Las
organizaciones políticas aportaron a Venezuela innumerables beneficios, pero
bien ha acuñado la sabiduría popular aquel refrán que reza: un mango podrido te
pudre la cosecha entera. Al lado de esos incontables aportes de los que escribí
en la primera línea, han hecho formar parte de su acervo corruptelas de todo
orden y concierto, para decir uno de sus principales logros en el ejercicio del
oficio de "políticos".
Pero, no ha
habido ningún aporte más nocivo de esa dirigencia que la exacerbación de la mendicidad.
Han hecho lo impensable para que los venezolanos seamos los más irresponsables
del planeta. Con la muy manida muletilla de la redistribución de la riqueza se
nos acostumbró a un precio insólitamente bajo del combustible, a un subsidio
omnímodo que nos convirtió en una sociedad parásita donde propios y extraños
medraron de manera alegre e irresponsable. Venezuela fue por largos años La
Meca del mundo, a nuestra tierra acudieron oleadas de colombianos, dominicanos,
haitianos, portugueses, españoles, italianos, argentinos, chilenos, uruguayos,
árabes, libaneses, alemanes, estadounidenses y paremos de enumerar. Éramos la
Babel del Caribe.
En Venezuela se
labraron fortunas incalculables, no pocas empresas se crearon en los países de
origen de los emigrantes que llegaban a espuertas, principalmente por el puerto
de La Guaira. El país nunca cuestionó la repatriación de los capitales
generalmente logrados de manera honrada. Pero ello a costas de unas arcas
públicas que parecían no tener fondo, el subsidio era el amo y señor de
nuestras vidas, y con ello dimos largas a un ejercicio productivo de la
ciudadanía. El erario nacional se convirtió en una vaca a la cual ordeñar
inmisericordemente. La responsabilidad se hizo una huérfana trashumante de la
que se hacía, hizo y hace, befa; quienes pretendíamos que se exigiera
compromiso con el país fuimos vistos como bichos raros. Y lo seguimos siendo.
Una de las pocas
ocasiones en que se intentó construir una experiencia de verdadero compromiso
social y transformación humana se llevó a cabo en San Agustín del Sur, donde se
pretendía reubicar a los vecinos de La Charneca, Hornos de Cal, Marín, y muchos
otros sectores de esa parroquia, en una serie de edificios que se construirían
en la parte baja de dicho cerro. La primera expresión de ello fue Residencias
La Yerbera, que hasta piscina de clavado olímpico tenía. Los primeros intentos
de traslado fueron infructuosos y, si la memoria no me falla, fue así como se
creó la Dirección de Desarrollo Humano del Centro Simón Bolívar, que funcionaba
en el local 19 del edificio Sur de Las Torres del Silencio.
Ese equipo estaba
liderado por Juan Ortiz
López y allí estaban entre muchos otros: Henry Pazos, Manolo Páez, las negras
Marina y Antonia, Otto Ríos, Julieta Ravard, María Auxiliadora
"Chilio" Torrealba, Wilmer Suárez, Sulspicio Rivera, Macky Arenas
entonces adolescente y cursante de primer año de sociología en la UCAB, y muchos otros que ahora se me escapan sus
nombres. Éramos un grupo variopinto, irreverente, vociferante, alegre y
entregado. Todos calzábamos botas Frazzani y bluejeans. Mañana, tarde y noche
nos metíamos en los callejones de San Agustín a hablar con la gente, a
enseñarles la ventaja de vivir en un apartamento que pagarían en muy cómodas
cuotas. Muchas veces nos reíamos cuando oíamos a los promotores preguntando: ¿Y
qué respondo cuando me digan si pueden llevar sus gallinas o los cochinos al
apartamento?
Les juro que fue
una experiencia de una belleza infinita, la gente fue "comprando" la
idea de vivir dignamente. Los talleres con los vecinos, los paseos con los
niños al parque Los Chorros o a la playa, todas las actividades pensadas y
desarrolladas para ellos fueron retoñando y adquiriendo cuerpo. Hasta que
llegaron las elecciones de diciembre de 1973 y ganó el señor Carlos Andrés
Pérez. Recuerdo desde mi memoria entonces imberbe la desolación que se apoderó
de todo aquel equipo, ese triunfo significaba el fin del proyecto de convertir
un sórdido rincón de la ciudad en una hermosa manifestación de vida digna.
Y fue así como
resurgió, con más vigor que nunca, programas nefastos como Consolidación de los
barrios, la condonación de los créditos agrícolas otorgados sin las debidas
garantías, la importación irregular y masiva de camionetas de pasajeros…, fue
una verdadera explosión de derroche, fue el apogeo de la Venezuela Saudita de
la década nefanda de Pérez y Herrera Campins donde el lema era: ¡Viva la Pepa!
Estas pinceladas
explican el origen de la tragedia que ahora vivimos, el estímulo y celebración
de la irresponsabilidad bajo la sombra de Papá Estado nos condujo a este
momento. Es terrible ver cómo se insiste en mantener modelos sociales en los
que la mendicidad es el valor subyacente. Ni de vaina se plantea un cambio que
conlleve responsabilidad, compromiso y sacrificio para alcanzar una vida
decente, de ser ciudadanos en realidad. No deja de ser lamentable la dirigencia
que debemos soportar, Venezuela merecía tener una conducción de primer orden.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Alfredo:
Como siempre tienes toda la razón en lo que dices y sostienes. Me gustan los nombres que quisieron hacer posible una vida nueva en San Agustín del Sur con botas frazzani y el ardor y el entusiasmo de ser jóvenes.
En ti ese amor por el país venezolano permanece intacto.Y es lo que también me gusta constatar todos los jueves al leerte.
Rodolfo Izaguirre
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