La dignidad es un ave en extinción, ella aparece
ocasionalmente y solo se posa en el hombro de unos pocos. El coraje es otro
pájaro de similar tenor, y anda en las mismas. Hay ocasiones en que ambos habitan
el espíritu de algunos, y aparecen los maestros. He tenido el privilegio de
conocer a varios de ellos, uno fue Antonio Estévez.
Director y Compositor del cual se ha dicho que ha
sido el mejor que hemos tenido, sin pretender restarle méritos –que los tienen
a montones– a ningún otro de sus colegas en uno y otro ámbito. Él nunca hizo concesiones en su apoyo a la
libertad. Cuando Venezuela era asolada por Pérez Jiménez terminó preso en la Cárcel
Modelo de Pro Patria junto con los hermanos Sucre Figarella: Leopoldo, Kiko y
Guillermo; así como Antonio Lauro, Manuel Adrianza, Guillermo García Ponce, entre otros. Al poco tiempo, con sus
compañeros de calabozo, junto a Lauro, había formado un orfeón que entre sus
primeras piezas montadas estuvo una parodia de María Moñito.
A los pocos días una de las piezas que versionaron
fue la de la guatireña Parranda de San Pedro y entonaban:
Si Pedro
Estrada se muriera
todo el mundo
se alegrara
por lo menos
los espías
los cabellos
se arrancaran.
Con la
alpargata
dale al
cabrón
vuélvelo
polvo
sin compasión.
¡Genio y figura!
Años más tarde,
primeros tiempos de la democracia, la Digepol, que dependía del temido ministro
de relaciones interiores Carlos Andrés Pérez, allanó su casa en Las Minas de
Baruta y destrozó su estudio por completo. Antonio regresó al país y la ola de
repudio al atropello fue su coraza, y la temida policía política lo dejó en
paz.
Pasó el tiempo y
un amigo de él, Héctor Santaella, era presidente de la Cámara de Diputados del
otrora Congreso Nacional, y lo invitó a una recepción en el Círculo Militar de
Caracas. Por aquellos días ya Pérez no era ministro, sino jefe de la fracción
parlamentaria del partido de gobierno. El hecho fue que al llegar el maestro
Estévez a la recepción fue recibido por Santaella, y en breve llegó alguien por
su espalda y el anfitrión le dijo a Antonio: "Mira vale, para que conozcas al
diputado Pérez". Carlos Andrés, con su efusividad característica, abrió los
brazos mientras decía: "Mi querido maestro, si yo fui su alumno en el liceo Andrés
Bello…"
El Músico lo miró
de arriba abajo y volteándose hacia Santaella le dijo: "¡Este carajo y sus
policías fueron quienes me destrozaron mi casa!"
Y les dio la espalda.
Imposible dejar de preguntarme: ¿Antonio hubiera
dirigido la orquesta que celebraba la clausura de RCTV? Dignidad y coraje es la diferencia.
© Alfredo Cedeño
2 comentarios:
Saludos Alfredo- Esos son ejemplos que necesitamos
Alejandro Moreno
Esa es precisamente la diferencia entre un hombre con convicciones y otro sin ellas y con solo un interes en fama y fortuna.
Teolindo J Yanez Franco ·
UCV VE
Publicar un comentario