En mis cada vez
más vagos recuerdos de niñez Thor, el dios del trueno que empuñaba un martillo
inmenso, sigue ocupando un lugar privilegiado.
La referencias a los vikingos y la no menos mítica Escandinavia eran
continuas en mis primeras lecturas, es decir que no es parejería de mi parte
decir que los vínculos que sostengo con el mundo nórdico de Suecia, Dinamarca y
Noruega no es de nueva data. Como bien
ha de suponerse al leer sobre un "diálogo" sostenido en suelo
noruego, entre representantes del gobierno de Guaidó y los zarrapastrosos que
ejercen el poder en Venezuela, fueron sucesivas las arcadas que padecí.
El reino de
Noruega, cuyo tamaño es alrededor de un tercio del de Venezuela, tiene una
sólida reputación como gente neutra, algo así como los suizos del ambiente
glaciar. Este país además de haberse labrado una imagen de negociadores por
excelencia, es también un exitoso productor de petróleo y en un momento llegó a
ser el segundo exportador mundial de pesca marítima, solo superado por China.
Las habilidades de los nativos de estas tierras fueron consagradas a comienzos
del siglo XX por Alfred Nobel, quien dispuso que el premio con su nombre en
homenaje a la paz sería otorgado por "un comité formado por cinco personas
elegidas por el Storting noruego."
Las labores del
citado grupo designado por ese Parlamento no pocas veces han despertado
controversias, por no decir suspicacias,
como ocurrió con la designación del colombiano Juan Manuel Santos en el
año 2016. El ilustre bogotano, que ha sido
señalado en diversas ocasiones por sus vinculaciones con la constructora
Odebrecht, así como con ciertas compañías de oscuros lazos establecidas en
Barbados, no ha explicado, al menos públicamente, las observaciones a su premio
pacifista y la presencia de la compañía Statoil, de origen noruego, en
Colombia.
Las aguas se
tornan turbias con este premio porque da la casualidad que en el año 2014, en
pleno apogeo del mando del honorable pacifista, dicha compañía adquirió el
derecho a explotar yacimientos petroleros en diferentes regiones colombianas.
Ello no tendría mayores implicaciones salvo por el pequeño detalle de que en
esa época era miembro del consejo de administración de Statoil, ex presidenta
del Partido Conservador y ex ministra de Comercio y Tráfico Marítimo Kaci
Kullmann Five; pero, ya va, resulta que cuando se le otorga al mentado Santos
el Nobel de la Paz… ¿quién desempeñaba
la presidencia del Comité Nobel que otorgó el Premio Nobel de la Paz a don Juan
Manuel? ¡Bingo! La señora Five.
Igualmente debe
señalarse que los hijos de Noruega jugaron un papel determinante en las
célebres conversaciones por la paz en Colombia celebradas entre el gobierno y
los guerrilleros en Cuba. Y ya que menciono a la dicha isla, es bueno recordar
que en el año 1995 los noruegos, quienes venían de aupar unas conversaciones
entre palestinos e israelíes, empiezan a hablar de crear un espacio donde
fomentar la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. En aquella
oportunidad la Casa Blanca otorgó su visto bueno a la posibilidad, y en La
Habana si bien no lanzaron cohetes, dejaron que dichas exploraciones siguieran
dando tumbos. Tal parecía que en algún fiordo se comerían croquetas y
hamburguesas a mediados del año 1996.
Me aseguró el
ahora exilado cubano Juan Antonio Blanco Gil que dicha iniciativa fue
boicoteada de manera alevosa por el gobierno de los Castro el 24 de febrero de
1996 cuando los aviones caza de la fuerza aérea de la isla derribaron con
misiles dos avionetas de la organización Hermanos al Rescate. Me aseguró él:
"para evitar que se diera esa o cualquier otra conversación”. No se
recuerdan mayores comentarios al respecto de ese incidente del diligente reino
nórdico. Lo cierto es que las habilidades de ese país para sobrellevar
cualquier situación son más que patentes. Por ejemplo, ellos rechazaron
mediante referéndum su ingreso a la Unión Europea en 1972 y en 1994, sin
embargo se mantienen vinculados con ella mediante el Espacio Económico Europeo.
Todo esto me
viene a la memoria cuando leo sobre el bendito "diálogo", que por lo
visto no ha sido tal, sino más bien un torneo de correveidile en el que hablan
con uno primero y con el otro después, mientras intercambian información sobre
lo que pide el otro y lo que aquel no quiere saber nada. Me llama la atención que hayan sido los
voceros de la sarna roja los que dejaron caer, así como quien no quiere la
cosa, la información respecto a tales amagos de conversación. No dicen que no,
pero fuerzan a que los otros sean quienes lo digan. Tal vez por eso es que vemos
la viva diligencia con la que el canciller cubano Bruno Rodríguez se ofrece obsequioso
ante su homóloga canadiense Christya Freeland para contribuir al dialogo en la
crisis de Venezuela. Sólo falta que los voceros de Statoil, cual primera estrofa
del Himno al árbol, se ofrezcan con solícito amor para rescatar a PDVSA…
Los escritores
noruegos se han ganado una merecida fama en el ámbito de la llamada novela
negra. Uno de mis preferidos es el economista y también rockero Jo Nesbø, quien
ha escrito más de una decena de novelas alrededor del personaje Harry Hole. En
una de sus piezas, El Leopardo, una
frase que no dejo de repetirme es: "El problema es que aprendemos tan
despacio que, cuando queremos darnos cuenta, ya es demasiado tarde." ¿Será
que para Venezuela siempre será tarde?
© Alfredo Cedeño
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