Me fui de una punta a la otra, y de
haber estado por los andes tachirenses semanas atrás, ahora pasé una semana en
mi querida Margarita. No puedo llegar a estas tierras y no emocionarme. No en
balde aquí nació mamá, la necesitada Mercedes, a quien Dios debe tener en la
gloria. Llego aquí y la brisa de El Guamache me sacude los recuerdos.
Esta mar de azul hermoso que parió
perlas hasta salvar el reino decadente de una España santurrona y a menudo hipócrita.
No es gratis la dirigencia que hemos padecido –y en ello seguimos–, mucho
heredaron del Conde Duque de Olivares y del Felipillo IV que en vez de gobernar
se dedicaba a olerle los fustanes a María Inés Calderón, actriz conocida en Madrid como La Calderona, y preñarla de Juan José de Austria.
Llego y me recibe la mar de
siempre llena de botes minúsculos que retozan en su lomo, van preñados de afán
infinito para ganarse la vida. Las serranías de Macanao quebrando el horizonte
son azul de cerros comulgando con el cielo impoluto.
De acá son los tesoros más preciados que guardo: los mejores recuerdos de mi niñez, los paseos por los eriales de Los
Varales en el burro del tío Martín que se transformaba en un brioso corcel, los
cuentos de los viejos a la luz de las lámparas de kerosén mientras una hija de
mi tía Clotilde me malcriaba y me mecía la hamaca… ¡Tanto recuerdo bonito de
este trozo de mi amado país!
Esta vez disfruté de inmejorables
anfitriones: Ana Reyes, Raquel García y Carlos Ruiz Diez, quienes fueron mis ángeles
custodios, sin dejar de mencionar al muy querido y gran vacío tutelar Eduardo
Borra; que nunca deja de estar presente de una u otra manera en todo lo que a
nuestra isla refiere. Fue un recorrido a
ratos triste, otros melancólico, pero la mayor parte lleno de belleza de la
gente, de la tierra, del ambiente. Escribo hoy de Paraguachí, que está a menos
de ocho kilómetros al norte de La Asunción.
Como es normal que ocurra en casi toda Venezuela se andan sus
escasas calles y se ignora la carga histórica que ella arrea.
En el siglo XVI Juan de Castellanos
en su Elegías de Varones Ilustres de
Indias lo menciona, y habla de la fertilidad de sus tierras. Rosauro Rosa
Acosta en su Diccionario
geográfico-histórico del estado Nueva Esparta afirma que “Por lo fértil de
su terreno se implantaron importantes fundos agrícolas y de crianzas de ganado
mayor y menor. Alcanzaron gran auge las plantaciones de caña de azúcar y de
tabaco, el cual se exportó a España.” Otro autor que mencionó a esta comunidad
fue Jesús Manuel Subero quien reveló en su libro Crónicas margariteñas que el cura aragonés Agustín Íñigo Abbad y
Lasierra, más conocido como Fray Iñigo Abbad, llegó al puerto de Pampatar a las
cuatro de la tarde del siete de mayo de 1781 en visita pastoral y entre sus registros
se encuentran testimonios de su recorrido por San José de Paraguachí.
Como es de esperar en torno al
origen del nombre de esta población, de resonancias indígenas inconfundibles,
hay cuanta versión se le ha ocurrido a cada cual que tal erudito profano ha
formulado su verdad. Hay quien asevera: “Este vocablo indígena, el cual a
través de las investigaciones de la lingüística quiere decir abundancia de
langostas”; para otros “sol que viene con lluvia”, “casa donde nace el sol”…
Hay hasta quien afirma que en lenguaje cumanagoto paragua significa mar, y chí,
el sol.
Su iglesia construida en el siglo
XVI posee la cúpula más antigua de Margarita, así como uno de los retablos de
mayor data que se conserva en la isla, son motivo de orgullo para sus
habitantes; Luís José Farías, cuya casa queda en la parte trasera del templo, lo
explica pormenorizadamente a todo aquel que puede. Su casa es un retazo de esa
isla que por lo visto no vuelve: amplios corredores, techos altísimos para que
el calor se eleve y se mantenga fresco la parte inferior de la vivienda, patio
interno y al fondo.
En Paraguachí todavía se recuerda
que en la torre del campanario de su iglesia aparecieron incrustados dos platos
centenarios de porcelana, ellos fueron llevados en su momento a Arístides Rojas
quien en un informe explicó: “Es un plato de 22 centímetros de
diámetro, de mayólica del Siglo XVII, camafeo azul con dibujos llamados de
baldoquines que pertenecieron a la época de Luis XIV, la edad de estas piezas
las fijamos de 1660 a
1678.”
En su momento se discutió amplia y profusamente sobre el origen de esas piezas
y se oyeron distintas versiones de su posible procedencia, pero la que terminó
sobreviviendo fue la del propio Rojas quien estaba convencido que dichas piezas
habían pertenecido al Marqués de Maitenon, quien era oficial del pirata francés
Michelle de Grammont y destructor de la isla de Margarita en 1678.
Abuelas
que esperan en sus bancos, casas señoriales que se caen a pedazos, muñecas
abandonadas en medio de abandonadas estanterías, aires desoladores que agobian
a primera vista… Sin embargo, basta alzar la mirada a sus atardeceres para
sentir que nunca dejará de haber luz en estos parajes privilegiados pese a las
nubes de abandono que parecen arroparlo todo.
© Alfredo Cedeño
14 comentarios:
Hermosas imágenes que mas que melancolía reflejan recuerdos vividos e historias lejanas en el marco de esta bella localidad. Gracias por compartir
Buenos dias Sr.Cedeño ,muy lindo su relato por y los recuerdos que aun conserva de Margarita -Paraguachi .muy bonitos lugares
Gracias por compartir tan importante y significativa historia de la vida real. Feliz domingo.
Bonito relató bellas fotografías de la cotidianidad que viene y va sin más .
Hola corazón! Buenos días!!! Siempre
me siento atrapada y cautivada por tus fotografías. Cada vez que las veo relevo la calificación EXCELENTE. Acompañado de texto impecable, como resonador del sentir del ser humano, plasmando tus más detalladas expresiones. Bendiciones para ti muxaxito!!! Luisa E.
Buenos días. Como siempre un placer al poder contemplar y recordar la Venezuela profunda que maravillosamente nos ofreces en tus fotos y en tus textos. Gracias mil. Un abrazo
Alejandro Moreno
Realmente Hermoso, como todo lo que haces Alfredo. Yo creí que conocía todo el Estado Nueva Esparta, sin embargo se cuanto me falta por conocer un Pueblito como San José de Paraguachi y tantos otros que nos muestras con tanto cariño y esmero. Gracias por compartir lo lindo de Nuestra Querida Venezuela.
Hilda Pérez.
Hermoso como tus paisajes,un placer leerte,abrazo.
Claudia Nemirovsky de Pueblas
Buenos días Alfredo!!!!!
Como siempre, hermosas fotos llenas de melancolía, se que disfrutaste ese bello paisaje de la isla… gracias por compartirla conmigo…. feliz domingo…
Miriam
No podía esperar menos de éste Señorón llamada Alfredo Cedeño, tienes esa particularidad de escribir textos dándoles vida con cada una de sus fotos que tienen luz propia, me haces sumergir y disfrutar lo hermoso de cada región de mi país, la distancia lo pone a una melancólico , pero llegas cada domingo y me regalas la dicha de poderte tener en tus escritos a un amigo y mi Venezuela querida, que Dios te bendiga y un fuerte abrazo Alfredo, besosssss
No podía esperar menos de éste Señorón llamada Alfredo Cedeño, tienes esa particularidad de escribir textos dándoles vida con cada una de sus fotos que tienen luz propia, me haces sumergir y disfrutar lo hermoso de cada región de mi país, la distancia lo pone a una melancólico , pero llegas cada domingo y me regalas la dicha de poderte tener en tus escritos a un amigo y mi Venezuela querida, que Dios te bendiga y un fuerte abrazo Alfredo, besosssss
gRACIAS Alfreedo por tu empeño en darnos a conocer los rincones mas recondidos el país . Mil gracias ,Tus images perfectas .
Hola buenos días Sr. Alfredo: que artículo tan maravilloso!, que manera tan emotiva de presentar nuestros pueblos. Leerlo es como. Saludos a los anfitriones.
Carmen Elena
Leerlo es como....vivirlo!!, saludos
Confieso que no lo había leído, y en cada foto busqué a mis primos. Mi pueblo hermoso, donde pasaré mis años de vejez como pasé los de mi infancia. Gracias
Publicar un comentario