miércoles, agosto 28, 2019

TELONES DE HUMO

  
                La cortina de humo, y nunca mejor empleado el término, del momento es la serie de incendios que azotan el Amazonas brasileño. Es bueno llamar la atención que el incendio en dicha zona no es exclusividad de la tierra de la samba y las garotas. Considero oportuno recordar que Amazonas es una vastísima área compartida por Brasil con Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Guayana Francesa, y Surinam.  No deja de llamarme la atención que el foco se haya dirigido en esta oportunidad exclusivamente sobre lo que ocurre en el más grande de dichos países, mientras que de lo que ocurre en su vecino Bolivia ni una línea se ha publicado en los grandes medios. La alcahuetería al galope y en pleno ejercicio.
                Para poner en perspectiva la magnitud de los incendios, de similares magnitudes en ambos países, vale la pena decir que el país que preside Morales ocupa alrededor del 13% del área abarcada por el que encabeza Bolsonaro. Sin embargo, las grandes corporaciones noticiosas se han cebado en la "tragedia brasileña" y se ha llegado a extremos insólitos, como la publicación que hizo el presidente francés de un tweet que comienza con la frase: "Nuestra casa está ardiendo". Y el ilustre galo ilustró su angustiado llamado con una estampa escalofriante de un voraz incendio en  el pulmón del planeta. Un pequeño detalle que no mencionó monsieur Macron: era una muy vieja imagen, hecha por el fotógrafo Loren McIntyre muerto en 2003. A los caballeros Emmanuel y Evo ni con el pétalo de una rosa.
                Por supuesto que tampoco se ha hecho similar alharaca con la devastación a lo Atila que se ha ejecutado en nuestras selvas amazónicas. Nuestro "gobierno" ha entregado a Rusia, Turquía, China y facciones de las guerrillas colombianas vastos sectores de nuestro territorio amazónico y guayanés. Oro, diamantes, bauxita, coltan, hierro, entre muchos otros minerales, son extraídos de manera sistemática y desenfrenada en lo que fueron parajes de ensueño, y dejándolos convertidos en eriales que nunca más serán recuperados. La voracidad revolucionaria se mide con una vara de muy elástico rigor.
Las paradojas que se ponen en evidencia ante las tragedias que son todos estos eventos, los incendios en Brasil y Bolivia, así como la destrucción del sur de Venezuela, son muchas. Una que  con su desparpajo provocó inmenso asombro fue el yernísimo y canciller Arreaza quien tratando de pescar en río revuelto emitió un comunicado contra el llamado Grupo de Lima. Allí dice entre otras cosas: "En una actitud absolutamente reprochable y mezquina, dichos gobiernos optan por privilegiar su obsesivo fundamentalismo ideológico, antes que su obligación ética y legal de proteger y resguardar las selvas y fauna tropicales del Amazonas, así como a las comunidades y pueblos originarios que habitan en la región, ante los devastadores efectos de los incendios forestales que se han desatado".  Caramba, caramba, tanto desprendimiento abruma. Y el honorable canciller criollo manifiesta su disposición para actuar de inmediato y apagar el incendio y emprender políticas internacionales para la recuperación ambiental de la zona. ¿Será que hubo eso que los psicólogos llaman proyección?
                Mientras todo este tinglado sigue su curso, y así como quien no quiere la cosa, los maromeros venezolanos de siempre siguen haciendo de las suyas. Los que soñamos y creemos en que es posible un país distinto, limpio, transparente, honesto y  trabajador seguimos exigiendo claridad. Cada vez que señalamos un desaguisado o alguna manifestación incoherente en la conducción de la tarea de rescate del país somos lapidados ipso facto. Apostamos porque, en algún momento, en sus cabezas semi momificadas entre algo de cordura y entiendan que Venezuela se transformó, que ya no es un potrero donde cualquier gañán entra a hacer lo que su corpulencia y malas mañas les permitan.
                Los chavistas, ahora devenidos en maduristas, no son los únicos responsables de nuestro destrozo moral y material. El celestinaje en función de los intereses propios de mucho alto y honorable dirigente "democrático" está más que en entredicho y a eso no hay que sacarle el cuerpo. Es momento de sajar a fondo las pústulas que nos han brotado, es hora de sanar nuestro país.

© Alfredo Cedeño

miércoles, agosto 21, 2019

RESPONSABILIDAD CERO


                Las organizaciones políticas aportaron a Venezuela innumerables beneficios, pero bien ha acuñado la sabiduría popular aquel refrán que reza: un mango podrido te pudre la cosecha entera. Al lado de esos incontables aportes de los que escribí en la primera línea, han hecho formar parte de su acervo corruptelas de todo orden y concierto, para decir uno de sus principales logros en el ejercicio del oficio de "políticos".
                Pero, no ha habido ningún aporte más nocivo de esa dirigencia que la exacerbación de la mendicidad. Han hecho lo impensable para que los venezolanos seamos los más irresponsables del planeta. Con la muy manida muletilla de la redistribución de la riqueza se nos acostumbró a un precio insólitamente bajo del combustible, a un subsidio omnímodo que nos convirtió en una sociedad parásita donde propios y extraños medraron de manera alegre e irresponsable. Venezuela fue por largos años La Meca del mundo, a nuestra tierra acudieron oleadas de colombianos, dominicanos, haitianos, portugueses, españoles, italianos, argentinos, chilenos, uruguayos, árabes, libaneses, alemanes, estadounidenses y paremos de enumerar. Éramos la Babel del Caribe.
                En Venezuela se labraron fortunas incalculables, no pocas empresas se crearon en los países de origen de los emigrantes que llegaban a espuertas, principalmente por el puerto de La Guaira. El país nunca cuestionó la repatriación de los capitales generalmente logrados de manera honrada. Pero ello a costas de unas arcas públicas que parecían no tener fondo, el subsidio era el amo y señor de nuestras vidas, y con ello dimos largas a un ejercicio productivo de la ciudadanía. El erario nacional se convirtió en una vaca a la cual ordeñar inmisericordemente. La responsabilidad se hizo una huérfana trashumante de la que se hacía, hizo y hace, befa; quienes pretendíamos que se exigiera compromiso con el país fuimos vistos como bichos raros. Y lo seguimos siendo.
                Una de las pocas ocasiones en que se intentó construir una experiencia de verdadero compromiso social y transformación humana se llevó a cabo en San Agustín del Sur, donde se pretendía reubicar a los vecinos de La Charneca, Hornos de Cal, Marín, y muchos otros sectores de esa parroquia, en una serie de edificios que se construirían en la parte baja de dicho cerro. La primera expresión de ello fue Residencias La Yerbera, que hasta piscina de clavado olímpico tenía. Los primeros intentos de traslado fueron infructuosos y, si la memoria no me falla, fue así como se creó la Dirección de Desarrollo Humano del Centro Simón Bolívar, que funcionaba en el local 19 del edificio Sur de Las Torres del Silencio.
                Ese equipo estaba liderado por Juan Ortiz López y allí estaban entre muchos otros: Henry Pazos, Manolo Páez, las negras Marina y Antonia, Otto Ríos, Julieta Ravard, María Auxiliadora "Chilio" Torrealba, Wilmer Suárez, Sulspicio Rivera, Macky Arenas entonces adolescente y cursante de primer año de sociología en la UCAB,  y muchos otros que ahora se me escapan sus nombres. Éramos un grupo variopinto, irreverente, vociferante, alegre y entregado. Todos calzábamos botas Frazzani y bluejeans. Mañana, tarde y noche nos metíamos en los callejones de San Agustín a hablar con la gente, a enseñarles la ventaja de vivir en un apartamento que pagarían en muy cómodas cuotas. Muchas veces nos reíamos cuando oíamos a los promotores preguntando: ¿Y qué respondo cuando me digan si pueden llevar sus gallinas o los cochinos al apartamento?
                Les juro que fue una experiencia de una belleza infinita, la gente fue "comprando" la idea de vivir dignamente. Los talleres con los vecinos, los paseos con los niños al parque Los Chorros o a la playa, todas las actividades pensadas y desarrolladas para ellos fueron retoñando y adquiriendo cuerpo. Hasta que llegaron las elecciones de diciembre de 1973 y ganó el señor Carlos Andrés Pérez. Recuerdo desde mi memoria entonces imberbe la desolación que se apoderó de todo aquel equipo, ese triunfo significaba el fin del proyecto de convertir un sórdido rincón de la ciudad en una hermosa manifestación de vida digna.
                Y fue así como resurgió, con más vigor que nunca, programas nefastos como Consolidación de los barrios, la condonación de los créditos agrícolas otorgados sin las debidas garantías, la importación irregular y masiva de camionetas de pasajeros…, fue una verdadera explosión de derroche, fue el apogeo de la Venezuela Saudita de la década nefanda de Pérez y Herrera Campins donde el lema era: ¡Viva la Pepa!
                Estas pinceladas explican el origen de la tragedia que ahora vivimos, el estímulo y celebración de la irresponsabilidad bajo la sombra de Papá Estado nos condujo a este momento. Es terrible ver cómo se insiste en mantener modelos sociales en los que la mendicidad es el valor subyacente. Ni de vaina se plantea un cambio que conlleve responsabilidad, compromiso y sacrificio para alcanzar una vida decente, de ser ciudadanos en realidad. No deja de ser lamentable la dirigencia que debemos soportar, Venezuela merecía tener una conducción de primer orden.

© Alfredo Cedeño

miércoles, agosto 14, 2019

ESA BESTIA DE LAS AGUJAS


                 El suicidio de Jeffrey Epstein, la derrota de Macri, las protestas en Hong Kong, la manada de precandidatos demócratas en Estados Unidos y los tiroteos de gente inocente a manos de unos gamberros supremacistas, la guerra comercial con China, los desplantes de la reina Letizia, y así se abre hasta el infinito el abanico informativo donde la crisis venezolana comienza a desleírse. Mientras tanto, y como quien no quiere la cosa, la dictadura chavista, en la voz de varios de sus renacuajos más escandalosos, anuncia calabozo, cuando no paredón, para los restos de una dirigencia cada vez más escuálida, y nunca mejor empleado el término. Todo ello debidamente aderezado con una verdadera lluvia de potes de humo en lo cual son expertas ambas esquinas.
                Maduro-Cabello-y demás bicharracos de idéntico pelaje saben que el tiempo es un animal díscolo al que se doma con maña hasta ponerlo a corretear a su conveniencia. El clan rojo juega con aparente displicencia, dejan pasar los días para que no se les note la urgencia que les embarga. Los genios del estamento político hablan de la necesidad de permitir que sea resuelto de manera política el drama de Venezuela, a quienes exigimos se le imprima la premura que el caso amerita ya no encuentran de qué manera invalidarnos. El cortejo de compinches es nutrido y vociferante. Y la maquinaria de la dictadura no cesa de apretar sus tenazas.
                La salida es electoral y no debemos temer a contarnos, es la letanía con la que nos atortujan en esta parte de nuestra pesadilla. Por ninguna parte siquiera tienen el decoro de postular así sea a María Bolívar a la presidencia del ente electoral. ¿O será que la corrección política impone que doña Tibisay Lucena Ramírez, barquisimetana por más señas, siga conduciendo el máximo organismo comicial? Seguramente, porque no tendría caso distraer los mejores esfuerzos en semejante menudencia, sepan ustedes que no es tiempo de estar gastando pólvora con carabinas de tumbar guayaba. 
                El tiempo no se ha quedado quieto, mantiene un galope fuerte de cascos volanderos; la supuesta mansedumbre, sobre la que muchos disertan, es una estampida sigilosa que atropella todo lo que encuentra.  Y se sigue esperando por el milagro de una resurrección cada vez más alicaída. Las agujas son saetas que se clavan con precisión en nuestros anhelos. Crono es una bestia sin compasión que agita sus cabezas de león, toro y hombre repartiendo dentelladas a diestra y siniestra, en una representación bastante fiel de la élite gubernamental venezolana.
                Maduro y su comparsa ríen con sorna mientras se contemplan en el espejo de Corea del Norte y Cuba, quienes por más de sesenta años han tocado las asentaderas del mundo entero sin mayores consecuencias. Ellos, cual Lucho Gatica, entonan la canción de Roberto Cantoral, no quieren que el reloj marque las horas y que esta noche se haga perpetua, para que nunca nos amanezca.

© Alfredo Cedeño

miércoles, agosto 07, 2019

EXPERTOS EN DEMOLICIÓN

 
                La canción de moda en ciertos ambientes nacionales, con ciertos toques de bygdedans traídos directamente de los fiordos, un toque de calypso de Barbados y, como era de esperar, una buena dosis de rumba cubana, es la reconstrucción de Venezuela. El coro enaltecedor de la inclusión es atronador, es una verdadera polifonía en la que una nube de coreutas enardecidos clama por la unidad, aun cuando sea contra natura, de todos contra Maduro. No se tratan de simples motetes los que se entonan, ya quisiera Wagner haber mostrado semejantes habilidades en su Tannhäuser o en Parsifal. Aunque abundan también aquellos émulos del bachiller Modest Mussorgsky que se la juegan a lo Boris Godunov, donde el protagonista es el pueblo mismo.
                La pompa y seriedad con la que se exige la participación de todos los connacionales es de una conmovedora elocuencia. ¡Es que hasta ternura dan! ¿Qué importa que el honorable Ismael haya creado la Lista Maisanta? ¿Cómo vamos a detenernos en minucias como los encarcelamientos ordenados por la sicaria judicial Luisa Ortega? ¿Quién osa pedir cuentas a esa nueva joya, que nadie sabe ahora donde ponerla para que no se rompa, El Pollo Carvajal? ¿Hasta cuándo pretenden distraer a la colectividad del inefable apoyo a la ínclita dirigencia política que tanto nos ha aportado en esta sacrosanta lucha contra la dictadura? ¡Es que no cooperan en nada estos cómplices de la antipolítica que tanto daño nos ha hecho! Todo esto entonado con cara de circunstancias y gesto de sacristán con ataque de hemorroides.
                La sumisión tiene que ser absoluta ante el estalinismo contemporáneo de la corrección política, bozal con el que se nos pretende amordazar a quienes disentimos de todas las imbecilidades que van soltando.  La más reciente es la necesidad de convocar a los más conspicuos asnos de la reata roja porque todos somos necesarios en esta hora del renacer nacional. A ver, ¿quién me puede decir una sola cosa que estos hijos de sus malas madres hayan hecho? ¿Qué nos pueden aportar los chavistas-maduristas aparte de sus habilidades más que patentes de acabar todo cuanto tocan? ¿Acaso necesitamos que arruinen todavía más lo escaso que nos queda? ¿Es que los necesitan para que enseñen cómo saquear inmisericordemente las riquezas del país? ¿Qué demonios puede aportar esa gavilla de alimañas?
                ¿A qué están jugando los correctos "dirigentes"? ¿Qué buscan los neo notables cuando se erigen en la bisagra de una puerta que no existe porque hace rato que las termitas se la zamparon? A quienes alertamos sobre los riesgos de la perversión que se nos trata de endosar, buscan despacharnos con el remoquete de anti políticos, o guerreros del teclado, o de mandaderos de Maduro.  Y no puede uno dejar de pensar: ¿Quiénes pusieron su mejor celo y empeño en descalificar y acabar los partidos políticos que sus propios dirigentes? ¿Acaso no lo demostró el prócer Rafael Caldera, que prefirió destrozar lo que quedaba de Copei para avivar el chiripero devenido en el partiducho Convergencia? ¿Acaso fuimos nosotros los que hicimos que el otrora venerable Alfaro Ucero diera el nada edificante espectáculo, tal judío errante, de su candidatura náufraga?
                Bien lo dice el refrán: no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y hoy por hoy lo que sobran son émulos de Edipo. Se empeñan en acuchillar a Layo, después de todo su obsesión por Yocasta poco les importa que les termine costando los ojos que ellos mismos se terminarán sacando.

© Alfredo Cedeño

Follow bandolero69 on Twitter