En estas calles se fraguaron Diego García de Paredes, Gabriel de Ávila, Gonzalo de Ocampo y Francisco Martínez Vegaso. También Los Pizarros -Gonzalo y Francisco-, así como Francisco de Orellana. Todos ellos anduvieron estas calles, soñaron entre estos muros, rezaron entre estas piedras, adquirieron la tenaz certeza de ser señores con los perfumes de romero y azahar que todavía aroman al visitante.
Un racimo inacabable que deslumbra: encinares y alcornocales que se enlazan con el tomillo y las bellotas, matorrales que se achaparran entre las grietas seculares que tantas risas y lágrimas han visto pasar, gente que se calienta apañando un invierno incipiente entre rocas labradas por sólo Dios sabe quien y cuándo.
Trujillo, la de España, madre de la aquende la mar océana, es una metáfora que nunca se concluye, es una imagen que se lleva siempre encima una vez que se la anda...