miércoles, febrero 26, 2020

SIN FIANZAS NI FIADORES


                Desconozco el origen de la cacareada frase “huir hacia adelante”, muchos le atribuyen un hondo significado emocional que refleja irresponsabilidad e improvisación. Franklin Virgüez, a través de su  personaje Eudomar Santos en Por estas calles, resumió a cabalidad esa situación con su famoso “como vaya viniendo vamos viendo”. Fue terrible ver como una lápida de esa magnitud no fue entendida por nadie y todo el país celebró la malhadada frase del malandro buena nota de la telenovela de Ibsen Martínez. Amén de no haber sido entendida en su momento, sigue sin ser comprendida la actitud encerrada en esas cinco palabras, tan es así que sigue siendo una especie de fe de vida venezolana.
                No podemos vender petróleo traficamos oro, nos decomisan el oro contrabandeamos Coltan, vetan las piedras esas gritamos pidiendo respeto, y así hasta el infinito de ida y vuelta, lo que importa es seguir haciendo lo que se nos sale de las santas ganas porque a fin de cuentas no hay a quien presentarle balance. ¿O es que Delcy Eloina en Barajas no lo demuestra? ¿Acaso Herman Escarrá bebiendo café ensimismado en su iphone en una terraza romana no lo ratifica? ¿Es que las visas americanas de las que disfrutan generales y cuanto bicho de uña colorada existe no lo comprueba? Una cosa son los gritos para el público de galería y otra cuando estoy en función privada pro fondos los niños pobres del Amazonas.
                Lo mismo pasa en el otro bando, no crean ustedes que las profundas capacidades evasivas son patrimonio revolucionario. Al parecer poco importa que en la empresa Monómeros el monarca es el ex gobernador Rosales; menos trascendencia tiene que un aspirante a alcalde aparezca recibiendo dinero de un potentado petrolero oficialista; ni hablar de aquello que tiene que ver con acciones que a la larga terminaron por oxigenar a Chávez, y luego a Maduro, y sus respectivas comparsas.  El lema parece ser: ¡A olvidar para que nadie nos pueda cobrar! 
                Huir es escapar, correr desesperadamente, evitar la realidad.  Frente a la huida está la sobrevivencia, la que millones de venezolanos han debido afrontar dejando atrás a la que fuera el vergel americano.  Ante el dolor se entiende la evasión como mecanismo de defensa, salvo algunas patologías el masoquismo no nos resulta inherente. Donde creo que no habrá habilidad evasiva que valga será cuando llegue el momento de rendir cuentas ante la justicia terrenal, a la postre no somos seres etéreos ni parte de una corte metafísica en la que vaporosos efluvios marcan la pauta.  Humanos somos y humana será la ley; humanos han sido sus vagabunderías, robos y desmanes, y humana será la rectitud a la hora de presentar las cuentas.  Y las han de pagar hasta el último céntimo. Unos y otros.

© Alfredo Cedeño 

miércoles, febrero 19, 2020

CASTAÑUELAS TROPICALES Y JOROPO EN CIBELES


                Mucho se ha escrito y dicho de nuestros orígenes en cuanto modelo de sociedad, la herencia hispana siempre ha ocupado un lugar preferente, tal vez por aquello de que el vencedor suele imponer su modelo cultural. Es cierto que asume algunas cosas, pero como todo ganador no duda en aplicar sus propios sistemas donde triunfa.  No es el punto ahora discutir sobre los conflictos éticos inherentes en torno al éxito del arcabuz y las tizonas sobre el arco y la macana.  Así fue, y no de otra. Toda discusión al respecto es un ejercicio onanista sin otro resultado que la complacencia de quienes quieren hacer derroche de sus hondos saberes.
                La tragedia venezolana de estos días, con réplicas fallidas en Brasil, Bolivia y Ecuador, con ganas de regresar a los pagos argentinos, consolidada en Nicaragua y haciendo pie firme en México, la vemos coqueteando por el primer mundo en el escenario español.  Y aquí quiero hacer otra consideración. Ante nuestra desgracia no son pocos los que nos miran así por encima del hombro y con gesto de: estos tercermundistas y sus cosas. ¡Ay fó! 
                La hemorragia humana que protagonizamos no tiene parangón en nuestro tiempo.  Tal vez si extrapolamos algunos hechos podríamos compararlo con la tragedia que significó para la propia España a fines del siglo XV, en 1492, cuando alrededor de 100.000 judíos, unos dicen que menos otros que más,  fueron expulsados de la península por razones religiosas –ideológicas a fin de cuentas–. Si en aquel tiempo la población española era de unos 5 millones de habitantes bien podemos imaginar el impacto que semejante éxodo tuvo.  Un horror semejante ocurrió en 1939 al finalizar la guerra civil en ese país y solo a Francia se calcula que huyó más de medio millón de personas.
                Hago estas referencias porque esas tierras son parte de nuestra cuna, de allá vinieron quienes nos engendraron, con sus virtudes y con sus taras. No olvidemos que cuando la celebrada expedición del señor Colón en su primer viaje no venían maestros, tampoco clérigos. Sabemos, gracias a la acuciosidad de Alice Bache Gould, que si venían un sastre: Juan de Medina; un cirujano: Juan Maestre; y cuatro criminales: Alfonso Clavijo, Bartolomé de Torres, Juan de Moguer y Pero Yzquierdo, entre la variopinta tripulación.
Por eso no es de extrañar ver en esta España desarrollada y primermundista una fauna como la del actual presidente, catedrático que se plagió su tesis doctoral sin rubor alguno. Y miren que en el reino español son quisquillosos en cuanto a los estudios doctorales. Lo mismo vemos con el mal vestido, y supongo que peor oliente, de Pablo Iglesias y su combo morado. Ni hablar del sainete con aires de zarzuela bufa protagonizado recientemente por el ministro José Luis Ábalos y la vicepresidenta criolla Rodríguez, a quien el malhablado de Jaime Bayly ha rebautizado como Delcy La Fea, en las instalaciones del aeropuerto madrileño Barajas.  ¿Acaso creen que aquello de pasarse por el área perineal las leyes son creación de Chávez y su heredero Maduro? La escuela hispana en tales menesteres es de larga data, no fue gratuito que don Francisco de Quevedo en Política de Dios, en el siglo XVII, escribiera: “Malos ministros, ciegos para el gobierno, mudos para la verdad y sordos para el mérito; sólo tienen dos sentidos libres, que son olfato y manos.”
Nariz y dedos que han mantenido su solera, sobre todo cuando de exprimir la ubre indiana se trata, y si acaso dudan les ruego vean el caso del ex embajador peninsular en Caracas don Raúl Morodó, quien por cierto desde marzo de 2013 es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. El mencionado diplomático fue nombrado para tal cargo por el muy activo negociador del diálogo en nuestro país José Luis Rodríguez Zapatero.  Los que hemos realizado labores informativas recordamos su paso por Caracas y su actitud más de procónsul del comandante difunto que como representante de un gobierno extranjero en Venezuela. Y es así que en estos días uno entiende de mejor manera los arrebatos roji-místicos del ilustre gallego al enterarse de ciertos pagos recibidos por su hijo Alejo, pero muy cercano a los billeticos verdes, quien recibió varios millones de la gran teta criolla, léase PDVSA. Las informaciones revelan que las autoridades suizas confirmaron a los órganos judiciales españoles que el ex embajador y su familia tiene cuentas activas desde hace años y con cifras millonarias en ese país.  También se conoció que este clan familiar posee un vasto patrimonio inmobiliario adquirido en España con dinero ilícito procedente en su mayoría de nuestra empresa petrolera a cambio de asesoramientos fingidos en Portugal y otros países europeos.
Es así que no es de extrañar que veamos a nuestros dirigentes vernáculos batiendo palmas y haciendo repicar castañuelas a las sombras de un merecure en las afueras de Guardatinajas; mientras en pleno centro de Madrid un grupete, de esos que llaman líderes del futuro por construir, tratan de bailar un joropo al mejor estilo de Alfredito Alvarado, y maracas incluidas, con sus zapatos de El Corte Inglés.  ¿Qué podemos esperar nosotros de nuestros pequeños burritos sabaneros? ¿Acaso esperaban que se comportaran como percherones normandos? No podemos pedir duraznos de las matas de topocho, por Dios bendito, un poco de mesura en las aspiraciones.


© Alfredo Cedeño 


miércoles, febrero 12, 2020

SORDOS A CABALIDAD


                En el año 2005 trabajaba yo con la agencia mexicana de noticias Notimex, y una de mis fuentes noticiosas era la Asamblea Nacional, cada martes por la tarde y cada jueves por la mañana acudía a la sede del Parlamento. Muchas de mis asistencias fueron consciente de que encontraría poca noticia y si mucha diversión, también bastante pena ajena ante las carantoñas mutuas de los Politicus sapiens nacionales. Se podía ver cualquier cosa que se pudiera imaginar, y más.   Recuerdo a fines de mayo de ese año la alharaca que con frenesí mantenían los diputados rojitos por un supuesto atentado contra el comandante eterno que se iba a llevar a cabo el sábado 28 de mayo durante un acto que él protagonizaría –¿quién más?– en la avenida Bolívar.
                Según el difunto, que no asistió al evento en cuestión, había recibido un alerta de Inteligencia Militar de que: “en un apartamento en Parque Central consiguieron evidencias de que un grupo de colombianos, según dicen los vecinos, estaban monitoreando y buscando ángulos de tiro sobre la avenida Bolívar. Es una de las tantas evidencias que tenemos”, denunciaba el hijo de Sabaneta con voz  que trataba de transmitir alarma e indignación.
                Las evidencias de supuestos magnicidios las comenzó el hijo de doña Elena en octubre del año 2002,  cuando desde la que fue su gran tribuna, Aló Presidente, el domingo 20 de ese mes comenzó una verdadera seguidilla de denuncias de planes para su liquidación física. Durante la transmisión de su maratón televisivo el animador estrella denunció el aborto de un magnicidio contra él a su llegada de una gira por Europa. Relataba en esa oportunidad que el viernes en la noche, en una escala en Canadá para reabastecer combustible, recibió una llamada telefónica de Diosdado Cabello, entonces ministro del Interior y Justicia, alertándolo de no aterrizar en el aeropuerto de Maiquetía, porque iban a asesinarlo. Dijo él: “Eran como las 8 de la noche del 18 de octubre de 2002. Resulta que a un cuerpo de Inteligencia llegó la información, menos mal que a tiempo, acerca de un presunto movimiento de armas, que se llevaba a cabo por parte de sujetos desconocidos en el Paseo La Zorra, en la Parroquia de Catia La Mar del Estado Vargas. Se comisionó un grupo de funcionario civiles y militares para ir a investigar.” El relato describía un supuesto enfrentamiento armado con el grupo de irregulares que, cual escuadrón de rambos autóctonos escaparon de los muy capaces organismos de inteligencia criolla.
                Los “atentados” contra el señor Chávez se convirtieron en algo cotidiano en el escenario político venezolano. Eran de una regularidad que ni Cabrujas en su apogeo con La Dueña, nadie se quería perder un capítulo de los pérfidos complots contra el abnegado hijo de Barinas.
                Recuerdo que el martes 14 de junio el señor Chávez anunció al país, en medio de una clase magistral efectuada a cadetes próximos a graduarse en la Academia Militar, que el tradicional desfile militar del Día de Ejército, que se celebraba tradicionalmente cada 24 de junio, había sido suspendido porque un nuevo capítulo magnicida había sido develado. Los medios citaron al caballero en cuestión así: “Yo decidí suspender el desfile del 24 de Junio, y no es la primera vez que lo hacemos (...) La razón fundamental, y el ministro de Defensa la explicó al país, es que se ha detectado un plan de magnicidio en torno al Campo de Carabobo, o en el mismo”.  En esa oportunidad el “magniciado” arremetió, por milésima vez, contra algunos líderes de oposición y medios de comunicación privados, quienes habían pretendido manipular la decisión, diciendo que “el Presidente desconfía de los militares”, y remarcó que no tenía desconfianza alguna en los militares activos de la Fuerza Armada venezolana.
                Como era de esperarse el jueves 16 la Asamblea Nacional era un hervidero de comentarios de todo tipo, había quienes se burlaban abiertamente y los que casi lloraban de indignación ante el sacrilegio de atentar contra la vida del ilustre barinés. Por lo visto los médicos de La Habana no se compadecieron mucho de tales arrebatos emotivos. Sigamos en lo nuestro, ese día luego de concluida la sesión parlamentaria se me acercó uno de tantos asesores que suelen abundar en predios legislativos, el cual laboraba con un grupo de supuestos diputados opositores de izquierda, y me preguntó:
–Camarada –hermosa palabra pervertida por los progresistas y demás istas de similar catadura–, ¿qué le parece toda esta cosa del magnicidio, serán capaces de tirarse esa parada?
Mi respuesta fue inmediata:
–Hermano, con la viajadera que carga este hombre, que no puede ver un avión porque suspira, ¿usted cree que si los gringos, por ejemplo, quisieran salir de él, no basta con un misil en medio del océano?
Si yo le hubiera mencionado a su madre estoy seguro que la respuesta hubiera sido menos furiosa:
–¡Un momento camarada!  Así no es cómo vamos a resolver las cosas, ¿cómo se te ocurre decir semejante barbaridad? Yo no puedo creer que andes diciendo eso…
Ante lo cual lo interrumpí:
–¡Cuidado con una vaina!  Y te recomiendo que vayas al servicio médico a que te vea un otorrinolaringólogo porque estás oyendo bien mal, y lo peor es que si repites eso por ahí bien sabes la que me vas a echar con esta cuerda de locos empoderados.
–¿Acaso no me dijiste que todo se resuelve con un cohete?
Y en medio de vaporosos aleteos de su virilidad se alejó frenético por entre los curules del parlamento, dejándome pasmado ante su desenfreno.  Por supuesto, más nunca ni los buenos días.  Este señor, cuyo nombre no viene al caso, es la representación por excelencia de nuestra horda política, oyen lo que se les antoja y luego endosan sus caprichos a los demás mortales. Es una manada de primates que no oyen la calle, pero que siguen exigiéndole sumisión absoluta. ¿Así vamos para alguna parte? 

© Alfredo Cedeño 


miércoles, febrero 05, 2020

PAZ SEPULCRAL


                 La calma es adictiva, le gusta pasearse por los más insólitos lugares y ocasiones de manera inesperada. A veces ella suele ser desesperante, su parsimonia es un freno que pocas veces toleramos, ¡a Dios gracias!, lo cual algunas veces ha desembocado en gestas, o desastres, portentosos.  La peor de tales oportunidades es cuando se nos impone cual antifaz mortuorio y nos sentimos como aquel personaje de Dumas en su novela El vizconde de Bragelonne: “El hombre de la máscara de hierro”, que en realidad, según el autor galo, era hermano gemelo de Luis XIV, y a quien toda su vida mantuvieron escondido; su infancia transcurrió en la campiña francesa y luego fue trasladado como prisionero a La Bastilla, bajo el nombre de Marchiali. Es una paz que para algunos se hace eterna, dicen algunos que es una muerte en vida, como la que le toca en esta mala hora a Venezuela.
                En nuestro país, para mal o para bien, de veras o fabuladamente, todos nos conocemos, todo se sabe en algún momento, más temprano o más tarde. Sin embargo, hay un empeño sistemático de hacer que la historia diga lo que le interesa a cada cual que no es de nueva data. La entrega de Miranda no existió, la complicidad interna en el asesinato de Ruiz Pineda tampoco, los apechugamientos con el comandante eterno, o con Gofiote, por parte de muchos prohombres y mujeres egregias, son delirios de unos cuantos quisquillosos que no entendemos la importancia de mantener la reserva del caso en asuntos tan delicados como la salud y futuro de la patria…
                Imposible resumir la inacabable lista de oprobios que se han cometido, y cometen, a la sombra de una retahíla de frases altisonantes que trata de justificar lo injustificable. Al seguir cavilando sobre la calma recuerdo al poeta César Vallejo y su pieza El libro de la naturaleza: Rector de los capítulos del cielo, / de la mosca ardiente, de la calma manual que hay en los asnos; / rector de honda ignorancia, un mal alumno / leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,…”. No hay que hacer mayor esfuerzo para saber que nuestra gloriosa dirigencia, de un lado y otro, nos quieren revestidos de esa calma borriqueña a la que alude Vallejo. Nos salvan de la inopia informativa los periodistas y medios que en el mundo libre, o lo que queda de él, no se dedican a hacerle carantoñas a Capuletos y Montescos, pese a la contumaz lluvia de garrotazos y recordatorios maternales que les arrean viudas y plañideros de unos y otros.  El Nacional, Vozpópuli, ABC, NTN24, Periodista Digital, Panam Post, Alejandro Marcano, es una mínima muestra de medios y personas que no se arredran ni hacen genuflexiones ante el poder. Todos se dedican a hacer lo que bien saben hacer: periodismo, y no son pocas las quejas cuando rozan, o pisan con firmeza, los sensibles callos de la ya citada casta.
El uruguayo Mario Benedetti en su poema No te salves clama: “no te salves ahora / ni nunca / no te salves / no te llenes de calma.” Una paisana de él, la poetisa Claudia Magliano, lo dice de manera perfecta: “Hay que aprender bien las canciones porque si no la historia/ se vuelve fábula… Mi madre me enseño a escuchar las letras”.  Tal vez todo es producto de que esta cuerda de infelices no tuvo familia, ni progenitora, ni abuela, ni la noche que los parió, que les enseñara a escuchar la lírica de las canciones.

© Alfredo Cedeño 

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