Hay una letanía
que por años se ha repetido a lo largo y ancho del país, al punto que se ha
convertido en una especie de mantra criollo: El venezolano es muy flojo. Tanto ha calado la bendita frase que la he
escuchado en boca de gente bañada en sudor en medio de nada cómodas labores. Y
la malhadada expresión es completada con aquello de: Es que le gusta que le
regalen todo. A ver, ¿díganme a quién no le gusta que le regalen así sea una
tapa de mermelada mascada de chivo?
He compartido con
los campesinos que en tierras andinas salen de sus camas a las tres de la
mañana a recoger las lechugas que luego irán a los supermercados citadinos. En las
costas orientales y falconianas presencié a hombres, ¡y no pocas mujeres!,
salir con el ocaso a faenas pesqueras de las que regresaban al amanecer con sus
botes cuajados de peces. Por las calles de los barrios caraqueños, marabinos y
valencianos vi a sus muchachas hermosas y espigadas salir madrugadoras,
perfectamente maquilladas, con un garbo que ya quisieran muchas del primer
mundo, salir a pelear un puesto en el transporte público para llegar a la hora
a sus trabajos.
Cada vez que he
entrado a una vivienda de mis paisanos más humildes he encontrado una búsqueda del
confort a todo trance. Y cada objeto que observé, cada uno de sus artefactos,
tenían una historia de la que te podían dar su cadena de procedencia sin
titubeos, y preñados de orgullo. Este radio lo compré cuando hicimos la jornada
de cinco mil kilos de jurel en El Centinela. Esta mesa la compramos cuando
vendimos la cosecha de apio del año antepasado. Esta cocina la mandé a hacer
con un san que organizó la comadre Carmen los otros días. Todo producto del
esfuerzo, de las ganas de "surgir", de querer demostrar que si se
puede mejorar.
Son muchos los encontronazos
que he tenido cada vez que he oído las frases citadas al comienzo, puesto que
no he podido aguantar callado ante semejante injusticia con visos de estupidez.
Somos hijos, propios y adoptivos, de una tierra de gente preciosa, laboriosa,
brillante en sus sudores y capacidad para resolver cualquier adversidad.
Somos venezolanos,
capaces de resistir a veinte años de rojos oprobios y retoñar con la delirante fiereza
del araguaney que salpica de oro a nuestras montañas. Es la tierra donde nacimos o escogimos sembrarnos
la que ahora defendemos con uñas y dientes; no habrá tropa alguna de
mamarrachos mal hablados, o altisonantes, que pueda despojarnos de ella. Chavistas y
camaleones que desde nuestro lado han jugado sólo a favor de sus propios
intereses serán juzgados con la misma dureza que ahora demostramos con alegría.
Esperanza es lo que nos sobra.
© Alfredo Cedeño
5 comentarios:
Completamente de acuerdo con A. Cedeño. A todo el mundo le gusta que le regalen algo, y eso hace que el populismo sea tan atractivo, pero eso no quiere decir que todo un pueblo sea flojo, sino que todos sufren de necesidades básicas y allí se afincan los falsos lideres para adquirir poder y luego causar muchos mas problemas que los que resuelven. Los populistas/izquierdistas siempre darán excusas, jamás soluciones!!!
Amén amenamen amen
Gracias, gracias como nunca por tu artículo. Finalmente alguien que se atreve a escribir contra la opinión maligna de tantos venezolanos radical y totalmente equivocados. En el segundo volumen de mi "Antropología cultural del pueblo venezolano", lo trato ampliamente y rebato con argumentos esa opinión desgraciadamente tan extendida.
Un abrazo más fuerte si todavía puedo superar a los muchos que te mandé.
Alejandro Moreno
Excelente. Efectivamente nosotros mismos nos hemos formado un estereotipo que no es cierto. Trabajé muchos años en el campo y me consta cómo las maestras recorrían kilómetros a pie y con lluvia para ir a dar clase. A veces tenían la suerte de que alguien les diera la cola, otras caminaban. Abrazos.
Eddie Ramirez
excelente como siempre , metido en el sentir de los pueblos
Publicar un comentario