Hay
una canción que de niño oía en casa cada vez que a mi madre se le trepaba la
melancolía por su Margarita natal, y ponía un disco de Gualberto Ibarreto quien
cantaba con su voz inolvidable una malagueña que terminaba con estos versos:
No me obliguen que
cante que no puedo,
me duele el alma me
duele el corazón
se me acabó la musa y
el resuello
y el canto me priva la
respiración…
Sé
que tengo un compromiso con ustedes, quienes dominicalmente leen lo que acá
publico; por un mínimo respeto debo tratar de cumplir con aquel viejo dogma del
periodismo que es INFORMAR, FORMAR Y ENTRETENER... Ahora que lo escribo
recuerdo una entrevista que le hizo Juan Cruz, de El País, a Ben Bradlee, el
mítico ex director de The Washington Post, quien decía: “para un periodista el
principio fundamental es buscar la verdad y contarla.”
Todo
esto, he de confesar, me crea un verdadero zaperoco mental, por no denominarlo
con término flatulento. ¿A qué viene todo esto? A que hoy escribo desde el
territorio de “me da la gana”, de las emociones más puras que todavía guardo en
ese niño que me resisto a perder, ese del que he jurado que jamás me voy a
despedir. Escribo de la isla de Coche, en el estado Nueva Esparta en el oriente
de esta Venezuela de mis tormentos.
Coche
es territorio de gente preciosa de una raigambre que estremece. Siempre tengo
presente un cartel comido por la herrumbre y el salitre que desde un poste me
saludó la primera vez que estuve allí: De
Coche es la gente honrada y valiente, y aquel que es cochense no roba ni miente..!
¡Carajo! Qué lección de dignidad e hidalguía en ochenta y cinco caracteres,
que twiter ni qué niño muerto.
Isla
de aguas claras como cristales, nombre que al decir de algunos es indígena y es
vocablo que quiere decir venado. Según han dicho fue descubierta por el
almirante genovés el 15 de agosto de 1498, aunque no se detuvo en ella y sólo
le pasó por un lado.
Fue visitada
por Humboldt a comienzos del siglo XIX, quien dejó anotado en Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo
Continente:
“Al comienzo de la conquista la
sola isla de Coche daba 1.500 marcos de perla por mes (...) conviene recordar
que en la misma época las minas de América no producían más de dos millones de
pesos y que la flota de Ovando parecía de una riqueza inmensa porque llevaba
unos 2.600 marcos de plata.”
En esta
queridísima isla vive el no menos querido Francisco León, “hijo de mi padrino y
que para mí es un hermano”, solía decir la vieja Mercedes, mi ya citada madre,
cuando su mirada abortaba la tristeza recordando alguna de las picardías de él.
Chico León el de risa fácil y requiebro a flor de piel ante cualquiera que le
pase al lado: “Es que la mujer es la sal de la vida, mijo querido, ¿cómo no va
uno a adorarlas si de una de ellas venimos? ¡Hay que ser bien porquería y no
hacerlo!”
Aquí sus
hombres, niños y mujeres siguen diariamente sosteniendo ese rito milenario que
los guaiqueríes concelebraban con la naturaleza para vivir: La
Pesca. Lo hacen en alta mar y en las
orillas, lo hacen al compás de sus risas desenfadadas, lo hacen con gestos
armoniosos donde nadie estorba a nadie y cada cual va agarrando lo que necesita
para el desayuno, lo hacen mientras intercambian chismes y travesuras, lo hacen
con una pureza y sentido de vida que estremece.
Casas
decoradas con estética y cromatismo que algunos, con gran ingenuidad, etiquetan
de ingenuos sin entender que el predominante azul es representación del cielo y
mar que les rodea; que el rojo es la sangre vital de peces y la propia que se
juega en cada lance de pesca. Rombos, cuadrados, rectángulos que son puertas a
un juego limpio donde se compite por adornar la morada con el decoro transparente
de quien no entiende la vida como no sea frontal y abiertamente.
Tierra
con una sinfonía de tonos en su corazón que se replican y multiplican con armonía
precisa en los atardeceres.
En Coche se realiza
el ofertorio con una hogaza de sándwich y las redes dan a las manos curtidas de
sus hijos el pan de cada día.
Ellos
tallan sus cuerpos al ritmo del quehacer diario, y ellas van tejiendo con sus
brazos curtidos el calor de los fogones donde la comida será carnaval de gustos
y olores.
Territorio
donde los ancianos afincan las nalgas al suelo para templar las redes a tierra
y enseñar a niños, mujeres y perros lo que realmente vale la pena de lo
arrancado al agua.
Mujeres
y hombres buscan con ahínco la luz, bien en medio de un cargamento de chamizas
o en el relámpago de carne plateada del pez que se arroja al fondo del bote.
Coche
es una plegaria que incansable rueda sobre los brazos de las cruces que desde
las ventanas bendicen a caminantes y navegantes. Oración que se preña de
bendiciones con una letanía de cantos que se convierten en gestos de pundonor...
Cada vez que
he salido de ella de madrugada, y veo las luces de San Pedro desde la mar, no puedo
dejar de sentirme vacío. Siempre pienso que estoy dejando atrás al cielo y el
chisporroteo de sus luces se me convierte en estrellas, las mismas que veo
saltar en las risas y pupilas de cada uno de los cochenses que he tenido el
privilegio de tratar.
© Alfredo Cedeño
9 comentarios:
Es un regalo que cada domingo recibimos de ti....GRACIAS.Un abrazo.
Hermosas fotos!! y bello escrito de COCHE. Me encantó esto que escribiste... A que hoy escribo desde el territorio de “me da la gana”, de las emociones más puras que todavía guardo en ese niño que me resisto a perder, ese del que he jurado que jamás me voy a despedir.
Zafira
Ver las fotos acompañada de cada texto es como si estuviera en Coche. Amargura es decirle adios al niño que llevamos adentro, territorio de nadie!!! Es ser auténtico.. porque los niños y los borracho no dicen mentiras. Me adentré lentamente en este Coche donde la gente sabe de que están echos "DE COCHE ES LA GENTE HONRADA Y VALIENTE Y AQUEL QUE ES COCHENSE NO ROBA NI MIENTE", que cosa mas bella como se califican, porque saben quienes son. Las fotos hermosas, el atardecer con la lancha, el agua cristalina, todas esa imagenes las captó un profesional para el disfrute de los que queremos aprender y viajar desde una laptop. Gracias Maestro
Gracias por ofrecernos tanta emoción!
Espero que más a menudo se te haga difícil seleccionar las fotos mejores (lo percibo por la cantidad mayor de imágenes), así nos regalas la abundancia de la que te alimentas.
Monica
Muchas Gracias Alfredo. Excelente publicación sobre Coche por un momento te transportas al lugar. Y en mi caso, como no lo conozco es como si hubiese realizado un pequeño viaje a la isla.
Samuel Flores
Qué buenas todas!! me encantó la del cartel todo oxidado!!
deberías hacer un libro!! La Polar pagaría un dineral por algo así...
y ademas publicas tus fotos!
Sebastian Flores
Como siempre tus artículos excelentes, quienes no conocemos toda la geografía de Vzla viajamos con tus fotos y modo de describirla
Horysa Parada
La emoción de tu escrito se percibe como el orgullo del cochense y a nivel fotográfico guao!!!!!
Nunca he estado allí, pero después de ver y leer lo que has compartido siento haber regresado de un espectacular viaje al oriente de esta Venezuela hermosa, gracias por permitirme conocerla a través de ti. Mis saludos.
Carolina Ontivero
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