Mi
padre tiene más de 40 años de muerto y sigo recordándolo cada día. Él era dueño
de un sentido del humor muy corrosivo y preciso, también tenía el don de poner
las cosas en su lugar con una frase, lo cual no solía generarle simpatías
precisamente. Cuando se ganaba un gesto avinagrado, o el recordatorio a sus
antepasados, solía voltearse hacia mí, cuando estaba alrededor, y me decía:
Alfredito, no haga como el frijol; no se meta en vainas para que en vainas no
aparezca.
Esas
palabras las he tenido en cuenta muchísimas veces en mi vida, otras que no,
como me ocurre hoy. ¿Cómo se queda uno
callado ante el despropósito generalizado que vive mi país? A veces tengo la
sensación de estar en medio de una pesadilla en la que el único que la sufre
soy yo. Es cierto que los sueños son individuales y por ello me pregunto si lo
que es un infierno para mí es una ensoñación para los demás. Sin embargo, ¿es
individual la situación o es un infierno lo que vive toda Venezuela?
La
voracidad se ha enseñoreado de una manera inaudita. Se habla de la dolarización
de la economía nacional con una naturalidad que ya hasta el bigote bailarín la
asume, y se entiende que esa es una medida a través de la cual la economía
busca mantener a flote los costos operativos. Ahora bien, la famosa “viveza
criolla” no cesa de manifestarse. Con estupor y rabia leo el correo de un
querido amigo que necesita intervenirse oftalmológicamente por cataratas y hace
dos semanas acudió a una reputada clínica de Santa Paula, en Caracas, donde le
cotizaron la intervención y demás detalles conexos en mil dólares. Dos días
después cuando fue a confirmar el procedimiento le anunciaron que el costo era
de MIL DOSCIENTOS dólares… Doscientos
dólares de aumento en dos días. Cuando el paciente reclamó, les copio el
fragmento: “y traté de argumentar que no puede existir tal inflación en dólares,
la respuesta que me dieron fue: son nuestras prácticas administrativas”.
Por
lo visto la Venezuela en que nací, crecí, viví, desapareció. Estamos ante un
país de caníbales donde el sálvese quien pueda es el lema. La indefensión ante
un estado criminal y arrogante no puede ser mayor, pero es entendible. Ahora
cuando esa postración se nos convierte en una condición que debemos acatar
compulsivamente, porque la propia ciudadanía olvida los más elementales
principios de solidaridad y amor al prójimo, es imposible no desanimarse.
Creo
que es hora de felicitar al chavismo-madurismo-clientelismo por haber sido tan
exitosos en volver cisco lo que éramos. Han logrado acabar con los venezolanos
y hacer que nazca el hombre nuevo. Hosanna en la tierra a los rojos de mala
voluntad.
© Alfredo Cedeño
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