La canción de
moda en ciertos ambientes nacionales, con ciertos toques de bygdedans traídos
directamente de los fiordos, un toque de calypso de Barbados y, como era de
esperar, una buena dosis de rumba cubana, es la reconstrucción de Venezuela. El
coro enaltecedor de la inclusión es atronador, es una verdadera polifonía en la
que una nube de coreutas enardecidos clama por la unidad, aun cuando sea contra
natura, de todos contra Maduro. No se tratan de simples motetes los que se
entonan, ya quisiera Wagner haber mostrado semejantes habilidades en su
Tannhäuser o en Parsifal. Aunque abundan también aquellos émulos del bachiller
Modest Mussorgsky que se la juegan a lo Boris Godunov, donde el protagonista es
el pueblo mismo.
La pompa y
seriedad con la que se exige la participación de todos los connacionales es de
una conmovedora elocuencia. ¡Es que hasta ternura dan! ¿Qué importa que el
honorable Ismael haya creado la Lista Maisanta? ¿Cómo vamos a detenernos en
minucias como los encarcelamientos ordenados por la sicaria judicial Luisa
Ortega? ¿Quién osa pedir cuentas a esa nueva joya, que nadie sabe ahora donde
ponerla para que no se rompa, El Pollo Carvajal? ¿Hasta cuándo pretenden distraer
a la colectividad del inefable apoyo a la ínclita dirigencia política que tanto
nos ha aportado en esta sacrosanta lucha contra la dictadura? ¡Es que no
cooperan en nada estos cómplices de la antipolítica que tanto daño nos ha
hecho! Todo esto entonado con cara de circunstancias y gesto de sacristán con
ataque de hemorroides.
La sumisión tiene que ser absoluta ante el estalinismo
contemporáneo de la corrección política, bozal con el que se nos pretende
amordazar a quienes disentimos de todas las imbecilidades que van
soltando. La más reciente es la
necesidad de convocar a los más conspicuos asnos de la reata roja porque todos
somos necesarios en esta hora del renacer nacional. A ver, ¿quién me puede
decir una sola cosa que estos hijos de sus malas madres hayan hecho? ¿Qué nos
pueden aportar los chavistas-maduristas aparte de sus habilidades más que
patentes de acabar todo cuanto tocan? ¿Acaso necesitamos que arruinen todavía
más lo escaso que nos queda? ¿Es que los necesitan para que enseñen cómo saquear
inmisericordemente las riquezas del país? ¿Qué demonios puede aportar esa
gavilla de alimañas?
¿A qué están
jugando los correctos "dirigentes"? ¿Qué buscan los neo notables
cuando se erigen en la bisagra de una puerta que no existe porque hace rato que
las termitas se la zamparon? A quienes alertamos sobre los riesgos de la
perversión que se nos trata de endosar, buscan despacharnos con el remoquete de
anti políticos, o guerreros del teclado, o de mandaderos de Maduro. Y no puede uno dejar de pensar: ¿Quiénes
pusieron su mejor celo y empeño en descalificar y acabar los partidos políticos
que sus propios dirigentes? ¿Acaso no lo demostró el prócer Rafael Caldera, que
prefirió destrozar lo que quedaba de Copei para avivar el chiripero devenido en
el partiducho Convergencia? ¿Acaso fuimos nosotros los que hicimos que el
otrora venerable Alfaro Ucero diera el nada edificante espectáculo, tal judío
errante, de su candidatura náufraga?
Bien lo dice el
refrán: no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y hoy por hoy lo que sobran
son émulos de Edipo. Se empeñan en acuchillar a Layo, después de todo su
obsesión por Yocasta poco les importa que les termine costando los ojos que
ellos mismos se terminarán sacando.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
La verdad que la politica en Venezuela es un arroz con mago...muchos capitanes y pocos marineros...
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