Yo
soy lo que fui y seré. Una maroma del destino me puso a bailar en el centro de
una tijera que nunca supe la mano de quien manejaba. Ayer estuve en Caracas,
hoy ando por Brickell, en la más cubana de las ciudades de Estados Unidos, ¡qué
Guanabacoa un carajo! Miami es la Celia Cruz del Atlántico, aquí se ponen
tacones, pelucas y se abomban las nalgas como negras para perseguir la quimera
de Jenifer López, mientras se inyectan las bembas hasta con naftalina para
tener la boca más deseada de la Quimbamba.
Aunque eso será por poco tiempo más, en breve esta será la sucursal de
la sucursal del cielo, aquí ya debe haber casi tantos caraqueños como en la
propia Caracas. Un día de estos van a hacer una plaza Bolívar con bancos y
edecanes, pero sin catedral y sin los vagos atorrantes de la esquina caliente
dedicados a joderle la paciencia a la humanidad entera en su esquina noreste.
Por lo pronto aquí ya hasta tuvimos un alcalde, ¡dígalo ahí Luigi Boria!
Somos
un ejército de gimnastas que podemos hacer decir no cuando es sí, y al revés
también. Es una maravilla de estos tiempos en que deshonestidad y oscuridad son
nuestras primeras necesidades, y que se vaya al carajo Bolívar con toda su
parafernalia, a fin de cuentas él no es quien para predicar la moral en
calzoncillos. ¿Acaso Miranda no fue el cambalache que el Libertador hizo por su
pasaporte para irse a seguir bajándole las pantaletas a cuanta culisabrosa se
le atravesara en el camino? Pero como somos hijos del territorio de la
parejería y la altisonancia, ahora somos más Bolívar que el propio Simón José
Antonio de la Santísima Trinidad.
¿De
dónde venimos? ¿De dónde vinimos? Una sola cuna y origen nos tiñe de pies a
cabeza, cuando veo en la “Madre Patria”, dicho con acento castizo y entonando
con aires de patiquín madrileño, la pelea de pollinos en celo de los ilustres
dirigentes de Podemos, y Errejón pone cara de niño recién destetado para
decirle al mal vestido y peor peinado de Pablo Iglesias: “Eso nos deja un
espacio que si hacemos las cosas bien nos puede permitir representar la esperanza
de mucha gente que se va a sentir decepcionada”; ahí mismo es cuando me
pregunto: ¿Y por qué me voy a poner con esas menudencias de culpas o
preocupaciones por ganarme lo que me gano de la manera que lo hago? Este es el
reino de lo imposible hecho posible gracias a mis posibilidades de bailar al
son que me interesa que me toquen. La moral es una zorrita maloliente a la que
ya nadie se quiere llevar a la cama, y no voy a ser yo precisamente quien se la
va a merendar ahora.
Yo
sé que estoy en una cuerda muy floja, y también sé que ellos me pueden echar la
vaina de mi vida en cualquier momento, pero esa es la ventaja de hacerte pasar
por tonto: los demás se terminan creyendo que lo eres y como tal te tratan, lo
que no saben es que más cretino es el que cree que el otro lo es y así lo
trata. No deja de tener su riesgo, pero bien vale la pena después de todo. Al
final del día si sabes mover bien los hilos de las marionetas puedes hacer que
todo suene para que a ti te convenga.
Todo empezó el día
que me encontré en Sabana Grande a Heraclio, y nos sentamos a tomar unas
cervezas en El Gran Café. Nosotros estudiamos desde segundo año hasta que nos
graduamos de bachilleres. Nos habíamos visto en alguna cursilería de esas de
reencuentros de ex alumnos y demás babosadas de similar tenor. Pero esa tarde
de martes me hizo cambiar las teclas.
–No te creas que es
nada del otro mundo, me imagino que eso es lo mismo que le pasa a las
prostitutas con su primera vez, pero cuando tienen los billetes en la mano ni
de vaina los devuelven, después o le agarran el gusto o entienden que es un
trabajo y ya está listo. ¿Qué es lo que tienes que hacer? Registrar una
empresa, que eso lo haces con menos de diez mil bolívares, y yo te meto en el
registro de proveedores, te aviso cuando haya una licitación, te digo cuánto
vas a poner, y te ganas el contrato, la tercera parte es tuya y las otras dos
terceras partes las vas a repartir entre la presidenta del instituto, el
licenciado Ortiz, la secretaria del jefe de Finanzas, este galán que está aquí
y una partecita que es como un diezmo que dicen, y eso es porque hay que
salpicar a todos; cuando comen todos, todos están contentos, no importa que uno
coma más que el otro, a fin de cuentas todas las barrigas no son iguales, a
todas no les cabe lo mismo. ¡Ojo! No es que vas a partir a partes iguales, ni
de vaina chico, a la secretaria no le puede tocar lo mismo que a la presidenta,
o al licenciado, o a mí, o al de la limosnita, ya te diré cuánto es para cada
uno. Eso es todo, nada del otro mundo, déjate de esos pruritos morales que con
eso no puedes ir al supermercado, si no llevas tu tarjeta no te llevas nada. ¿O
es que tú vas, llenas el carrito y en la caja le dices a la muchacha: es que yo
soy un hombre honesto y ella se sonríe y te felicita y te manda a que sigas
adelante? ¡Llama al de seguridad y con lo menos que te vas es con una patada
por ese culo! Hazme caso y déjate de pensar tanto que tú no eres Aristóteles,
vete mañana mismo donde un abogado, si no tienes uno yo tengo en Los Teques un pana
que te hace esos papeles y no te cobra de una, y espera a que te salga el
primer contrato para que le pagues. ¿Qué más quieres, torta con chicha? Mire
que el billete está en la calle y el que se pone las pilas lo mete en su
cartera.
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