Fui educado por
una familia profundamente católica, me críe y eduqué en un ambiente signado por valores cristianos en los que la
corrección era una búsqueda permanente. Mi padre y mi madre me explicaban que
no había nadie perfecto pero había que hacer el intento de lograrlo. Sin
embargo, y me insistían en ello constantemente, por encima de todo había que
ser justo. Y solían apelar a la Biblia invocando el evangelio de san Mateo para
remachar lo que decían: Porque, Alfredo Rafael, nunca olvides que con la vara
que midas serás medido.
En estos días de
infamia e insania que vive Venezuela no puedo dejar de revisar lo que han sido
hasta ahora pivotes muy especiales de mi espiritualidad. Se pretende que en
aras de nuestras raíces religiosas se imponga el perdón a la horda roja. Varias voces se han escuchado en estos días
que hablan de conciliación y demás zarandajas.
Tal vez aparezcan
algunos aspirantes de políticos teologales que tal exégetas contemporáneos
invocarán varios nombres de la historia católica para justificar la conversión
de varios personajes actuales. Me imagino que de primero citarán al propio
Mateo que de ser un eficaz cobrador de impuestos al servicio del Imperio Romano
terminó como apóstol y evangelista. Por supuesto que no faltará quien
invoque a Agustín de Hipona, mejor
conocido en los santos fondos como san Agustín, quien en sus Confesiones revela: "Quise robar y
robé. No lo hice obligado por la necesidad, sino por carecer de espíritu de
justicia y por un exceso de maldad." De él se sabe que tuvo una concubina
con la que convivió por largos años y tuvo un hijo: Adeodato. Luego de jorobar
la paciencia y gozar de lo mundano hasta saciarse se hizo sacerdote, llegó a
Obispo y ahora es Doctor de la Iglesia.
Supongo que
aquellos que no quieran ser acusados de excluyentes y que la satrapía es
patrimonio de varones, acudirán a san Juan Crisóstomo quien en el siglo V
denunciaba en Antioquia, hoy Turquía, a una actriz de quien dijo: "No
había nada más vil que ella cuando estaba en el escenario". Años más tarde
ella se convirtió y es a quien conocemos ahora como santa Pelagia.
¿Será que Luisa Ortega Díaz será la santa de estos
tiempos? Veo fotos de ella el pasado 23 de febrero en un local de Cúcuta, va de
camisa impoluta y negro pantalón a la medida,
al lado de quienes fueron sus víctimas judiciales. Es decir, de sicaria
jurídica ahora es una suerte de Juana de Arco tropical. Ni hablar del Pollo
Peck Carvajal, que junto a Ismael García serán parte de una nueva corte santa a
la cual deberemos rogar con celo de novicia en trance.
A lo mejor no,
tal vez ellos terminen siendo incorporados a la llamada Corte Malandra donde
precisamente el primero en ser canonizado fue Ismael, oriundo del Barrio El
Guarataro, que murió apuñalado en una
pelea en el 23 de Enero. Estarán al lado de El Ratón, de quien se dice que
tiene poderes mágicos que le permiten hacerse invisible. Serán aclamados a los
altares junto a Isabelita, a quien achacan la frase: “La venganza no es dulce
sino exquisita”, la cual repetía mientras mataba a su mejor amiga por acostarse
con su novio. Por supuesto que Nicolás ocupará el altar mayor donde le
proclamarán santo patrón de bailarines, carniceros y robagallinas.
Definitivamente
no soy un buen cristiano y he de perder el cielo que se pretende fabricar con
juegos de prestidigitadores baratos. Juegan a que la fe usurpe el lugar de la justicia, sin
entender que ella se soporta en la
convicción de lo justo, y digan lo que digan con la vara que han medido es lo
menos que merecen al ser medidos.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Te entiendo y entiendo lo que quieres decir. El perdón no está reñido con la justicia. Lo que es anticristiano es el odio y a eso hay que resistirse. La justicia es deseable y en todo lo posible hacerla y llevarla hasta las últimas consecuencias. Lo malo es que estos malos quizás puedan eludirla por lo menos en parte. Todo eso de concordia y otras cosas a veces se hacen necesarias para evitar males mayores pero no son justas ni buenas y si no hay más remedio, habrá que aceptarlas pero resultan completamente injustas. Un fuerte abrazo.
Alejandro Moreno
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