No
recuerdo cuando fui por primera vez a El Tirano en Margarita. Debe haber sido
muy pequeño, porque cada vez que llegó a esas playas, su azul tan particular y
la silueta de los islotes del archipiélago Los Frailes en el horizonte, son más
que un recuerdo y más bien son una presencia indeleble en mi existir. Es decir:
son parte de mí mismo como parte de ese andamiaje de sedimentos que constituyen
a cada quien a partir de sus amores, vivencias y hechos.
Explica Rosauro Rosa Acosta en su Diccionario Geográfico-histórico del estado
Nueva Esparta que “En los primeros tiempos de la Margarita se conoció con
el nombre de Bahía de Paraguachí, más tarde y con motivo del arribo por esa
bahía del Tirano Aguirre, se le denominó el puerto del Tirano”.
De aquel vasco, que tras navegar
infinitos kilómetros, llegó a la isla de Margarita precisamente en este punto,
y sobre quien se han escrito infinidad de obras, Miguel Otero Silva en Lope de Aguirre, príncipe de la libertad
ficciona así su arribo: “Tras diez y siete días de navegación marina los
bergantines de Lope de Aguirre divisaron las costas de la Margarita en veinte días
del mes de julio de mil quinientos sesenta y un años, (…). El Santiago se abrió
paso por entre olas embravecidas y echó el áncora en una región que los indios
guaiqueríes llamaban Paraguache.”
Él mismo, en carta dirigida a
Felipe, II le escribió: “A la salida que hicimos del río de las Amazonas, que
se llama el Marañón, vi en una isla poblada de cristianos, que tiene por nombre
la Margarita …”.
Ahora hay una cruz inmensa hecha de cemento en el supuesto sitio donde él llegó
con sus navíos y su torva masa de insurrectos. Sin embargo hay quienes
descartan esa posibilidad y se inclinan por ubicar dicho desembarco por el
llamado Puerto Abajo, más hacia la zona de Playa Parguito, ya que a las costas
de El Tirano no entra con destreza quien no sea nativo de allí, ya que su bahía
tiene dos bajos y un mar caprichoso que suele impedir entrar con facilidad a
quienes no están familiarizados con dicha rada.
Haya llegado por donde lo haya hecho
lo cierto es que como describe Juan de Castellanos en su Elegías de Varones Ilustres de Indias:
“Para tomar Aguirre pues el puerto
Hacíales el tiempo diferente;
Mas los autores deste desconcierto
Echaron do pudieron cierta gente:”
Los desmanes de Lope y sus hombres en
territorio margariteño han sido documentados ampliamente por gran cantidad de
autores de toda laya, amén de los ya citados, sin olvidar a la llamada
tradición oral de la zona que también abundan en ello.
José Agapito Moya nacido el 20 de
septiembre de 1929 en esta población, a sus 85 años explica a quien le pregunta
al respecto: “Él no se llamaba Tirano, le pusieron Tirano porque a todo el
mundo procuraba degollarlo, matarlo”. Más adelante, asegura Moya que Aguirre andaba
de noche en su caballo “y ese animal se sacudía y sonaba las cadenas, él se
pasaba las noches caminando las calles, que no eran calles, eran caminitos,
veredas, pues, y caminaba y caminaba hasta que una noche lo rasparon y desde
entonces él quedó penando aquí en las calles del pueblo.” Saquen sus
guillotinas y machetes aquellos que no sean capaces de entender el delirio que es la
apropiación y transformación que hace la voz popular de los hechos, por grandes
que sean, para amoldarlos a sus propias visiones…
Es
necesario reseñar a esta altura de lo escrito que la Ley de División Territorial de
1916, trece años antes de que naciera José Agapito, le dio a esta comunidad el
nombre de Puerto Fermín. Como cada uno de los cien mil hilos que han ido
tupiendo esta hermosa manta que nos abriga en su condición de tierra natal, El
Tirano o Puerto Fermín, como más le guste a cada cual, ha ido –y sigue
haciéndolo– liando su manojo de aportes.
A la orilla de la mar José “Nicho” Moya junto a su hermano Hermenegildo
“el mudo” se dedican a reparar las nasas que ahora colocan con ayuda de GPS mar
afuera.
Igual
hacen Taña y Mirna Del Valle Díaz Marin, quienes mantienen el restaurant que
fuera de su madre Dorina. Ella fue una legendaria cocinera, cuyo “torito”
relleno era una delicia que hacía a más de un caraqueño pudiente ir en su avión
particular hasta Margarita para luego trasladarse hasta su humilde restaurant a
paladearlo. Ellas mantienen sus recetas y no dejan de preparar a diario los
platos que de ella aprendieron. A la par, los hombres de este rincón no dejan
de arropar su corazón de ternura y su venerada Virgen del Valle les acompaña en
las quillas de sus peñeros cuando salen a ganarse el pan entre la inmensidad de
la mar…
El
Tirano conserva frente al mar su gran cruz señalando el lugar del supuesto
desembarco del hijo de Guipúzcoa, en sus brazos las aves de rapiña se baten
entre el sol y la brisa incesante. Esta última vez que anduve por allá no cese
de evocar lo escrito por Alfredo Boulton en su precioso libro La
Margarita : “Al este, en la ensenada de Paraguachí,
todavía de noche ven al Tirano en el piafante potro blanco de Villandrando,
escaparse por entre los espesos cedros y los grises camarucos de la roja plaza
de la iglesia.”
© Alfredo Cedeño
6 comentarios:
Buena manera de contar historia de nuestra geografía
Maríu Ríos
Hermoso fotoreportaje.
Ylleny Rodríguez"
Lo máximo en todo. Historia, redacción, fotos...felicidades!! Dalila
Soy feliz viendo tus fotos...
Gracias por compartir historia y mostrar lo bello de la gente Margariteña, a través de fotos y relatos. Hilda Pérez
Buena reseña histórica , acerca de el tirano y por casualidad me mandaron a investigar su historia gracias a ti ya se cual es su historia
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