miércoles, abril 28, 2021

Y EL NOBEL ES…


                No debemos extrañarnos de que pronto aparezca un “espontáneo” que lance la candidatura de este “gobierno” al Nobel de la paz. Es fácil de imaginarlo, o imaginarla, con voz emocionada de tafanario apretado enumerando las infinitas virtudes dialogísticas de sus egregios dirigentes. Oigo sus trastabillares al tratar de decir algunas de tales loas, y no faltará quien diga: ¿Si a Juan Manuel Santos se lo dieron porque a uno de los nuestros no?  Es cierto, y no se puede negar, que los rojos-rojitos han hecho del diálogo una bandera que han vendido como si hubieran colocado una pica en Flandes. Poco importa que usted trate de explicar que en realidad han sido teatros bufos que se han representado con la anuencia, por no decir alcahuetería, de muchos protagonistas de su contraparte.  Nones. Solo la habilidad conciliatoria y la disposición al sacrificio es lo que ha permitido que el país haya sobrevivido a la ofensiva imperialista contra la esperanza revolucionaria continental. Bazofia verbal más, o mazacote oratorio menos, es lo que oímos a diario en cuanto canal de propaganda oficial podamos sintonizar.

                Los ejemplos sobran, parecen matas de verdolaga en medio de cualquier sembradío. Recuerdo los llamados a la mesa de negociaciones hechas por el comandante intergaláctico, crucifijo en mano, a su regreso de la payasada de Carmona El Breve; la descabechina posterior no necesita más refrescamiento. Los llamados a conversaciones de todo tenor fueron un rasgo distintivo de su gestión de demolición del país. No podemos dejar fuera de tales gestos al protagonizado por el hijo de aquel columnista dominical con la creación de las llamadas “zonas de paz” en Barlovento.  En realidad se trató de la creación de una serie de cotos particulares para ciertos grupos de hampones y maleantes de toda ralea. Al también llamado papi-papi lo vimos en numerosos videos anunciando sus conversaciones con 280 bandas delictivas en diferentes zonas del país. Uno de los más difundidos lo mostraba rodeado por un grupo de malencarados, a uno de los cuales entrega el micrófono luego de saludar al presidente Maduro, y al malandrín lo escuchamos decir: “Primero que nada se lo agradezco, ¿oyó?, de habernos mandado este hombre para acá a vernos a nosotros, a toditos, puro criminales, porque somos criminales, ¿verdad?...”; y por ahí se descuelga en la típica perorata a la que solo le faltó decir que le mandaran unas pistolitas que no enriquecen ni empobrecen a nadie.

                ¿Cómo dejar de mencionar las convocatorias a cuanta mesa de diálogo cualquiera pueda imaginar y las consabidas estafas al país? De no ser por los resultados, trágicos y desoladores, que cada vez dejan más exangüe al país podrían resultar risibles los llamados hechos por estos buenos para nada. Sin embargo, debo escribir que estos jenízaros son capaces de asombrar aun al más curtido. EL último de ellos fue el señor Douglas Rico, quien se presume es el director del CICPC quién anunció: “En estos momentos se está haciendo un estudio, no solamente los organismos de seguridad, un estudio de alto nivel para ir primero a las conversaciones para que este grupo de personas depongan de su actitud hostil que han mantenido en la ciudad de Caracas. Está en este momento un proceso de conversación con esta organización criminal que está allí instalada para que en principio depongan su actitud y entreguen las armas”.  Todo esto con voz meliflua, cual si de un abuelo se tratara que le dice a los nieticos: Miren muchachos dejen de estarse portando así que hay visita, y después van a estar hablando pendejadas de nosotros por ahí.

                Tal como escribí al comienzo, pronto, muy pronto, veremos la postulación en la mismísima Oslo de esta pléyade de gente de paz. Me imagino que el equipo comunicacional oficial llevará a cabo un operativo especial de transmisión y veremos en pantalla al Vallenilla gritando: “Famiiiiliaaaaaa y el nobel de la paz es paraaaaaa…”. Lástima que Gaby, Fofó y Miliki, aquellos célebres payasos españoles ya no estén, serían los más indicados.

 

© Alfredo Cedeño

miércoles, abril 21, 2021

AVOCAMIENTO Y AHORCAMIENTO


               Caracas es una aldea con pretensiones citadinas, y tal vez en ello está el secreto de su encanto. Estoy patológicamente orgulloso de haber nacido en ella, y de haber sido bautizado en la pila bautismal de su catedral. Más de una vez me han enrostrado dicha vanidad, pero así somos los caraqueños. En 1972, la capital venezolana era aún más aldea y La Pastora, una de sus parroquias emblemáticas, solía amanecer llena de neblina. Entre sus esquinas Santa Ana y Coromoto, en dos casas seculares, número 8 y 12, funcionaba el noviciado de la Compañía de Jesús bajo el mando del imborrable Ignacio Huarte, Iñaki. Eran días en lo que esa institución era una suerte de centro abierto de formación al que acudían todos los vecinos interesados de la zona. En esa misma calle vivían, ese par de eternos tortolos que ya son uno, José Pulido y Petruska Simme, quienes habían recalado por allí luego de una experiencia no muy grata en Maracay. También estaba allí con frecuencia ese entrañable afecto que es Wilmer Suárez, quien acababa de abandonar el Seminario Interdiocesano de Caracas y tenía un grupo musical que ensayaba en una casa que estaba de San Vicente a Medina, donde Pulido y Suarez compusieron varias canciones.

                En una de esas casas que mencioné antes, en la número 12, estaba la biblioteca del noviciado y en uno de sus estantes grises encontré una tarde un libro cuyo título me absorbió: La Casa Verde. Así descubrí a los 15 años a Mario Vargas Llosa, el hereje al que “los progresistas” no han podido opacar pese a todos los intentos habidos y por haber.  Para muestra les cito dos trozos de la tesis doctoral de su paisano Julio Roldán: “Mario Vargas Llosa como poeta, dramaturgo, cuentista o actor no tiene la calidad, tampoco la fama, que ha ganado como periodista y, particularmente, como novelista. En el rubro de los denominados géneros menores, su producción, siendo respetable cuantitativamente, es insignificante cualitativamente.” Este ahora doctor de una universidad alemana concluye en su trabajo: “El ser un mestizo, provinciano, pequeño burgués, intelectual y crítico es para Vargas Llosa un gran problema en un determinado aspecto de su vida. Estos son los hechos objetivos que generaron su pesimismo, inseguridad y constante frustración, hasta el extremo de intentar auto eliminarse.”  Todavía pretenden cobrarle su deslinde de la dictadura cubana.

                Desde aquel tiempo hasta ahora he sido un consecuente lector de todo cuanto produce el autor peruano. Cada una de sus piezas las he disfrutado con fruición, las he leído con una puta envidia a su virtuoso manejo de nuestro idioma, he entendido un poco más el rompecabezas hispanoamericano, me he sorprendido por su manejo del reportaje para configurar sus obras. La última pieza suya que leí fue Tiempos Recios, en la que aborda el golpe de estado contra el presidente guatemalteco Juan Jacobo Árbenz en 1954, así como el posterior ascenso de Carlos Castillo Armas, “Cara de Hacha”, y su asesinato en las propias instalaciones del palacio de gobierno. Vargas Llosa rescata en el tercio final de esta novela el episodio vivido en 1954 por el embajador de México ante Guatemala, Primo Villa Michel, quien hizo una protesta formal porque, cuando fue a reclamar por algunos exiliados, el ministro de Educación del coronel “Cara de Hacha”, Jorge del Valle Matheus, le respondió: “Somos una dictadura y hacemos lo que nos la gana.”

                Estaba terminando de leer este libro cuando me llegó la copia del “avocamiento” de la sala de casación civil del tribunal supremo de justicia (por favor corrector respéteme las intencionales minúsculas con los que me refiero a esas “instituciones”), mediante la cual el “magistrado” Yvan Darío Bastardo Flores, “a los dieciséis días del mes de abril de dos mil veintiuno. Años: 210º de la Independencia y 162º de la Federación” (y 20 º  de la Peste Roja), decide que El Nacional, le pague “DOSCIENTOS TREINTA Y SIETE MIL PETROS (237.000,00 PTR)”, por concepto de “daño moral gravísimo” a cierto bojote mal hecho. El delito: haber reproducido lo que la prensa seria asegura, Urbi et orbi, que es el capo de todos los capos de cierto cartel resplandeciente. 

Pienso en el demandante y el sicario judicial que firma tal adefesio jurídico y me parece escuchar a Antonio Estévez, quien tildaba, con palabras precisas y corrosivas, a ciertos personajes y funcionarios de cerebros de gallina enana. Lo que no entiendo es por qué no tienen los reaños de llamar las cosas por su nombre, y decir como lo hizo Matheus en 1954 que están emitiendo no un avocamiento sino un ahorcamiento de El Nacional.  Si en algo se especializan los “revolucionarios” es en hacer que la ley se le ajuste a sus caprichos, por ello son expertos en fusilamientos, pero sobre todo en linchamientos.

 

© Alfredo Cedeño 
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miércoles, abril 14, 2021

DE ÁCAROS Y OTROS BICHOS


                 Cuando niño tuve un perro del cual no recuerdo qué “marca” era, seguramente, un animalito de turbio árbol genealógico y oscuro pelaje al cual llamé Terry. Con él comencé a adquirir el sentido de la responsabilidad, a tomar conciencia de la importancia de cuidar a quien está a tu cargo. Lo primero que me enseñó mi padre fue a estar pendiente de su limpieza, de  que no le cayeran animales. Cuando oí aquello lo primero que pensé fue en los tigres y leones de los que papá poblaba sus cuentos que cada tarde me decía con ceño adusto y voz engolada.  Al preguntarle por tales fieras, me miró con risa contenida y dijo: “Estás oyendo mucha novela carajito.”

                Varios días más tarde él me llamó con el animalito cargado y me dijo: “Mire mi llave, no ha cumplido la tarea, a éste le cayeron los bichos…” Yo, como bien pueden imaginar, abrí los ojos al máximo y cuando abrí la boca, él alzó su mano libre y bajó la otra donde tenía el perro y me mostró lo que en principio me pareció era una verruga pequeña. Así conocí a las garrapatas.  Al preguntarle qué hacer, se limitó a decirme que íbamos a hacer una prueba y que no la tocáramos. Mi asombro fue mayúsculo cuando vi al día siguiente lo que había sido una pequeñísima protuberancia convertida en algo así como media arveja, y mayor lo fue al tercer día cuando ya aquello me pareció que era un morrocoy lo que portaba Terry en el lomo.

                Finalmente, papá le arrancó al perrito el bicho y lo aplastó y la boca se me abrió cual compuerta de un ferry cuando le aplastó y saltó sangre por todos lados. Me explicó que estos animalitos se alimentaban de la sangre y que eran peligrosos porque podían llegar a matar a los perros y también tenían la posibilidad de pegarse a los humanos.   Fue toda una larga lista de cosas que todavía recuerdo y con las cuales no les voy a aturullar. Lo cierto es que hoy escribo en medio de mil recuerdos de quien hoy cumple 45 años de haber abandonado este mundo, y al que todavía echo de menos.  Tuve el privilegio de tener un padre lleno de tinos y desaciertos, que me amó a veces con torpeza pero con una genuina integridad que todavía añoro. 

                Al evocarlo me viene a la memoria el episodio de Terry al recorrer las omniscientes redes sociales y saltarme una imagen del “prócer” Timoteo Zambrano, y la contrasto con la de él a fines de la década de 1960 y comienzos de la de 1970 cuando era un desgarbado estudiante del Jesús Obrero. Sigo escarbando en el teclado y la pantalla me trae una foto del innombrable hijo de Monagas en su época de teniente, y les juro que no tiene nada que ver con ese de aspecto de bojote mal amarrado que ahora se exhibe obsceno y prepotente, mazo en mano, cual Trucutú mediático. ¿Acaso no recuerdan al comandante intergaláctico en su época de candidato a mediados de la década de 1990? ¿Tampoco recuerdan su aspecto en sus días finales?  Lo cierto es que garrapatas como esas las hay a montones, el país está cundido de manera tal que lo inexplicable es que Venezuela aún exista.

© Alfredo Cedeño  


miércoles, abril 07, 2021

TIGRE QUERIDO

 

La primera vez que dejé la casa paterna fui a dar a El Tigre, estado Anzoátegui, en el oriente venezolano. Eran días en los que aquel pueblo giraba sobre los polos petrolero y agrícola; tiempos cuando la principal fuente de diversión era ir a bañarse en el río Caris. No era extraño encontrarse a cualquier abuelo que te contara porque el 3 de febrero de 1933 era el día de su fundación, porque fue cuando los americanos, que andaban recorriendo la zona en búsqueda de petróleo, iniciaron la explotación del pozo OG-1. Ese día una cuadrilla de trabajadores de la Gulf Oil Company, procedentes del estado Zulia, habían comenzado a plantar las bases de la ahora urbe oriental.  En breve se asentaron alrededor de aquel campamento las primeras familias: Salazar, Meza, Sotillo, Guarapano, Sulbaran, Mogollón, Camauta, Manzanares, Abreu, son algunos de aquellos apellidos iniciales.

Ahora bien, es necesario dejar asentado que siglos antes en la zona se llevaron a cabo algunos intentos fundacionales; como fue la fundación de la misión Nuestra Señora del Socorro de El Caris, llevada a cabo por un grupo de frailes Franciscanos pertenecientes a las Misiones Observantes de Píritu, quienes se ubicaron a orillas del mentado río a mediados del siglo XVIII. Años más tarde también se fundó la de San Máximo de El Tigre, y a fines del mencionado siglo fue el turno para Santa Gertrudis de El Tigre.  Fray Iñigo de Abad visitó la misión del Caris el 17 de octubre de 1773 y dejó escrito que eran tierras fértiles y, que los indios se mantenían de la caza y la pesca, el pueblo tenía 32 familias con unos 120 habitantes.  Otro cronista que por esos años estuvo allí fue el Oidor don Luis Chávez quien dejó asentado que se trataba de “un pueblo relativamente grande de indios Caribes, pues tenía 511 habitantes, divididos en 116 familias y alojados en 42 casas embarradas [o de bahareque] y, 21 sin embarrar [ranchos de palma], y tenía una iglesia”.   A comienzos del siglo XIX, especificamente el 13 de julio del 1800 la misión recibió la vista de Alejandro de Humboldt, y de su paso por esos lares se puede leer: “En el pueblo habían más de 500 indios de la nación Caribe, que se distinguían de los demás por su fuerza física e inteligencia y, tenían una estatura colosal”.

Como pueden darse cuenta hay muchísima tela por cortar en cuanto a los orígenes de esta querida población.  Lo cierto es que allí fui recibido de brazos abiertos por su gente, en particular las familias Azócar y Mata Cabello. Los primeros vivían en la calle Sucre, a un lado de la iglesia Nuestra Señora del Valle, donde una muy amorosa matrona, Melania de Azócar, nacida en Soro, estado Sucre, y migrada temprano a La Mesa de Guanipa, levantó una numerosa prole vendiendo empanadas y arepas dulces. Melania me abrió las puertas de su casa sin ningún tipo  de reservas, y en uno de los cuartos de su casita viví los primeros  meses de mi estadía allá. Los Mata, encabezados por Eleuterio Mata, Tello Mata, y su inseparable Amanda Cabello de Mata, me recibieron sin medidas; Tello me enseñó la magia de Cruz Salmerón Acosta, y me hizo amar su Sucre natal, hablaba sin parar de las playas de su tierra, de la magia de Araya, de la necesidad de la organización sindical para los trabajadores petroleros, de su devoción a prueba de bombas por el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. En las calles de El Tigre me encontré con el imperecedero poeta Jorge Chirinos Mondolfi, quien me llevó al mundo de la cultura institucional y en el ateneo tigrense pudimos organizar intensas jornadas culturales hasta que la policía política nos hizo salir en volandas de aquellos predios.

Escribo estas líneas de memoria, y sin tiempo para contrastar algunas de ellas, todavía sacudido por la detención en esa localidad de los escritores Milagros Mata Gil y Juan Manuel Muñoz. Hasta ahora las noticias que me llegan es que cierto funcionario de parpadeante virilidad y dudosa calidad poética, el “vate” que funge como esbirro judicial del régimen, me refiero al hijo de El Tigre Tarek William Saab, ordenó la detención de este par de creadores por osar escribir una reseña de su presencia en un sarao de alto coturno, junto a otros “turcos” en Lecherías, sin ninguna medida preventiva  y que luego produjo una lamentable ola de contagios y muertos por COVID.

En este reino de No-me-da-la-gana, el bigote bailarín condena al país a muerte con la tranquilidad de saber que nadie hará nada, que unos pocos dirán alguna formalidad recriminatoria, y que será aplaudido por la manada de garrapatas que le rodean, anuncia que él ya se vacunó.  Mientras tanto el país se muere.  Las cuentas que hago es que, de manera muy conservadora, hay solo en Caracas más de 400 muertes diarias gracias a la peste china. Conozco casos de gente que ha perdido su cónyuge y ha debido pasar la noche en absoluta soledad con el cadáver de su pareja porque no hubo quien sacara a la victima de su hogar. En El Poliedro de Caracas, los médicos están totalmente desbordados y uno de ellos me reconoce que no hay cupo para un afectado más, y que están limitándose a dejar que se muera un paciente para poder ingresar a otro de los que están a la espera de tratamiento. En Vargas la situación no puede ser más desoladora. Todo el país está postrado y esta horda de alimañas, con la alcahuetería de gran parte de la casta política criolla, solo está buscando cómo sacar provecho de tan penosa situación.  ¿Qué se puede sentir por esta fauna?

 

© Alfredo Cedeño  



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