Comenzaba
yo mi trajinar por los medios cuando recalé en la revista Alarma, semanario que
había creado Miguel Ángel Capriles en su célebre cadena. Allí había reunido el
mencionado editor a todos aquellos con los que no encontraba, por uno u otro
motivo, qué hacer. José Luis Olivares, José Campos Suárez, Ángel Velarde, Humberto
González, José Suárez Núñez, y muchos otros que ahora mismo no recuerdo su
nombre.
Uno de los primeros trabajos que hice fue junto al querido negro José
Luis Olivares. Fuimos a una casa muy humilde que quedaba por los alrededores de
la avenida Panteón, la quebrada Caraballo, y allí nos metimos por una serie de
callejones hasta que llegamos donde un hombre había asesinado a puñaladas a su
cuñada. Todavía en las paredes de la casita se veían rastros de sangre de la
carnicería que allí había ocurrido. La esposa del asesino era una mujer muy
joven que lloraba sin parar, la recuerdo sentada en una deshilachada silla de
mimbre, en la pared, por encima de su cabeza había una imagen del Corazón de
Jesús, que con su diestra en alto parecía bendecir el dolor de aquella
muchacha.
Ella nos narró como había ocurrido todo, como se había salvado de la
degollina porque se escondió debajo de una cama, como pudo ver desde ahí solo los
pies de su marido y los de su hermana y luego verla caer hasta que sus ojos se
quedaron fijos mirándola, y como había tenido que taparse con un trozo del
cubrecamas para no empezar a gritar como
loca y que la matara a ella también; que ella nunca se imaginó que él pudiera
hacer eso porque cuando le pegaba era porque la quería mucho y por eso era que
la celaba y se ponía así como loco, pero que en el fondo él era un hombre muy
bueno que la quería mucho. Olivares y yo salimos llenos de desamparo y rabia.
Cuando ya estábamos en la avenida caminando hacia Torre de la Prensa le
comenté a mi compañero que no entendía cómo ella podía decir que el asesino de
su hermana la quería. El Negro se volteó y me dijo: Bienvenido a la vida
miserable, carajito, cuando no tienes nada y consigues quien te mienta, no importa que sepas que es
mentira, te aferras a eso con uñas y dientes, así terminen por matarte a lo más
querido o a ti mismo.
Y ahora veo a una "dirigencia" que se empeña en mentirle a un
país entero, y con el mismo desamparo y la misma rabia de esos primeros pasos
informativos veo como hay quienes se aferran con uñas y dientes a unos asesinos
que no han dudado en coser a puñaladas traperas a toda Venezuela.
© Alfredo Cedeño
2 comentarios:
Terrible y descarnado tu artículo. Eso es la dependencia afectiva que se esconde la realidad que está en su experiencia pero que no puede ser vista porque sería insoportable. ¿Estamos quizás en esta situación de absoluta desesperación? Podría ser pero yo creo que todavía no hemos llegado a eso. ¿Habrá reacción? Quiero creer que sí pero no sé de dónde pueda surgir. Gracias, Alfredo, por tus reflexiones.
Alejandro Moreno
Asi es la vida en muchos sitios ,donde existen personas que prefieren que los maltraten a estar solos, hacer frente a la vida en solitario, prefieren ser pisoteados y escupidos que reaccionar.Un dependencia afectiva oun no querer ver la realidad, es no tener autoestima ,y eso es lo que esta pasando aqui , nadie quiere reaccionar por temor a la cárcel y a que nos maten,asi como mataron a 145 personas en los disturbios pasados ,y todavia hay seres que siguen fieles a esa organizacion asesina y a sus complices de cuello blanco
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