Pongo en duda que
haya algo más poderoso y puro que la esperanza, en ella se cobijan todos por
igual. Lo hacen el menesteroso y el potentado, las vírgenes y las putas, el
moribundo y el recién nacido, la ninfa y la alcahueta, el beato y el ateo, la
bondad y la maldad. Todos acuden a ella pidiendo más y mejor de lo que ya
tienen o son. Hay una línea delgadísima, como filo de navaja asturiana, de esas
que sólo forjan en Taramundi, que la separa de la ambición; es de facilidad
pasmosa dar un paso en mala hora para convertirse en fiel imagen de la codicia.
Los desposeídos,
los llamados hijos de la nada, aquellos a quienes todo le falta, suelen
depositar en ella sus peores angustias para terminarlas convirtiendo en
cataclismo purificador, o, la mayor parte de las veces, en desgracia infinita.
En muchas oportunidades terminan convertidos en pequeñas bestias que destrozan todo a su
paso, y con justificado rencor ante un entorno que suele desdeñar su, en
apariencia, mansa humildad. Sus venganzas no conocen fronteras, ni distinguen el
daño que pueden terminar autoinfligiéndose; por ello es común ver como se
convierten en tsunami electoral que entroniza al primer cretino que les ofrece villas,
castillas y bacinillas para cagarse en el alma de aquellos que los han arrinconado
sin misericordia.
Por ello no hay
miserable más abyecto que aquel que, con manifiesta alevosía, juega a utilizar,
en función de sus más mezquinos intereses, la pureza de aquellos a quienes solo
les quedan ilusiones. Venezuela, tierra de gente pura y desinteresada, hoy es
un espacio macilento unido en torno a la esperanza de salir de ese agobio llamado
chavismo que, en mala hora, cargamos encima cual cepo vil desde hace 18 años. Y
eso es lo que hace más indigno el manejo que un grupo de pendejos con
pretensiones de ilustrados, sindicados en ese cachivache ampuloso que es la MUD,
juegue a ser quienes han de marcar el rumbo de un camino que ellos no saben
cuál es.
Ni siquiera lástima
provocan, es grima, un asco profundo e incontrolable, el que generan en ondas
cada vez más amplias, cual piedra que hubiera caído en medio de un charco pestilente.
Se han empeñado, con sevicia injustificada, en dilapidar la energía de un país
entero que se les entregó con pasión desmedida. Son alacranes del mismo nido de
Chávez, Maduro, Cabello, Rodríguez, Rangel, y demás alimañas parientes. Y tan
lamentables como ellos son aquellos que, presumiendo ser voceros de la
ciudadanía, tratan de actuar cual acequias del sentir colectivo para darle impulso
a una charada que ni a sainete llega.
Es pública, descarada y, ¡por supuesto!, notoria la
manera como han tratado de “linchar” moral y políticamente a Leopoldo, a
Ledezma y a María Corina. Ahora se agarran de la participación de ella en una
marcha de los trabajadores de la salud para descalificarla. Del mismo modo se
agarran con desespero de ahorcado a la convocatoria que desde la cárcel hace
Leopoldo López para marchar el próximo 18 de febrero, pero no es que la hacen
suya sino que juegan a su fracaso y así lograr desmovilizar a la población.
Qué desgracia más infinita la que nos ha tocado sobrellevar
en este Gólgota tropical y subdesarrollado en el cual están empeñados en
mantenernos un hatajo de rufianes resabiados. Es insólita la masacre de
ilusiones que llevan a cabo los unos y los otros, con la impunidad que les
otorga saber que entre ellos mismos se pueden cobrar y dar el vuelto. Imposible
no hacer mías las palabras de El Quijote a Sancho al ser nombrado gobernador de
la ínsula Barataria: “El necio en su casa ni en la ajena sabe nada, a causa que
sobre el cimiento de la necedad no asienta ningún discreto edificio. Y dejemos
esto aquí, Sancho, que si mal gobernares, tuya será la culpa y mía la
vergüenza; mas consuélome que he hecho lo que debía en aconsejarte con las
veras y con la discreción a mí posible: con esto salgo de mi obligación y de mi
promesa”.
1 comentario:
Apreciado Alfredo: que casualidad que estaba por llamarte para decirte que he perdido toda esperanza de que esto cambie. Tan es así, que algunas veces pienso que creo estoy esperando algún evento que justifique mi salida definitiva de este país.
Saludos,
Bernardo
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