domingo, diciembre 29, 2013

EL BAILE DEL MONO

            Las fiestas son ceremonia y parpadeo de la libertad, en ellas suelen conjugarse pasiones y emociones; son telón que se descorre presuroso para dar paso a la fantasía que guardamos con miedo, guiño liberador a las culpas que permite asumir lo que se quiere o sueña ser… Al final son ceremonias donde entregamos nuestra pureza y rescatamos lo atávico que sobrevive en nuestros posos humanos.  
 
        En torno a las llamadas fiestas folklóricas se han vertido verdaderos mares de tinta para describirlas y teorizar respecto a ellas. La científica chilena, Isabel Cruz Ovalle, en su artículo Lo sagrado como raíz de la fiesta explica: “La fiesta ha sido (…), a lo largo de la historia, una forma y una ocasión para comunicarse con Dios a través de los lenguajes sagrados.”   Estoy convencido de que no hay otro Dios que aquel que atesoramos en nuestras obras, y es su búsqueda en lo mejor de nosotros mismos lo que termina construyendo los cielos o infiernos donde luego nos sumergimos. 
 
            Y recurro de nuevo a la citada Cruz, quien en otro párrafo de su citada pieza asienta: “Desde sus orígenes hasta hoy, la fiesta “festiva por excelencia”, como la llama Josef Pieper, ha estado ligada a lo sagrado. Porque ha sido la dimensión trascendente del hombre la que se ha expresado en ella a lo largo de los siglos, insertándose como un interludio y, a la vez, como un enaltecimiento de lo cotidiano.” Mientras leo a esta autora no puedo dejar de pensar en las célebres Saturnales…
 
Se ha conservado un fragmento de las palabras que la sacerdotisa pronunciaba para dar inicio al rito de la Saturnalia: “Esta es la noche del solsticio, la noche más larga del año. Ahora las tinieblas triunfan y aún así todavía queda un poco de luz. La respiración de la naturaleza está suspendida, todo espera, todo duerme. El Rey Oscuro vive en cada pequeña luz. Nosotros esperamos al alba cuando la Gran Madre dará nuevamente a luz al sol, con la promesa de una nueva primavera. Así es el movimiento eterno, donde el tiempo nunca se detiene, en un círculo que lo envuelve todo. Giramos la rueda para sujetar la luz. Llamamos al sol del vientre de la noche. Así sea.”
            Tales fiestas fueron llamadas así porque se celebraban en honor de Saturno, y fueron establecidas alrededor del año 217 a. C. para elevar la moral de los ciudadanos después de una derrota militar sufrida ante los cartagineses en el lago Trasimeno. Al comienzo se celebraban en el Foro romano, el 17 de diciembre, con sacrificios y un banquete público festivo, o lectisternium, y al grito multitudinario de Io, Saturnalia se armaba una que ni en los bebederos de Cartagena de Indias se llegaron a ver alguna como esas. Ahora bien, la cumbiamba fue tan apreciada por el pueblo, que se armaba la parranda por toda una semana, del 17 al 23 de diciembre. Ante el desmadre colectivo las autoridades de aquellos tiempos optaron por darle rienda libre a la pachanga.
 
En el post de la semana pasada, cuando escribí sobre las hallacas (http://textosyfotos.blogspot.com/2013/12/hallacas.html) mencioné que las fiestas navideñas cristianas son rezagos de estas mentadas saturnales.  Algo que no expliqué en esa oportunidad de la pasada semana fue que en ellas se decoraban las casas con plantas y se encendían velas para celebrar la nueva venida de la luz. Los romanos amigos y familiares, se hacían regalos y era una semana de verdadera parranda, comilonas e intercambio de regalos. En este lapso los esclavos solían ser liberados de sus obligaciones y sus papeles, en algunos casos, cambiados con los de sus dueños.
 
Esto me hace recordar al ahora Nobel Mario Vargas Llosa, quien en Lituma en los Andes pone a uno de sus personajes a reflexionar: “Eres esclavo o sirviente de alguien, siempre. Bailando y bebiendo, no hay indios, mestizos ni caballeros, ricos ni pobres, hombres ni mujeres. Se borran las diferencias y nos volvemos como espíritus: indios, mestizos y caballeros a la vez; ricos y pobres, mujeres y hombres al mismo tiempo.”
 
A esta altura ya bien pueden suponer que podría seguir citando datos al respecto ad líbitum, como seguramente acotaría el honorable gocho y lustrado don José Humberto Márquez, respecto a los orígenes de las fiestas folklóricas que se llevan a cabo en cualquier rincón del mundo.  Afortunadamente en esta Tierra de Gracia sobran rincones con manifestaciones de este tipo; tal como ocurrió ayer en Caicara de Maturín, a menos de 50 kilómetros al oeste de la capital del estado Monagas, en el oriente venezolano, donde como cada 28 de diciembre se llevó a cabo El Baile del Mono o El Mono de Caicara.
 
Se sabe que esta tradición ya es secular, y hay quienes afirman  que sus orígenes provienen de los indígenas Chaimas y Parias quienes solían practicar diversos ritos para obtener buenas y abundantes cosechas, aunque hay otros que dan mientes a ello y afirman que en realidad desciende de los españoles. Lo que yo les puedo asegurar es que cada día como ayer el mencionado pueblo, que además es la capital del municipio Cedeño, de la ya citada entidad geográfica, es un solo jolgorio en el que Raimundo y todo el mundo se disfraza de lo que se le antoje y numerosas parrandas salen a cantar por sus calles. 
 
Viene al caso explicar que Caicara de Maturín fue fundada el 20 de Abril de 1731 por el Padre Fray Antonio de Blesa estableciendo la Misión de “Santo Domingo de Guzmán de Caicara”, por lo que las fiestas en honor al santo patrono del pueblo se llevaban a cabo los 8 de agosto.  La tradición oral asegura que en dichas fiestas patronales El Mono se colaba y terminaba desbancando al fundador de los dominicos del sitial que le correspondía y además dejándolo solo en el templo. Ante semejante desbarajuste el cura Eurípides Serrano, supongo que harto del culipandeo y la mojiganga, en 1899 decidió que al bendito primate lo bailaran el 28 de Diciembre.
 
Allá viene el mono,
viene e Punta de Mata,
lo vienen bailando
todos en una pata.
Así corearon ayer decenas de miles que reventaron las calles de Caicara.  Una  tradición delirante donde la candidez de los lugareños no dejó de ser el principal encanto para quienes acudieron allá.
 
            Hoy amanezco con La Fiesta de Serrat en un repique inclemente que no me deja en paz:
Se despertó el bien y el mal
la zorra pobre vuelve al portal,
la zorra rica vuelve al rosal,
y el avaro a las divisas.
Se acabó,
el sol nos dice que llegó el final,
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.

            ¡Hasta el año que viene!  Y que el 2014 nos sea leve…

© Alfredo Cedeño

 
 
 
 
 
 
 
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dívinas las tradicionales fiestas de mi país, en las que siempre se arma la BULLANGUERA. Gracias mushashito por regalarnos cada vez algo más de nuestra hermosa tierra. Muy orgullosa de compartir !!! BluisaE.

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