Política es una
palabra de infinitos significados. El diccionario recoge una docena de ellos, y
es a partir de la séptima acepción donde se ocupa de lo que hoy me interesa
comentar. En dicha entrada la define como: “Arte, doctrina u opinión referente
al gobierno de los Estados”. A renglón seguido expone: “Actividad de quienes
rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”. En el noveno escaño explica: “Actividad del
ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su
voto, o de cualquier otro modo”.
Serían necesarios,
por lo menos, varios centenares de páginas para desenmarañar cada una de estas enunciaciones,
pero, como no se trata de disertar para demostrar lo mucho que se sabe o yerra, lo
que es meridiano en esos días que ahora vivimos es lo desvirtuado que están
todas las aplicaciones que del término se utilizan. La primera adulteración que
de ello se hace es que se nos pretende hacer comulgar con interesadas ruedas de
molino que “la política” es un oficio o profesión de la cual el ciudadano común
y corriente está excluido, con lo cual tratan de desmentir, de manera torpe e inútil
por demás, al mataburros cuando asienta que son las actividades mediante las
cuales los ciudadanos intervienen en los asuntos públicos.
Como consecuencia
de esa fullería se mira con aires de eruditos desde el olimpo de sus intereses
a los vecinos, se les ve con la misma condescendencia con la cual se presta
atención a las cagarrutas de chivo en los cardonales. Lo más terrible y triste
de esta situación es que un verdadero orfeón, que no universitario, entona loas
a semejante fauna y pretenden colocar un bozal férreo a quienes osan cuestionar
la actuación a veces asqueante de esta casta de jugadores y defensores de sus
propios intereses.
He dicho y
seguiré diciendo que son los vecinos, los votantes, la humilde ciudadanía –tantas
veces despreciada y utilizada por dicha mesnada– la que se está empinando por
encima de sus propios fallos para recuperar el rumbo. Duele que cada intento
por zafarnos de esta gentuza haya dejado un reguero de mártires. Jesús Mohamed Espinoza Capote, Keyla Guerrero, Josefina Inciarte, Jaime Jirabo,
Alberto Aumaitre, José Vilas, Bassil Alejandro Da Costa, Roberto Redman, Génesis
Carmona, Geraldine Moreno, son algunos nombres que vienen a la memoria en
primer momento. Lista que ahora engrosan Jairo Ortiz, Daniel Queliz, Miguel
Ángel Colmenárez, Tony Canelón, Bryan Principal.
Siquiera por
respeto a la memoria de ellos esa cofradía de mamarrachos impresentables que
juegan al Mesías debiera echarse a un lado. Empezando por Henri Falcón que
cuando los benditos colectivos masacraron a los barquisimetanos, bajo el patrocinio
y alcahuetería de la “gloriosa” Guardia Nacional, sabrá Dios entre cuales
enaguas se amparó mientras hacía mutis del degolladero en que devino la capital
larense.
© Alfredo Cedeño
3 comentarios:
Saludos Afredo y Feliz Pascua de Resurrección. Es verdad que el verdadero político es el ciudadano común que se sacrifica y que sufre las consecuencias de lo que hacen los políticos de oficio. Un abrazo.
Alejandro Moreno
Cuanta agudeza y cuan cierto todo lo que dices. Me gusta leerte. Gracias por compartir. Saludos Alfredo!!
Bueno.
Estella Bellan Silvera
Liceo Santo Domingo, MVD. Uruguay
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