No hace dos años
que las redes fueron sacudidas con la imagen de un hombre herido de bala
mientras protestaba en San Antonio de los Altos. La fotografía lo mostraba con
una cara que brillaba con una sonrisa que todavía veo al cerrar los ojos. Ese
muchacho había cometido el pecado de salir a la calle a manifestar contra un
gobierno incapaz y creer que estaba en democracia. Pagó con la vida. Hace pocos días recibí la siguiente nota:
"Soy madre de uno de los muchachos muertos en las protestas: Diego
Arellano; no quiero pensar que quien lo mató, siga libre, por culpa de un
pueblo donde la gente confunde bondad con estupidez, porque por eso, como usted
bien dice, se ha perdonado a tanta basura a lo largo de nuestra historia.
Isabel De Figueiredo"
¿Cómo decirle a
ella que la política sustituye a la justicia? ¿Cómo puede haber quienes
pretenden deshonrar la memoria de ese muchacho, que decidió no apoltronarse y
salir a exigir los derechos de todos nosotros? La muy manida respuesta que
suele oírse ante las exigencias de limpieza en este momento es: "Nosotros
no somos como ellos". Triste y fácil manera de contestar. Cuando dicen que no son como ellos, en
realidad están manifestando un sentimiento de superioridad y jactancia, lo que
expresa eso es: "No caigo a tales menudencias". Pequeña cosa es la
justicia cuando queda a la libérrima interpretación de santones y notables.
Sobran hoy
quienes lamentan la salida de Carlos Andrés Pérez de la presidencia, y
reconocen que jurídicamente fue una decisión lamentable y que todo había
radicado en la imposición de una solución política a la situación nacional de
aquellos días. Muchos de esos que ahora se lamentan en su momento jaleaban y
vitoreaban la salida del ahora ensalzado gocho.
Lo he dicho y por
lo visto lo seguiré repitiendo: no es momento de perpetuar la heredad política
en que ha estado sumergida Venezuela por parte de una corte de mercenarios, que
es lo que hemos sufrido por casi dos siglos. Es el momento de que el respeto
por la ley y la justicia se termine de reconocer como base fundamental de
nuestro país. No son tiempos de seguir jugando al borrón y cuenta nueva, es el
momento de que Venezuela tome el camino que merece.
¿Es mucho
pretender que la muerte de Diego no haya sido en vano? Por favor no perdamos
esta oportunidad de hacer que nunca más un imbécil nos maneje el destino. Sólo
se trata de hacer respetar la ley y que la justicia sea la norma que nos
ilumine. Venezuela es un territorio de gente honesta, trabajadora y memorable:
Arellano, Paola, Neomar, Basil, María, Espinoza Capote, y varios centenares más
de víctimas de esta plaga que sufrimos desde hace 20 años, lo demuestran a
cabalidad. Lo menos que se han ganado
todos ellos es que honremos sus memorias, dieron la vida por hacer que seamos
lo que merecemos ser. Como sabiamente me
ha dicho la querida Ana María Matute: Sin justicia no hay paz.
© Alfredo Cedeño
3 comentarios:
Es verdad; la política y la justicia deben ir unidas. Que la una sustituya a la otra es una desgracias para todos. Gracias por tenerlo presente para todas las generaciones. Un fuerte abrazo.
Alejandro Moreno
Sí señor, los venezolanos honestos y justos somos la mayoría. No debemos seguir indiferentes a la acción y decisiones de los políticos y supuestos notables. Debemos estar atentos a las jugadas políticas (a lo políticamente correcto) y enfrentarnos a ellas.
Nos vendieron y aceptamos que los políticos eran mas justos y económicos que los ciudadanos para administrar el dinero y los recursos naturales de la nación. Ese es el kid, el núcleo, la pústula que infesta la moral y el bienestar de los venezolanos.
Nos vendieron la democracia como la santificación del país, pero los venezolanos debemos saber que la la justicia y la honestidad proviene del equilibrio económico que surge entre los ciudadanos de la nación cuyo principio fundamental es la Libertad Económica, o Libre Mercado.
Joser Pirela
Totalmente de acuerdo contigo, justicia para alcanzar, finalmente, la paz.
Un fuerte abrazo,
Adri
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