A
la izquierda criolla no se le puede negar su histórico pragmatismo, siempre ha
sabido sobrevivir a cualesquiera sea la situación que le toque afrontar, hay
quienes le comparan con los ornitorrincos, y llaman en respaldo a su tesis que
tienen trompa de pato, rabo de castor y patas de perro de agua. Ciertamente que
en lo que ha devenido la otrora belicosa antiderecha venezolana, de manos
agarradas con el comandante nunca bien sepulto y don Nicolás Gofiote, es de
antología. Muy atrás quedaron los tiempos de Víctor García Maldonado, Rodolfo
Quintero, José Antonio Mayobre, Juan Bautista Fuenmayor, Kotepa Delgado, Miguel
Acosta Saignes, Miguel Otero Silva, Eduardo Gallegos Mancera, Pedro Ortega Díaz,
Alberto Lovera, Pompeyo Márquez, Jesús Farías, Cruz Villegas, Carmen Clemente
Travieso, Argelia Laya y Olga Luzardo, entre muchísimos otros.
Los
antes revolucionarios ahora gustan de mostrar sus logros sociopolíticos y se
pueden ver a sus más conspicuos representantes luciendo anillos Cartier,
relojes Patek Phillipe, zapatos Louboutin o corbatas Louis Vuitton. Todos hacen
gala de una envidiable autoestima, puesto que les importa muy poco parecer
loros caminando sobre una plancha de zinc o la puerca de Juan Bobo camino a la feria dominical del pueblo.
Es
profundamente lamentable que la gesta de hombres y mujeres, como los señalados en el primer
párrafo, se haya convertido en la manada
de mamarrachos que se jactan de ser los amos y señores del pensamiento de
“avanzada”. Lo cierto es que la llamada
izquierda venezolana aniquiló todas las estructuras sociales reivindicativas,
comenzando por las organizaciones sindicales. Buen empeño puso Chávez, al
comienzo de su gobiernucho, en tratar de neutralizar a los obreros petroleros; más tarde,
empleando en su momento como monigote a Aristóbulo Istúriz, trató de aniquilar
a la Confederación de Trabajadores de Venezuela –CTV-. Y fueron esos
conglomerados de obreros quienes le dieron las primeras derrotas políticas al
hasta entonces imbatible comandante sabanetero. Todo esto bajo la mirada
alcahueta y poco solidaria de los eternos defensores del proletariado.
Junto
a ellos le tocó a la labor social que por decenios había venido desarrollando
la Iglesia entre los más humildes y necesitados. Es innecesario hablar del
trabajo ciclópeo llevado a cabo por “Fe y Alegría” o el trabajo entre el
cinturón de miseria y dignidad que rodea a la Universidad Católica Andrés Bello
–UCAB- en nuestra maltratada Caracas. Es un largo rosario de atentados contra
todo intento organizativo para revestir de dignidad al venezolano. Las
comunidades indígenas han visto usurpadas, como nunca en su historia, sus
tierras ancestrales por una horda de canallas respaldados por el gobierno.
No
ha habido estrato de nuestra sociedad que no haya sido vejado a conciencia por
esta plaga bíblica que por veinte años nos ha asolado, y lo más insólito
gozando de una aclamación internacional a la que muy poco le importa nuestra
suerte. Total, la cabeza que se juega en medio de las fauces de las fieras no
es la de ellos. De un tiempo a esta
parte es que algunas voces se han comenzado a levantar, unas por elementales
razones de caridad, otras porque ya empiezan a vivir de cerca las consecuencias
de un poder inclemente que no duda en arrojar de casa a sus propios paisanos.
Sin embargo todavía no son escasas las voces que saltan a defender la
legitimidad de los gloriosos líderes que se ocupan de hacer cumplir la
“autodeterminación del pueblo venezolano”. Imbéciles es poco para lo que
merecen ser llamados.
La gloria de la izquierda venezolana no ha
podido ser más aciaga. Ha sido una siniestra resolución para suicidarse, y
ahora pone al país en bandeja de plata a cualquier aventura diestra. Nunca
mejor aplicado nuestro refrán: Cachicamo trabajando pá lapa. Es así como no debe extrañarnos que veamos a
Raúl Baduel, el mismo que tan denodados esfuerzos hizo para imponer entre las
fuerzas armadas el Patria, Socialismo o
Muerte, como ministro de la defensa. O tampoco a la sicaria judicial
Luisa Ortega Díaz como presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, o el Pollo
Carvajal regresando triunfal a dirigir los órganos represivos del estado, y
quién sabe si veamos a Rodríguez Torres de ministro de cualquier pantomima de
similar clase. Y todo esto al compás del batir de palmas de la izquierda
criolla, apalancados en sus colegas internacionales, que es vanguardia de
nuestro pensamiento. ¡Y cuidado se nos
ocurre criticar!
© Alfredo Cedeño
3 comentarios:
Yo conocí y traté a los dirigentes comunistas que mencionas, muy particularmente a Gustavo Machado.¡Eran unos señores! Los actuales merecen mi rechazo empecinado. Vuelvo a decirlo: ¡cada día escribes mejor!
Rodolfo Izaguirre
Excelente como siempre...gracias...
Regina Semprun
Hermano tremendo artículo ojalá se reparta en los liceos y colegios para que los jóvenes terminen de entender. Felicitaciones y un abrazo.
Rubén Osorio Canales
Publicar un comentario