Hasta el
hartazgo lo he dicho, y seguiré haciéndolo: Venezuela está llena de rincones
con un acervo digno de cualquier reino. Por ello es que no logro, ni lograré,
entender el agravio perpetuo a que es sometida su memoria, y la de todos aquellos
que nos fue labrando gesto a gesto.
Menos de 80 kilómetros en línea
recta al este de Caracas, en el llamado barlovento mirandino, a orillas del
apestoso río Tuy, está Panaquire, población que comenzó su paso por la historia
en la primera mitad del siglo XVIII. Para ser preciso explico: el 6 de
septiembre de 1732 José Manuel Betancourt, “en su nombre y como apoderado de un
grupo de vecinos de las Islas Canarias” presentaba ante el Gobernador,
Sebastián García de la Torre ,
la solicitud para “en nombre de mis partes pido se les conceda y permita hacer
fundación y población en conformidad de lo dispuesto por Su Majestad y leyes de
este Reino, y que sea dicha fundación en la otra banda del río Tuy, por estar
informados ser tierras Realengas (…) en el valle que llaman de Cüira para dicha
fundación…”
El mentado García
de la Torre en
Auto del 13 de octubre de 1732 aceptó el requerimiento y designó a Ignacio
Merquelín, y en su defecto a Diego Muñoz de Vergara, para que reconociese las
tierras de Cüira. Pero, como en nuestra tierra no es nuevo eso de no hacer de
manera expedita todo aquello que se pueda empastelar, el vasco Martín de
Lardizábal había sido designado Comandante General de la Provincia , con mando
sobre el Gobernador Capitán General.
El hijo de la
vascongada llegó destituyendo a García de la Torre y derogando todo aquello cuanto hubiera
pretendido dictaminar. Como pueden ver
no es nuevo en estas tierras el que los militares pretendan imponer la fuerza
bruta sobre las normas legales. Es viejo por estos lares aquello de que la ley
es la que me permite imponer mi armamento.
Sigo
con el cuento. Entre el grupo de canarios que pretendían realizar la citafa fundación
estaban: el capitán Juan Rodríguez Camejo, Felipe Lorenzo Fernando, Manuel de
Guevara, Juan Gutiérrez Chiirnos, Juan Martín del Castillo, Juan Francisco de
León, Felipe Domínguez, entre otros. Destaca Lucas Guillermo Castillo Lara en
su libro La aventura fundacional de los
isleños que en dicha solicitud “sólo los cinco primeros nombrados firmaron,
por saber hacerlo, y por lo otros, que no sabían, lo hizo Pedro García de
Segobia. Decían los documentos: “a ruego de las demás personas contenidas en
este escrito que no supieron firmar”.
Pese
a desplantes iniciales de Lardizábal y variadas peripecias legales el 30 de
octubre de 1733 se concedió la autorización para que se fundara Panaquire, para
lo cual les concedía cuatro leguas de tierra de distrito. El acto formal de
instalación en los territorios propiamente dichos se llevó a cabo el 4 de marzo
de 1734. Es necesario decir que todos
concuerdan en señalar que tras el intento fundacional no había más que una
jugada legal para poder establecerse en esa zona un grupo de españoles de orígenes
canario, o isleños como solemos denominarlos, para dedicarse a la producción y
explotación del cacao ya que todos ellos eran personas establecidas en Caracas.
También es
bueno aclarar que al comienzo este sitio fue denominado San Fernando de Cuira,
pero en breve se empezó a llamar unas veces Nuestra Señora de la Candelaria de Cüira y
otras Nuestra Señora de la
Candelaria de Panaquire.
Del mismo modo, escribo que la zona donde se habían instalado no era la
más indicada para tales efectos. Es así como a fines de septiembre de 1741 Juan
Francisco de León, Cristóbal Izquierdo y Gonzalo Díaz Borges presentan ante el
gobernador, que para entonces era
Gabriel de Zuloaga, a nombre de los “vecinos y moradores del Partido de
San Fernando del Valle de Panaquire” y piden se les autorice el traslado de la
población a un paraje más cómodo a orillas del río Tuy.
El gobernador
Zuloaga quien no veía con buenos ojos a los isleños les hizo las una y mil
triquiñuelas y llega incluso a ocultarles la existencia de una Real Cédula que
el 27 de abril de 1744 autorizaba la refundación del pueblo. Viene al caso
decir que las labores de afincamiento de los canarios en la zona no habían sido
menguados: en 1746 en el área existían 20 haciendas de cacao que contaban con
166.200 árboles…
No voy a
explayarme ahora en describir las virtudes de los canarios, pero la tozudez de
ellos y su empeño tienen bien ganada fama. De León y sus paisanos no cejaron en
su empeño y, hechos los pendejos que llaman, siguieron acrecentando sus
siembras y haciendo sus casas en el sitio que habían escogido como el ideal
para refundar su pueblo. A todas estas
el rey seguía haciendo lo que le salía del forro de sus reales aposentos y había
nombrado gobernador a Luis Francisco Castellanos.
En este punto
es necesario señalar a breves rasgos que toda la Provincia de Venezuela
llevaba largos años bajo el yugo económico de La Real Compañía
Guipuzcoana de Caracas “constituida el 25 de septiembre de 1728 en virtud de
una Real cédula expedida por el rey Felipe V, para establecer un esquema de
intercambio comercial recíproco y exclusivo entre Madrid y la provincia de
Venezuela”. La mencionada entidad se
convirtió en un azote para los lugareños, en particular de aquellas regiones
donde se producía cacao que era el oro del momento en Europa. Los desafueros de
los vascos en estos lares han llenado decenas de libros y trabajos de todo orden
y tenor que no pretendo yo ahora resumir en medio párrafo. Finalizo este
segmento explicando que esa cadena de
atropellos fueron actuando como caldo de cultivo para lo que ahora empezaré a
escribir.
El ya
mencionado gobernador Castellanos el 7 de marzo de 1749 nombró a Martín de
Echevarría Cabo de Guerra y Teniente Justicia de Caucagua y Panaquire; quien venía con claras instrucciones de hacer que el contrabando de cacao en la zona no se llevara a cabo y que la producción de la zona se canalizara hacia la mentada Guipuzcoana. Este
señor llegó a Panaquire a asumir el cargo el 23 de marzo y al cruzar el río Tuy
y encontrar cinco canoas de los habitantes de la comunidad sin mayores
averiguaciones las destruyó por “suponerlas de contrabandistas”. No tengo que
abundar en describir la ola de indignación y retahíla de recordatorios que de
la amada progenitora de Echevarría se ocurrieron de inmediato. A todas estas, Juan Francisco de León andaba
fuera del pueblo en sus labores habituales.
Finalmente
sería el 3 de abril cuando el vizcaíno trataría de tomar posesión del cargo,
pero de León que había convocado a todos los vecinos se negó a hacer entrega
del mismo ante el rechazo unánime de los pobladores. A partir de ese momento
comenzó una vorágine de hechos que terminaron en una marcha de Juan Francisco
de Leon hacia Caracas a manifestar su descontento con la manera como se
manejaban los asuntos gubernamentales en Venezuela. Lo que poco se ha destacado
es que la llamada revuelta de los isleños de Panaquire fue secundada por gente
de los valles de Aragua, Maracay, San Mateo, Cagua, San Carlos, Guanare, San
Sebastián de los Reyes; amén del apoyo tras bastidores que no pocos mantuanos
caraqueños le brindaban. Lo que anoté líneas atrás: la política de la Guipuzcoana era
desoladora y todos estaban hartos de ella, sus representantes y todo aquel que de alguna manera les recordara su existencia.
El 19 de abril
de ese año Juan Francisco de León con una vasta hueste llega a Caracas y dirige
el 20 una carta al gobernador donde dice: “La plebe toda de estos Valles se
halla resueltamente conjurada contra la tripulación vizcaína e igualmente todos
los circunvecinos de la
Provincia , motivados a hacer presente la injusticia que
generalmente se ha ejecutado con toda la Provincia.”
Asienta
Castillo Lara, en su citada obra: “Nadie se oponía y nadie tampoco quería
ofender con la violencia de la fuerza. Se parecían más bien a esos Comuneros
venezolanos, que pocas décadas más tarde recorrían el lomo de los Andes en
andanzas reivindicativas.” Lo cierto es que el aparataje real siguió
funcionando, mientras la protesta fue perdiendo fuelle y de León regresó a su hacienda
y pasaba el tiempo. En el ínterin es
nombrado nuevo gobernador Felipe Ricardos a quien le dan instrucciones para que
“con todo secreto procedería a prender a Juan Francisco de León, aunque
aceptase la Real
resolución de restituir a la
Compañía [Guipuzcoana, por supuesto], y lo remitiría al lugar
que se le indicase”.
En agosto de
1751 Juan Francisco de León se alza de nuevo al conocer las pretensiones de
Ricardos, pero la represión es brutal. Él logra escapar y, luego de una cacería
en la que no logran apresarlo, a fines de febrero de 1752, decide entregarse. Luego
de los juicios de rigor el 28 de marzo junto con su hijo Nicolás, Matías de
Ovalle, Pablo Cazorla, Gaspar y Lorenzo de Córdoba, son enviados como prisioneros
a la prisión de la Carraca
en Cádiz; donde murió el 2 de agosto de 1752.
En
aquellos tiempos, y también ahora, han sobrado los jueces de las acciones de
Juan Francisco. Hay los que le acusan de pusilánime, otros de falta de
liderazgo, y así hasta el infinito y más allá. Él fue un hombre que decidió en
su momento afrontar con todas sus consecuencias el inmenso aparato de un reino
que como un gran Babieca había entregado a una corporación comercial los
destinos de gente, bienes y hacienda con su consiguiente explotación
irracional. Pudo haberse quedado tranquilo y contrabandeando con ingleses y
holandeses parte de la producción de las mas de quince mil plantas de cacao que
poseía, sin embargo asumió el liderazgo que ejercía en Barlovento y en su
momento encabezó la marcha sobre Caracas que puso en jaque a todos. No en balde
el gobernador y los representantes de la mentada entidad comercial vasca
pusieron pies en polvorosa y dejaron la ciudad en sus manos.
No
es especulación decir que ese levantamiento fue semilla de los posteriores
alzamientos pidiendo la independencia que más de medio siglo más tarde logramos
obtener. Por ello no deja más que mal sabor de boca recorrer las calles de
Panaquire hoy en día y ver el estado de abandono en que está. En una plaza maloliente un busto vandalizado
de Juan Francisco de León permanece a la sombra de unas matas marchitas.
Por
sus calles la gente pasa con la digna altivez de quienes saben no deberle nada
a nadie, escaleras abandonadas que algún día serán transitadas de nuevo, en sus
casas las flores de guamacho (Rhodocactus
guamacho) alegran la mirada al que pasa, y sus habitantes salen a recibir
con una sonrisa y un gesto amable al visitante.
Al
final de la Calle Real ,
en diagonal a la plaza Bolívar, el que aseguran es el puente colgante artesanal
más grande del país, se sigue
balanceando sobre las aguas del Tuy. Los usuarios van marcando sus pasos entre
las tablas desvencijadas que en cualquier momento se pueden terminar de
reventar.
En
Panaquire tuve la sensación de que hasta la iglesia ha sido desahuciada. Una
Santa Rosa de Lima deslavazada que sostiene un cristo mutilado es una imagen
que no logro sacar de mi recuerdo.
© Alfredo Cedeño
9 comentarios:
Dios ,muchacho como tu andas por eso parajes, una historia muy interesante y recuerda mucho la situación actual, solo que el pueblo Venezolano como que perdió el ímpetu ,En Panaquire lo único que se ha salvado como que es el sagrario. Gracias Alfredo por este viaje histórico ,no conozco ese lugar
Que paseo más bonito el de Panaquire mi PANA!!
Zafira
Me encantó!! Increibles las fotos y la historia, hay magia, color, y una pizca de misterio... gracias por compartir esta experiencia, un gran abrazo
que bello es panaquire si tienes sus misterio i su majia tienes muchas cosas mas los rios son espectaculares
hola buenos dias, la historias es muy interesante, pero es bueno resaltar ahora lo actual la parte turisticas como son sus rios y el famoso chorro de urba, su cultura y tradicion es bueno volver a darte un paseo por la zona
La tierra de todos mis ancestros.....hermosos recuerdos de mi niñez...
Excelente trabajo. Un aporte valioso para los estudiantes y futuras generaciones. Muchas gracias por este gran aporte... Gracias gracias gracias
Muy buen trabajo falto mucho como sus ríos y aunque las realidades de nuestro país es otra pues aun se conserva lo cálidos que son sus habitantes los lugareños son pocos los que conocen su historia pues ya muchos de nuestros patrimonios ya no están físicamente panaquire seguirá siendo un pueblo de personas amables y cariñosas con los foráneos serán muy bien atendidos en visitas a nuestros ríos hermosos aunque sera una travesía de campo sera inolvidable
Soy panaquireño de pura cepa nacido y criado el mejor pueblo del mundo el que va y se baña en panaquirito pues se queda y mi patrona la virgen de la Candelaria lo acoje como un hijo mas
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