrolera que llegó; así el Maburro ha perdido la oportunidad de pasar dignamente a formar parte de nuestra historia contemporánea.. nisiquiera nos hubiera importado su verdadero país de nacimiento si hubiera hecha algo meritorio y sostenible en el tiempo...
Madhura Perez
Publicar un comentario