viernes, septiembre 30, 2022

BOLÍVAR MANIQUEO

 

La omnímoda presencia de Simón Bolívar en la vida de nuestro país ha servido como paraguas, o pararrayos, de venturas y desventuras. Sus actos y palabras han sido, por lo general, interpretadas, utilizadas, manipuladas, tergiversadas, de las maneras propias de mentes calenturientas y enfermizas. Ha habido para todos los gustos y antojos.  Pocas veces las han aplicado en concordancia con lo que dichas frases encierran, o se hacen los pendejos con otras.

         Pongo tres ejemplos. Desde que en el Congreso de Angostura pronunciara aquello de “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”, son siete palabras que han repetido ensimismados todos los aspirantes a césar de viejo y nuevo cuño. Poco necesito abundar sobre lo escaso que han hecho, y que salten las plañideras rabiosas a rebatirme, por ambas cosas. ¿Hablamos de moral en medio de las infinitas denuncias de corrupción y malversación de todos aquellos que han ejercido cargos públicos, tanto en el prechavismo hasta el madurismo? Serían necesarias varias ediciones de este periódico para comenzar a enumerarlas. ¿Y de las luces qué se pueden decir? ¡Hasta con la Electricidad de Caracas acabaron! Ni que abundar en todo lo que tiene que ver con el estado de nuestra educación, ni las condiciones miserables en que sobreviven los educadores, ni el estado de muladares y chiqueros en que han convertido escuelas, liceos, colegios universitarios, universidades y centros de investigación. 

La segunda frase que me viene a la cabeza, y pido excusas por no recordar su origen es aquella de: “Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos.” Palabras sacrílegas para chavistas y maduristas. Por supuesto que nunca se acercaron siquiera a pensarlo cuando peregrinaban a hincarse ante el Mahoma cubano, entiéndase Fidel Castro, adorado patrono de progresistas y heroicos luchadores antiimperialistas. Como es de esperarse, para estos idólatras del siglo XXI todos aquellos que han huido en balsas, o atravesado Centroamérica caminando, para llegar a Estados Unidos son unos apátridas que merecen el cadalso.

Pero donde se han cebado con verdadera fruición carroñera ha sido en sus palabras póstumas: “Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria. ¡Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro!” El ahínco, digno de mejores causas, que han empleado con el “que cesen los partidos” es antológico, por decir lo menos. Y el afán en dicha frase es de doctos y asnos, de tirios y troyanos, de blancos y negros. Esa ha sido una frase comodina empleada para acabar con todo vestigio de organización social a lo largo de nuestra vida republicana. No ha habido un solo déspota, civil o militar, que no haya recurrido a ella.

Antes de continuar quiero ahondar un poco en esto, a ver si esa larga reata de asnos que todavía sobrevive deja de atormentarnos con ese contexto. La denominación que empleamos en nuestros días para el sistema organizativo ciudadano que conocemos como partido político es del siglo XIX. Ya de mucho antes, por supuesto, existieron otros modelos asociativos que inspiraron a estos, y no faltará quien me eche en cara a los Whigs y los Tories en el Reino de Gran Bretaña, ni otro que reclame por el lugar de Jacobinos y Girondinos de la Francia revolucionaria, alguno mejor informado brincará a reclamar por el lugar que corresponde a Güelfos y Gibelinos, y tampoco ha de faltar al que reclame la paternidad para Nobiles, Optimates y Populares en el Senado de la llamada república romana tardía. Sin embargo, no será hasta el siglo XIX, en el Parlamento de Gran Bretaña, cuando aparecen los partidos políticos ingleses Conservador y Liberal. Ahora bien, ¿cómo pretenden los ilustrados criollos que Bolívar estuviera refiriéndose a las organizaciones ciudadanas cuando se refirió a los partidos políticos? Es claro que se refería a las facciones que se enfrentaban a dentelladas por el poder político. Pero como no hay peor ciego que el que no quiere ver…

Y fue de esa bendita frase que se han aferrado todos. Para no aburrirles con una meticulosa evolución de tales manifestaciones citaré algunas al voleo. Tanto Cipriano Castro como Juan Vicente Gómez mostraron como trofeos haber acabado militarmente con el caudillismo venezolano, así como con los partidos tradicionales, que estaban asociados a tales vicios de mando. En honor de la verdad debe decirse que ambos jenízaros expresaron que no buscaban la destrucción definitiva de las organizaciones políticas, sino que proclamaron una tregua, que implicaba una “suspensión temporal” de sus actividades, ya que así lo ameritaba la dictadura de emergencia. La vaina fue que la emergencia se hizo vitalicia y hasta que el hijo de Táchira no se murió no se pudo pensar en su reactivación.

No han faltado también intelectuales oficiosos que han clamado por la derogación de los partidos, como fue el caso de Laureano Vallenilla Lanz, quien enunció: “Las luchas de partidos no han sido sino luchas personalistas por el poder, por más que en el tumulto de las pasiones se oscurezca algunas veces la realidad, por la gárrula palabrería de nuestro chancletismo intelectual.” Casi un siglo después, en 1988 para ser preciso, un connotado jurista que no viene al caso mencionar, y así cuidarnos de potenciales “demandas por atentado contra su integridad moral”, escribió y publicó esto: “Los responsables de la crisis institucional, sin la menor duda, hay que repetirlo una y otra vez, son los partidos políticos”.

Es necesario apuntar que desde el último tercio del siglo XX no hubo ninguna otra organización que atentara contra sí misma como los propios partidos políticos, fue un proceso autofágico veloz en el que el pragmatismo se llevó todo por el medio. Las ideas fueron cambiadas por cuotas de poder, se trató de ganar las elecciones por medio no de ofertas para lograr un país eficiente y que reflejara su manera de entender la plenitud, sino que se pasó a la formulación de programas que siguieran las ganas de la colectividad según lo indicaran las encuestas. Y así llegamos a que hoy tales asociaciones no son más que clubes o consejos empresariales donde jugar dominó y compartir un sancocho. Todo eso llevó a que las doctrinas originales se desdibujaran y perdieran todo significado ante los ojos del elector común y corriente. A la par de ellos aparecieron los célebres “notables”, quienes, con voracidad primitiva, que desmentía su supuesta formación académica, se dedicaron a demoler sistemáticamente todo aquello que oliera a medios articulados de organización ciudadana.

La miopía ha sido amplia, aunque ahora todos quieran hacerse los desentendidos y pretendan tener vista de águila. Siguen usando según les convenga e interese las frases de Bolívar, siempre tratando de hacer que sean blanco o negro. Han sido escasos aquellos que, como Tomás Lander, en 1844, avizoró la importancia de tales cuerpos organizativos: Los partidos políticos son indispensables en el sistema representativo porque sin ellos Venezuela sería como un niño sin piernas o un bonito carro sin ruedas.

 

© Alfredo Cedeño  



viernes, septiembre 23, 2022

VIENE LA PROCESIÓN

El Comité de Defensa de los Derechos Animales, anunció recientemente desde su sede principal en  París, que un grupo de sus más experimentados asesores, junto a una representativa representación de su junta directiva, está evaluando emitir un considerando para elevar una denuncia formal ante el tribunal penal internacional en contra de las clínicas veterinarias por maltrato animal. Dicho procedimiento lo llevarían adelante en contra de estos nuevos “asesinos en serie” en que se han convertido los veterinarios, así como sus asistentes, ya que han detectado una sistemática labor, a la que bien se podría considerar de exterminio en contra de las pulgas. También anunciaron los voceros de tan egregia institución que han exhortado a la ilustre Organización de las Naciones Unidas a que se nombre un comité de ayuda y defensa de los sifonápteros. Algo semejante está por ocurrir con los nuevos “emigrantes” venezolanos buscando asilo en Estados Unidos.

Se ven grabaciones de todo tipo circulando por las omnímodas redes sociales de ciertos muchachones maltratados y perseguidos por el régimen que, celular en mano, se dedican a convivir sanamente en donde se les antoje. A fin de cuentas, ¿no están en el país de las libertades democráticas?, ¿por qué no voy a poder comprarme mi caja de cerveza y ponerme a libar en honor a MomoMaduro y BacoChávez en el parque de la esquina?, ¿acaso es pecado que agarremos y montemos un sancocho en ese parquecito que está allá y de pasos agarramos unos patos para el sancocho? Siempre con el celular en la mano, acción muy importante, y el consiguiente coro de “grábalo, grábalo” recogiendo a todo aquel policía o vecino que se les acerque a pretender vulnerar sus derechos.

Pregunta que uno se hace: ¿de dónde sacaron, acabados de llegar,  para comprar celulares y líneas para subir de inmediato lo que registran en sus teléfonos móviles? Iñaki Huarte, cura jesuíta, a quien tuve la honra de tener como guía, me enseñó: “Piensa mal y acertarás.” ¿Debe pensarse que la reciente oleada de “perseguidos” que está llegando a Norteamérica en realidad es una estrategia del gobierno venezolano para colapsar los organismos de inmigración y, a la vez, enturbiar el proceso de todos aquellos verdaderamente perseguidos que están en tierras estadounidenses?

Mientras pasa esto vemos el silencio que guardan los diligentes voceros de la defensa de la dignidad humana antes tres situaciones verdaderamente espantosas.

Una es el caso de Mahsa Amini, una muchacha iraní, apenas tenía 22 años, que fue arrestada por agentes de la Policía de la Moral cerca de las 6 de la tarde del martes 14 de septiembre, en los alrededores de la estación de metro Shahid Haqqani, en Teherán, donde se encontraba con su hermano Kiaresh Amini, a quien le dijeron que la llevarían al centro de detención para recibir “una hora de reeducación”. Su delito era portar de manera inadecuada el velo islámico. Al poco tiempo fue trasladada en ambulancia al Hospital Kasra, donde permaneció en terapia intensiva por dos días hasta que murió. Las autoridades persas aseguraron que había sufrido un ataque al corazón. Ni de vaina explicaron las múltiples contusiones y señales de violencia física que mostraba su cuerpo de lirio maltratado.  El silencio de las heroicas defensoras de los derechos de la mujer es atronador, es Urbi et orbi, y tanto que, hasta el muy preocupado de los derechos del ser humano, Francisco, el papa, ha callado.

Otra situación, no del horror humano que significa el asesinato de Mahsa Amini, pero si de una bajeza moral infinita es la de Irene Montero, y por lo visto miembro –¿Será que debo llamarla miembra?– emérita del harem del falócrata Pablo Iglesias, ministra de igualdad en España, quien afirmó ante una comisión del Congreso español: “La educación sexual es un derecho de los niños y de las niñas, señoría, independientemente de quiénes sean sus familias. Porque todos los niños, las niñas y les niñes de este país tienen derecho, tienen derecho, a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren y que eso es una forma de violencia. Tienen derecho a saber que pueden amar o a tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento. Y eso son derechos que tienen reconocidos que a ustedes no les gusta.” Por supuesto que esta apologista de la pederastia, así como su corte de adalides, luego aseguró que la reacción a tal rebuzno era “una campaña de la extrema derecha”.

El tercer escenario que tampoco es de poca monta es el reciente discurso del sibilino Gustavo Petro ante la ONU, loando las drogas y pidiendo su legalización. Sus malabares retóricos de culebrero de feria de Cundinamarca son de antología.  Pero ¿qué podía esperarse del “patrón” de estos días?  Ninguno de los que hablan de la irreverencia, u oportunidad, o conveniencia, o lo que demonios sea, de las palabras del presidente colombiano quiere recordar, o que se recuerde, que hasta hace nada era el mandamás de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Cocaineras. Bastante que ya se ha escrito sobre los lazos y estrategias entre distintos gobiernos de la región y el tráfico de cocaína hacia los países industrializados, pero de eso nada.

Las sesudas voces de los más ilustres analistas poco tienen que ver respecto a estas no tres, sino cuatro, situaciones que tendrán, o deberán tenerlas, hondas repercusiones en muchos más escenarios de lo que se quiere creer.  Por los momentos se dedican a estar adornando los campanarios abandonados cual veletas que poco hacen. Mientras tanto la procesión sigue su rumbo, nadie quiere escuchar las campanas que anuncian su paso.

 © Alfredo Cedeño  



viernes, septiembre 16, 2022

AMIGOS


Los amigos son una telaraña de resistencia increíble, pese a los huecos que se van abriendo cuando se rompe alguna de sus hebras. Es una larga madeja de hilos rotos: Miriam Mireles, Mikel de Viana, Alejandro Moreno, Álvaro González, son una pequeña muestra de ellos. Sin embargo, para mi fortuna, permanece una red que se afirma y hace más sólida con los años, me ocurre con el querido flaco José Gregorio Palacios, ahora pateando las avenidas de Chile, o la no menos querida Raquel Cohén, ni hablar de la muy amada y respetada Ana María Matute, la criolla, la de Los Teques; no puedo dejar de pensar en la siempre recordada rolita Adriana Rodríguez, tampoco en el muchacho eterno, y mago de los colores, José Campos Biscardi, ni en el siempre presente Jaime Ballestas. Son tantos... 

En esa red, y vean que afortunado soy, suelen aparecer nuevos filamentos con los que me ocurre algo curioso: pareciera que fueran largos años de contacto. Eso me ocurre con Saverio Cecere, a quien llego gracias a un hermano común a ambos: Orlando Acosta. Uno y otro son unos creadores incombustibles. Orlando, ahora habitante de tierra extraña, se balancea entre andamios para ganarse la vida; si se dedicara a firmar cada metro cuadrado que pinta en casas y edificios sería uno de los más grandes muralistas criollos, porque esa labor de sustento la realiza con la misma dedicación y entrega que pone a cada uno de sus cuadros. Ellos dos desde los años 60 del siglo pasado han estado vinculados, son unos cuantos años desde que se encontraron en las aulas de la Escuela de Artes Plásticas de Maracay

Saverio ahora vive en su Italia natal, donde se recupera de algunos quebrantos de salud, pero ello no impide que siga reflexionando profundamente en torno al acto creativo. Él es un creador que no aprendió la palabra descanso, miembro del movimiento MADÍ, fundado en Argentina en el año 1946, y con una trayectoria alejada de los focos, pero no por ello menos importante ni escasa trascendencia.  Fue compañero de andanzas, exposiciones y montajes, de Arden Quin, Arpad Szenes, Murilo Mendés, Volf Roitman, Ruben Núñez, Luis Guevara Moreno, Omar Carreño, Alirio Orama, Carlos González Bogen y Octavio Herrera, para citar algunos.

En medio de una larga conversación telefónica me dice: “Una cosa es la política y otra la ideología, la cual tenemos cada uno de nosotros.  El arte es una herramienta política, mas no ideológica, es la primera forma del espíritu teóretico, es conocimiento, es una entidad productora de imágenes. Las dinámicas de la investigación estética y científica deben preservar su autonomía, de lo contrario, se convierte en un dogma ideológico que es la negación de la creatividad.” Le escucho y no puedo dejar de pensar en la larguísima lista de poetas, cineastas, novelistas, artistas plásticos y demás zorros de similar pelaje que ahora guardan bajo siete llaves todo aquello que pregonaban años atrás. Libertad e igualdad son palabras de las que ahora guardan particular recelo, casi que han adquirido alergia a ellas.

 

© Alfredo Cedeño  

viernes, septiembre 09, 2022

HISTORIA DE GALLOS

Muchas veces me río solo cuando leo las soflamas de ciertos eruditos en honor a la literatura o la historia. Estoy convencido de que en realidad no hacen más que defender sus parcelas, lucirse como “expertos” en una u otra disciplina arroja dividendos. Desde viajes y recursos para congresos e “investigaciones”, así como cuanto tipo de eventos cualquiera pueda suponer, son parte de los dividendos que arrojan tales actitudes. La hilaridad que me producen dichas proclamas tal vez provenga del privilegio que he tenido en la vida de vivir una y otra, lo cual me hace ver como algo perfectamente natural lo que para los estudiosos de tales áreas es motivo de asombro.

En el caso de lo histórico me tocó oír desde niño que había nacido en Caracas y, con gesto pomposo lleno de no escaso orgullo decía mi padre, bautizado en la catedral, en todo el frente de la plaza Bolívar. No fueron pocas las veces que me llevó a dicho templo a mostrarme la pila bautismal mientras me decía: Aquí te sacamos el diablo, carajito.

Luego nos mudamos a La Guaira donde vivíamos al frente del polvorín en el viejo fuerte de San Pablo, que era donde las fuerzas españolas almacenaban pólvora, municiones y artillería. La primera construcción de esas instalaciones data de 1590, cuando fue ordenada su fabricación por parte de Diego de Osorio y Villegas; la construcción actual data de 1760. Lo cierto es que, hasta mediados de los años 70 del pasado siglo, esa edificación había sido tomada por Dominguito, un señor cuyo apellido no logro recordar. Al frente había construido su casa e instalado una bodega en la que vendía refrescos, cervezas y chucherías; mientras que en la explanada sur del recinto había instalado un patio de bolas criollas, donde acudían   la población masculina de los alrededores, mi padre, por supuesto, era uno de ellos.  Era común que mientras los adultos bebían cervezas y lanzaban las bolas y discutían y bochaban y todo lo demás, los pequeños nos internábamos en la estructura abandonada. ¡El cuarto de los tesoros!  Allí había viejas espadas y cascos de los conquistadores, pistolones, arcabuces, cualquier cosa que la mente febril de cualquier niño podía imaginar. Eran nuestros juguetes y nos sentíamos Ordaz, Osorio o Lozada.

Más tarde nos trasladamos a Caraballeda, población diminuta y de una profunda conciencia de su origen. A más de uno de sus viejos habitantes le escuché narrar con inocultable orgullo que había sido fundada por Francisco Fajardo el 18 de noviembre de 1560, “casi siete años antes que Caracas, ¡una pelusa!” Allí iba a misa en la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, que había sido erigida en 1578. ¡Y también fue tema de las pinturas de Armando Reverón! Uso estos ejemplos, por citar solo tres y les juro que podría seguir citando muchos más, para explicar por qué para mí la historia no es un objeto de estudio, es parte de mí, la he vivido.

En cuanto a lo literario me pasa no poco menos. Oigo disertar sobre lo real maravilloso o el realismo mágico, o leo algunos de los sesudos análisis que abordan dichos tópicos, y no puedo evitar preguntarme si estarán hablando o escribiendo en serio tan abundantes muestras de sapiencia.  A ver, ¿cómo hace uno para asombrarse ante lo que ha sido cotidiano en la vida de uno?  He dicho, digo y diré que toda la parafernalia hermenéutica y retórica que se expande sobre nuestra literatura viene de la incapacidad de ver que hace asombrar a aquellos que leen a los cronistas. Todos nuestros creadores literarios lo que han hecho es recoger lo que pasa a nuestro alrededor, es decir han hecho crónicas de lo acontecido en su tiempo, o han jugado con ellos, o han investigado en nuestras fuentes histéricas.  No logro recordar, ni encontrar en mis fichas, la relación que hizo siglos atrás un misionero sobre la abundancia y fortaleza de las hormigas en los alrededores de la Laguna de Unare, estado Anzoátegui, al punto de haber sido capaces de trasladar en solo una noche, una iglesia completa a varias leguas de su ubicación original.

Y si de episodios tragicómicos hablamos me viene a la memoria un incidente que viví en mi casa paterna de Caraballeda, y les juro por quien quieran que esto ocurrió tal como voy a escribirlo a continuación. Había una vecina cuyo hijo mayor se dedicó a la cría de gallos de pelea, pero en aquel pueblo donde todos nos conocíamos y cuidábamos no se guardaban ciertas normas de convivencia mínima. Fue así como el criador quiso convertir a toda la cuadra en un gigantesco criadero y las aves paseaban a su real albedrío por todas partes, lo mismo se metían en un cuarto que se encaramaban en un televisor o picoteaban a un gato. En medio de ese escenario dos mujeres de una de las familias parieron casi a la vez, y en la sala de su casa instalaron las cunas de los recién nacidos. Los pollos combativos agarraron por subirse a la cabecera de las cunas y soltar sus cantos a todo meter, con el natural sobresalto de los bebés, así como de los otros habitantes y de los vecinos. Puedo dar testimonio de que cantaban con una potencia que a veces hacía pensar que cargaban un megáfono en el pico.  El jefe de la casa, un hombre de parsimonia legendaria en toda Caraballeda, habló con sus vecinos y les pidió que por favor recogieran sus animalitos, caso omiso, los benditos animales continuaron echando vainas por todos lados, despertando a las dos criaturas y alborotando a todo el vecindario.  Los bicharracos acostumbraban dormir en una mata de níspero que había en un lado de su vivienda; así que ante la falta de acción la esposa del émulo de Job esperó a uno de sus hijos y a medianoche, sin sonido alguno, agarraron a los avechuchos y los metieron en un saco. Al día siguiente ella fue por todas las casas vecinas repartiendo una sopa de pollo que le había sobrado. Y todos comimos, y todos alabamos la generosa repartición de sancocho. Mientras tanto el dueño de los Rambo emplumados, con la ayuda de su mamá, llegaron hasta la orilla del río San Julián buscando y preguntando si alguien había visto unos gallos de pelea.  ¿Qué me dicen?, ¿realismo mágico?, ¿real maravilloso?

Tal vez esa incapacidad de entender sin mucha faramalla lo que nos rodea, o la habilidad de adornar con verborrea flamígera lo cotidiano es lo que nos pueda hacer entender cómo es que tanto inútil de verbo florido maneja o intenta manejar el país….

 © Alfredo Cedeño  

viernes, septiembre 02, 2022

NACIÓN SERÁFICA


En un país como el nuestro dónde lo que sobran son vagabundos devenidos en ilustres, picapleitos en magistrados y chupaletrinas en eminencias, el asombro ya es cosa del pasado. Ruego me excusen los Alabadores del Santísimo y las Adoradoras de las Santas Llagas, así como los ilustres investigadores de ciencias divinas y del más allá, pero en Venezuela se ha alcanzado un nivel de misticismo que ni santa Teresa de Ávila, porque es que ya nada nos turba, nada nos espanta.

Lo mismo podemos ver un malandrín que se roba periódicos y que cualquier día de estos veremos nombrado hijo ilustre de Monagas, que encontramos a un hampón convicto y confeso como máximo representante de la justicia. Por ello fue por lo que, en su momento, vimos como todos a uno le dieron palos hasta tumbar, cual piñata de cumpleañera, a Carlos Andrés Pérez; para encontrar ahora a infinidad de aquellos apaleadores elevándolo al altar de los mártires y los genios incomprendidos. Caso similar ocurrió con aquella ascensión a los cielos del nunca suficientemente bien muerto y sepultado santón de Sabaneta, al que ahora –muchos de sus otrora ensalzadores– apostrofan y desean su cocción en la quincuagésima paila del infierno.

Y esas condiciones espirituales nuestras no son de nueva data, podría remontarme hasta Bolívar. ¿Acaso no fue elevado al empíreo y después abandonado por esas mismas muchedumbres que lo aclamaban? Su caso es quizá el más patético de lo que hemos vivido, porque después de olvidado fue resucitado por dictadores y fantoches para a la sombra de su nombre lavarse la cara, una y otra vez, la última todavía la padecemos. Imposible dejar de mencionar a Marcos Pérez Jiménez quien luego de sembrarnos de torturas, asesinatos y destierros fue electo senador de la república. El caso de Pedro Estrada fue aún más artero y asqueante, sobraron quienes lo visitaron en su “modesto” apartamento de París.

Al lado de estos artes místicos también hay otros que ni Kafka, porque en lo de metamorfosis tampoco hay quien nos gane. Seguro estoy de que en algún momento se descubrirá que el camaleón, a quien muchos aseguran nativo de Madagascar, comenzó su evolución en estas tierras tropicales y subdesarrolladas. ¡Será nuevo motivo de orgullo y patrioterismo para pasear nuestro tercermundismo!   Para muestra par de botones, que podrían ser muchísimos, pero tampoco quiero extenderme porque, debo confesar que en este punto casi no puedo controlar las arcadas.

Pareciera que pocos recuerdan a aquel “desafiante” Francisco Arias Cárdenas que en el año 2000 se enfrentó a Chávez, a quien representó con una gallina en una cuña televisiva. ¡Venezuela enloqueció! La celebración al “valor y osadía” del también militar retirado fue de órdago, en algún rincón de mi archivo conservo parte de la larga lista de sesudos análisis de lo que significaba el “quiebre” del chavismo, así como de no menos lisonjeras proclamas de afecto al nuevo Mesías. Bien saben todos cómo y dónde terminó el gallinero de marras.

Pienso en él al ver el segundo botón, ese espécimen inclasificable llamado Rafael Alejandro Lacava Evangelista, por el que algunos otros especímenes de esa entelequia llamada oposición están empezando a asomar apuestas. 

Este “rico de cuna”, como a él mismo le gusta definirse, que ha sido diputado suplente, alcalde, diputado, gobernador, sobreviviente de cáncer y paremos de contar, se le ha visto desde comienzos mismos de la “revolución bonita” haciendo toda clase de maromas y contorsiones bajo el ala del chavismo madurismo; sin embargo, no son pocos los que están haciendo toda clase de cuentas y circunloquios para ungirlo como el “gallo tapao” con que se puede derrotar a Maduro. 

Por lo visto las metamorfosis criollas hacen coyunda con lo místico de manera impecable, es así como el rico-proletario Lacava ahora será candidato opositor mientras sigue transitando el camino de lo místico y, sin pretensiones homofóbicas, él continua, pero bajo los auspicios de San Juan de la Cruz, y en cualquier momento lo podemos ver recitar:

No penséis que el interior

que es de mucha más valía

halla gozo y alegría

en lo que acá da sabor.

Y esto lo hará vestido de Drácula y bailando en un templete. ¡Qué surrealismo, ni qué realismo mágico, ni qué niño con tetero! 

 

© Alfredo Cedeño  



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