Nuestra angustia
vital, nuestro país, nuestra cuna primaria, han querido convertirla en un
vaudeville de fonda de mala muerte. Y sus autores, entiéndase la casta política
criolla, han logrado cautivar, cual Delia Fiallo repotenciada, a una audiencia
significativa. Destacan los pensantes, aquellos que miran, reflexionan y
expresan su más entusiastas encomios a los creadores del bodrio que se pretende
soportemos estoicamente. Voces adustas nos echan en cara a quienes alertamos
sobre el desastre y exigimos que al menos la justicia alguna vez sea una
realidad nacional. También hay quienes pretenden ser mordaces o juegan a ser
irónicos, sin comprender el papel de viejas celestinas que juegan en tan
infausta puesta en escena.
A ese
irreductible club de seguidores de las estrellas en cuestión no les importa que
la Fiallo haya sido superada años ha por José Ignacio Cabrujas, Salvador
Garmendia, Julio César Marmol y Boris Izaguirre, entre muchos otros. Ellos
aseguran que Cristal, Leonela y Esmeralda son la mejor demostración de lo que es la verdadera
manera de hacer televisión; y que La
Dueña, La hija de Juana Crespo y La Dama de Rosa, son veleidades de unos
comunistoides que aprendieron a hacerle guiños a Konstantin Stanislavski gracias a las musarañas importadas por Enrique Porte
al mundo actoral venezolano.
Hay momentos en
que me siento como si fuera un vecino sonámbulo que se da cuenta de que a lo
lejos se desarrolla un fuego que amenaza con incendiar las casas del vecindario.
De inmediato brincan rabiosos los corifeos a acusarme de alarmista y me desean
hasta que un cardumen de pirañas me coma las partes pudendas. Lamentablemente,
ese grupete de fanáticos ni de vaina agarra un balde para tratar de echarle
agua al fuego y te enrostran por qué no te ocupas de apagarlo. De lo menos que
eres tildado es de indolente.
Por lo visto se
aspira a que guardemos estoico silencio, y no faltan aquellos que exigen que
aplaudamos a rabiar y expresemos de viva voz nuestro total respaldo al elenco
de turno, y hasta hay los que exigen que mantengamos tan encomiable actitud
para con quienes aspiran a sustituirlos. Caso contrario eres un traidor
redomado que no tienes sino oscuras motivaciones en tu empeño de tratar de
hacer ver que todo está en llamas. No falta quien te acusa de cómplice de la
reata de pirómanos que han propagado la
candela por cada rincón.
¿Callar? No es
una acción que aprendí a realizar, sólo queda aguantar la tunda de los celosos
seguidores del adefesio en cuestión y seguir alertando. Ya se verá a los más
encendidos derramar lágrimas de cocodrilo cuando el fuego les empiece a
calentar los pies.
© Alfredo Cedeño
3 comentarios:
Comparto tu decisión de no callar sino seguir alertando con ánimo y sin cejar. Si algunos quieren que se instale el silencio o en otro caso el halago a los de siempre y sus corrfeos, no debemos darles gusto. A pesar de todos los peligros que se presentan de hecho y se puedan presentar aun peores en el futuro. Animo y con valentía pero también con cuidado porque son muy peligrosos.
Alejandro Moreno
Que columna tan mala, ningùn valor agregado, puras pendejadas.
Oswaldo Oswaldo Cartaya
Cierto, no hay NADA que aprovechar de este articulo. POBRE!
José Escandón Nuñez
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