El suicidio de
Jeffrey Epstein, la derrota de Macri, las protestas en Hong Kong, la manada de
precandidatos demócratas en Estados Unidos y los tiroteos de gente inocente a
manos de unos gamberros supremacistas, la guerra comercial con China, los
desplantes de la reina Letizia, y así se abre hasta el infinito el abanico
informativo donde la crisis venezolana comienza a desleírse. Mientras tanto, y
como quien no quiere la cosa, la dictadura chavista, en la voz de varios de sus
renacuajos más escandalosos, anuncia calabozo, cuando no paredón, para los
restos de una dirigencia cada vez más escuálida, y nunca mejor empleado el
término. Todo ello debidamente aderezado con una verdadera lluvia de potes de
humo en lo cual son expertas ambas esquinas.
Maduro-Cabello-y
demás bicharracos de idéntico pelaje saben que el tiempo es un animal díscolo
al que se doma con maña hasta ponerlo a corretear a su conveniencia. El clan
rojo juega con aparente displicencia, dejan pasar los días para que no se les
note la urgencia que les embarga. Los genios del estamento político hablan de
la necesidad de permitir que sea resuelto de manera política el drama de
Venezuela, a quienes exigimos se le imprima la premura que el caso amerita ya
no encuentran de qué manera invalidarnos. El cortejo de compinches es nutrido y
vociferante. Y la maquinaria de la dictadura no cesa de apretar sus tenazas.
La salida es
electoral y no debemos temer a contarnos, es la letanía con la que nos
atortujan en esta parte de nuestra pesadilla. Por ninguna parte siquiera tienen
el decoro de postular así sea a María Bolívar a la presidencia del ente
electoral. ¿O será que la corrección política impone que doña Tibisay Lucena
Ramírez, barquisimetana por más señas, siga conduciendo el máximo organismo
comicial? Seguramente, porque no tendría caso distraer los mejores esfuerzos en
semejante menudencia, sepan ustedes que no es tiempo de estar gastando pólvora
con carabinas de tumbar guayaba.
El tiempo no se
ha quedado quieto, mantiene un galope fuerte de cascos volanderos; la supuesta
mansedumbre, sobre la que muchos disertan, es una estampida sigilosa que
atropella todo lo que encuentra. Y se
sigue esperando por el milagro de una resurrección cada vez más alicaída. Las
agujas son saetas que se clavan con precisión en nuestros anhelos. Crono es una
bestia sin compasión que agita sus cabezas de león, toro y hombre repartiendo
dentelladas a diestra y siniestra, en una representación bastante fiel de la
élite gubernamental venezolana.
Maduro y su
comparsa ríen con sorna mientras se contemplan en el espejo de Corea del Norte
y Cuba, quienes por más de sesenta años han tocado las asentaderas del mundo
entero sin mayores consecuencias. Ellos, cual Lucho Gatica, entonan la canción
de Roberto Cantoral, no quieren que el reloj marque las horas y que esta noche
se haga perpetua, para que nunca nos amanezca.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
EXCELENTE ARTICULO...
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