El cada vez más relegado mataburros,
léase diccionario de la real academia, define la palabra mojiganga como una
obra teatral muy breve, de carácter cómico, en la que participan figuras
ridículas y extravagantes, y que antiguamente se representaba en los entreactos
o al finalizar el tercer acto de las comedias. También dice que es una acción
burlona o lúdica; y nos informa que era una “fiesta popular en la que se
utilizaban disfraces estrafalarios, especialmente de diablos o animales”. Casi
que la última acepción viene a calzar con el alboroto en que andan nuestros
impresentables políticos. Uno ya no encuentra ni por donde agarrarlos del asco
que suelen dar.
La
algarabía de moda es elecciones, no hay quien no se dé frenéticos golpes de
pecho mientras hace glamorosos llamados a ejercer el sagrado derecho del voto.
Desayunan comicios, almuerzan votos, meriendan sufragios, cenan votación, y
todavía se paran de madrugada a tragarse una urna electoral que estaba por la
nevera realenga. Mientras tanto, y como
quien no quiere la cosa, los madurólogos, diosdadólogos y demás anestesiólogos
de similar tenor, se dedican a hacerse lenguas de las bondades de nuestro
sistema electoral. A la par de ellos
anuncian profundas fracturas en el ala roja, y juran por este puñado de cruces
que la procesión interna ya la quisiera La Macarena en Sevilla la próxima
Semana Mayor.
La
sarna roja, estoy convencido, calla y ríe.
En cualquier momento aparecen abrazados el Trucutú de Monagas y el hijo
de misia Teresa dando vivas al comandante eterno, y tendrán unos cuantos que
meterse la lengua atrás de la oreja. Si algo hay que reconocerle a los
chavistas-maduristas-castristas es su honestidad política, ellos siempre han
dicho, y siguen haciéndolo, lo que quieren hacer y cómo lo van a hacer. Que nos
reviente el cómo lo dicen es harina de otro costal, porque la verdad que cuando
Pedro Carreño regurgita, o Iris Varela rebuzna, ni decir de cuando Bernal
cecea, es revulsivo, pero dicen.
Nuestra
Constitución vigente, la de 1999, La Bicha de Chávez, establece que nuestro
régimen político no es representativo, sino “participativo”; y ellos entienden
por tal referendos y otras consultas, pero también movilizaciones masivas,
incluidas las de los colectivos, “como formas directas de ejercicio del poder
popular” que ha sido dirigido con precisión milimétrica a periodistas, obispos,
estudiantes universitarios y miembros las ONG´s de derechos humanos. Todo esto
ha terminado en un sistema político hibrido en el cual hacen lo que les da su
real gana, al amparo de una legitimidad otorgada por la vía electoral. Chávez
no ejerció una mera retórica política, siempre fue sincero en sus pretensiones
de perpetuarse en el poder y para ello utilizó como principal palanca su
revolución mundial contra el imperio estadounidense y el sionismo, abarcando
alguna vez el extinto imperio español.
Si
hacemos un ejercicio de memoria recordaremos que en el año 2000, ya aprobada la
actual Constitución, fueron fulminados todos los miembros del antiguo Consejo
Supremo Electoral, electos en 1998 por el desaparecido Congreso Nacional. Vale
la pena decir que ese ente había demostrado su capacidad técnica y neutralidad
política. Hasta allí llegó la ecuanimidad de ese organismo. Aquellos años
fueron de una efervescencia que pudo por momentos escapar al bozal rojo, fueron
fundamentales las acciones llevadas a cabo por los gerentes de la industria
petrolera, que fueron apoyados por todos los trabajadores del sector y un
sólido respaldo nacional. Ello llevó a la crisis de abril del 2002 que fue
manejada de forma por demás hábil por parte del difunto. Una de las opciones que comenzaron a
barajarse en aquellos días fue la realización del Referendo Revocatorio, pero
así como hoy, la piedra de tranca era el Consejo Nacional Electoral y su
composición, la cual no se podía actualizar por la composición de la Asamblea
Nacional. Fue así como luego de varias
horas de reunión a puerta cerrada, la sala constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia de Venezuela designó a medianoche a fines de agosto del 2003 la
nueva directiva del Consejo Nacional Electoral.
En
aquellos días recuerdo claramente a los honorables miembros de nuestra casta
política celebrar dicha designación. Se presentaron toda clase de cuentas y
cálculos, todos decían que la directiva quedaba integrada por dos miembros de
la oposición: Ezequiel Zamora y Sobella
Mejías, dos del oficialismo: Óscar Battaglini y Jorge Rodríguez, y una figura
“independiente”: Francisco Carrasquero… el mismo que, como revela el
Diccionario General del Zulia en su volumen I, cuando estudiante tocaba el
bongó y cantaba en un grupo musical.
Para
ir abreviando que se nos alarga mucho el cuento, el rector guapachoso mostró su
corazoncito, a los pocos días de haber tomado posesión de su cargo, anunciando que
las firmas presentadas por la oposición el 20 de agosto de ese año no servían
para solicitar un referendo sobre la continuidad de Chávez en la
presidencia. No creo que sea necesario
abundar sobre la “independencia” de ese señor. Todos sabemos los resultados de
aquella consulta electoral, y pese a las demoledoras evidencias de fraude
cometido, y que demostraron en un estudio de María Mercedes Febres Cordero y
Bernardo Márquez, publicado en International Statistical Review, órgano
divulgativo del International Statistical Institute, fundado en 1885, la
organización más antigua y con más prestigio en cuestiones estadísticas en el
mundo; nuestra distinguida dirigencia nada dijo. El trabajo de Febres y Márquez
estuvo dedicado a detectar anomalías en ese proceso donde hallaron anormalidades
de todo orden y concierto en la data suministrada por el propio Consejo
Nacional Electoral (CNE). A manera de
anécdota debo decir que a fines del 2004 Enrique Naime le exigió a Márquez que
le presentara a los culpables del supuesto fraude…
Como
dije párrafos antes, la tendencia hoy es elecciones, ese es el ritmo de moda.
De nada sirve hablar de las irregularidades que encierra la selección de los
futuros rectores electorales entre gallos y medianoche. Los más exaltados ponen
de ejemplo a Chile y cómo le ganó a Pinochet en las urnas. O son o nos creen,
porque yo quiero saber en qué cabeza cabe pensar que una cúpula militar como la
que padecemos, de piernas abiertas a cubanos, chinos y rusos, puede hacer que
se respete la voluntad popular. Otros sacan a relucir el triunfo de las
elecciones legislativas del 2015 y los 109 diputados logrados en esa ocasión;
¿quién cree que la satrapía se va a dejar ponchar de nuevo? De vaina que nos
hablan de la intersección divina por medio de la cual veremos a Maduro, Cilia y
Cabello levitando sobre la escalera de El Calvario en beatífica sumisión ante
los designios del pueblo soberano. Por lo pronto nos exigen silencio y tener la
cédula de identidad en la mano para ir felices a participar en la gran fiesta
popular donde ellos acudirán con sus disfraces estrafalarios, especialmente de
diablos o animales.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Pues si que anda la cosa jodida por ahí, amigo Alfredo. A ver si algún día se ve un rayito de esperanza. Un abrazo
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