viernes, julio 29, 2022

PABELLÓN A LA PAELLA

 

Mantengo en la memoria la primera vez que comí paella en casa de unos amigos españoles. Ellos eran catalanes y se jactaban de ser buen diente. Y lo mantengo en mis recuerdos porque hasta ese día había comido ese plato en innumerables ocasiones, pero aquel primer bocado me hizo quedar inmóvil. Mis amigos que me conocían muy bien dejaron de comer y me miraban fijamente; hasta que Jorge saltó: ¿Ahora qué mosca te ha picao? Respondí: ¡Este sabor es diferente!, ¿qué vaina es esta? Hala animal, deja de tocarnos las narices y come, me dijo el padre.  Por supuesto que no me quedé en paz y seguí comiendo, pero buscando qué era lo extraño. Hasta que caí que había un cierto amargo, y un aroma muy característico, que le daba ese toque mágico que me tenía embriagado. Cuando seguí con el dale que te pego de saber qué era lo diferente, doña Montserrat, me explicó el secreto. Y así me hice adicto al azafrán.

Esta especia, que proviene de los estigmas de la flor de la planta Crocus sativus. Son largos meses desde que se siembra hasta que se colectan, y se le llama el oro rojo porque un kilo de dicho condimento puede costar alrededor de cuatro mil dólares. Pero es que para llegar a colectar ese kilogramo es necesario escarbar más de 160.000 flores, porque de cada una apenas se pueden colectar tres hebras…

Acerca de la producción de esta joya hay un universo de referencias. En el siglo VII a.C, los botánicos asirios le documentaron por primera vez, aunque ya antes había algunas referencias a su uso medicinal, era utilizada para el tratamiento de unas noventa enfermedades. Los egipcios la utilizaban para embalsamamiento, para los romanos fue un afrodisiaco, los griegos la empleaban para perfumar sus salones. Será en el siglo VIII de esta era, luego de la llegada de los musulmanes a la península Ibérica, cuando llega a la gastronomía española. 

Sin embargo, su cultivo y elaboración se ha ido concentrando en un país a caballo entre el llamado Oriente Medio y Asia Occidental: Irán. Allí se cultiva el 90% de la producción mundial de azafrán.

Cuando leí el pasado 13 de julio las declaraciones de Ali Rezvanizadeh, responsable de proyectos agrícolas iraníes en el exterior, anunciando que la satrapía venezolana “había acordado proporcionar un millón de hectáreas de predios agrícolas para los proyectos de cultivo de Irán en el extranjero para asegurar los alimentos que necesita la nación persa para sustentar su estrategia de seguridad en esta área”, recordé las cifras de producción del mencionado aliño. Y empecé a preguntarme si será que ahora van a sembrarlo en Paraguaná, o quién sabe si les dará por plantarlo en las afueras de El Guamache, allá en Margarita. Porque la verdad que no se me ocurre otra cosa. ¡A menos que se dediquen a sembrar amapola!  No sería extraño que los hampones que se han adueñado de Venezuela pretendan convertirla también en La Meca de la heroína tropical. Algo es seguro: yuca no van a plantar, a menos que se la siembren a Maduro y su  combo.

 

© Alfredo Cedeño 

viernes, julio 22, 2022

SINIESTRA MUTANTE

Vengo de una generación que creció oyendo hablar del Hombre Nuevo, así en mayúsculas y cursivas, porque era como se mencionaba, casi había que ponerse de pie y golpearse el corazón, que ni el himno nacional, pues. Crecí rodeado de mensajes y dogmas en torno a la igualdad, la justicia y, por encima de todo –también por debajo, a los lados, y por donde cualquier cosa se asomara–, oyendo el sermón con aire de responso que hablaba de la lucha de clases. Era un combate feroz de pobres contra ricos, se anunciaban las heroicas victorias de los acerados sindicatos contra las purulentas cúpulas empresariales, se enaltecía la épica resistencia del pueblo vietnamita frente al águila feroz imperialista, y así, como unas suertes de Buzz Ligthyear proletarios, hasta el infinito y más allá se hablaba de la necesidad de un mundo igualitario sin clases sociales.

Esas soflamas de una vanguardia pensante progresista, que invitaba a tomar el cielo por asalto, fueron, cual libro de Kafka, convirtiéndose en una caja de repercusión de la lucha por la autodeterminación de los pueblos, lo cual vino como anillo al dedo a vivianes como Fidel para ampararse allí y seguir ahorcando a su isla natal. Más tarde, ser de avanzada, ser “progre”, fue sensibilizarse ante las minorías. Ya el proletariado había pasado de moda, ya el olor a sobacos obreros comenzaba a afectar sus delicados apéndices nasales. Porque algo si han tenido siempre esos discípulos de Catón, Marx y Gramsci, y lo cual nunca han ocultado, es su gusto por lo caro. ¿Acaso no usaba el ya mentado Fidel DOS Rolex en su muñeca?  A más de uno de esos revolucionarios les oí decir: “Como decía Lenin, [falta saber si el barba de cabra lo dijo] de la burguesía el vino y sus mujeres”. No hay nada que le guste más a uno de esos zarrapastrosos que una mujer hermosa de uñas impecables y porte precioso.  

Las minorías que referí antes, y por las que se peleaban a dentelladas, estableciendo cada uno sus respectivas parcelas, fueron negros e indios. Perdón, afroamericanos e indígenas, antes que cualquier lector “sensibilizado” convulsione ante mi trato discriminatorio con ellos. Y así vimos especialistas que se fueron a África y otros al Amazonas.  El indigenismo provocó un verdadero furor, rozando la histeria, que solo alcanzó el grupo Menudo en su buena época. Aparecieron gurús y mártires de la causa indígena, brotaron como ramos de verdolaga en la sabana, el imperialismo estaba representado por las misiones evangélicas americanas. Es cierto que esas organizaciones religiosas provocaron daños terribles entre las culturas de nuestro Amazonas; yo mismo documenté el caso de los Yabarana en la cuenca del río Parusito en las afueras de San Juan de Manapiare. Al calor de la defensa de los “pueblos originarios de América” se rodaron películas en 16 mm, una que fue particularmente exitosa, con premios de todo tipo, fue una poderosa herramienta de denuncia contra la misión Nuevas Tribus. Sin embargo, debo decir que la cinta, cuya parte medular era las palabras  de un shamán Yekwana, que se suponía habían sido recogidas en su ambiente natal en el corazón de Amazonas, en realidad fueron realizadas en el parque Los Chorros de Caracas. Y como eso, hay decenas de otros ejemplos de cualquier tenor.

En el caso de los hijos del continente negro también hubo toda clase de “investigaciones” profusamente regadas con dinero público, que ministerios, institutos autónomos y universidades prodigaron a sus portaestandartes.

Las metamorfosis han sido continuas, muchas veces imperceptibles, pero siempre presentes. Más tarde vimos la epopeya de la batalla por el derecho de gays, lesbianas, trans y demás colaterales; allí se desmelenaron muchos, que antes vimos enarbolando claras e inequívocas banderas de segregación, clamando por los derechos de esa minoría; la cual fue manipulada a conciencia y sin temor a Dios por esa misma “vanguardia progresista”, al punto que un verdugo de esa comunidad como fue el argentino Ernesto Guevara terminó convertido en un ícono que ocupa lugar destacado en las marchas del orgullo gay en el mundo entero.

Si algo caracteriza a ese frente de la progresía es su habilidad pasmosa para el cambio, y en estos días nos tienen hasta las narices con el recalentamiento global. Ahora desde los peos de las vacas hasta el desodorante que usamos es el responsable de tal calamidad. Mientras tanto usted los puede ver desplazándose en aviones privados, autos blindados, comiendo en restaurantes exquisitos y comprando en las principales tiendas de las grandes capitales, donde acuden ceremoniosos y con caras de circunstancias a pontificar sobre los daños irreversibles del voraz capitalismo en la madre tierra.

Mi esperanza es que pronto emulen a Gregorio Samsa para, una vez hechos cucarachas, pisarlos hasta cerciorarnos de que semejante plaga ya no aletea.

 

© Alfredo Cedeño 

viernes, julio 15, 2022

MIEDO E INTERESES


Usted y yo, ciudadanos de a pie e hijos de una tierra ahora, y siempre, canibalizada por las castas dirigentes, se pretende ahora que sigamos como los célebres monitos: uno no ve, el otro no oye y el último no habla. Es al papel que, esas cofradías del poder nos quisieran ver reducidos.  En la epopeya enfermiza que se han labrado en sus cabezas, yermas de saber y copiosas en idioteces, sectarismo y oportunismos, nos ven como meras fichas para mover a su conveniencia en el momento y lugar que a sus intereses más convenga.

En esa Babia particular que se han fabricado no terminan de entender que los tres simios son una ilustración y que, a diferencia de ellos, estamos vivos. Pretenden unos que no se hable desde las tribunas que la sociedad desarrolló como mecanismos de control; por eso cierran el Congreso, crean un adefesio llamado Asamblea Nacional, el que cuando no pueden mangonear a su antojo se sacan de la manga una Asamblea Constituyente, con una facilidad que ni para cambiarse la ropa interior; también compran, o cierran o se roban los periódicos, emisoras y televisoras que no le hacen las venias que ellos imponen.

Los otros son peores, porque al ser supuestos adversarios de aquellos debieran asumir otra posición, pero estos quieren que no veamos, ni oigamos, ni hablemos. Si a usted se le ocurre, por ejemplo, mencionar Monómeros, ponen cara de congoja, casi como si estuvieran pujando, y sacan una Biblia en edición del año 1500, una reliquia de la cruz donde murió nuestro Señor, unas pantaletas de Santa Tecla La Callosa y un rosario que era de San Agustín, mientras gritan a todo pulmón: ¡Calumnia, calumnia! Todo esto en medio de una algarabía de corifeos y plañideras que le acusan de colaborador del régimen, como menudo.

Al final del día, como gustan de decir los estadounidenses, lo que nos queda son juegos fatuos de luces artificiales. Ellos, mientras tanto, y así como quien no quiere, juegan a mantener, como sea, los feudos que siempre han tenido desde el mismísimo siglo XVI, cuando la corona española otorgó cédulas reales, leyes y ordenanzas con las que otorgaba derechos y privilegios a los descendientes de los primeros conquistadores y pobladores. Esas élites fueron dueños de grandes haciendas de cacao, tabaco y de hatos de ganado; también de esclavos, amén de presumir de bancos exclusivos en las iglesias, donde eran llevados en sillas a lomo de sirvientes, ser llamados Don o Doña, escudo de armas en el frente de sus casas, así como usar bastones, sombrillas, sombrero y cadenas.

Tales castas se han acoplado a cada jefe todopoderoso, llámese rey, caudillo, dictador o presidente, acoplándose, otras mutando en medio de los disturbios ocasionales para apropiarse de la respectiva tajada a la que suponen tener derecho divino.  Las ideas poco valen, la llamada derecha ha sido uno de los mayores fraudes históricos, se han limitado a dejarse amedrentar sin capacidad de confrontar la inmensa ristra de retruécanos con la que nos imponen su visión “progresista”. Mientras tanto esa izquierda casposa y exquisita, que si sabe dónde va, se ha adueñado de todo, hasta de nuestras vidas. Ellos saben cómo tener a buen resguardo sus intereses, los otros solo pelean por quitárselos.

 

© Alfredo Cedeño 

viernes, julio 08, 2022

DE ESCOLTAS Y OTROS DE IGUAL PLUMAJE


A menudo utilizamos palabras de las que tenemos la idea, más no conocemos su origen. En mí, esa procedencia ejerce una fascinación rayana en lo morboso. La etimología, como gustan de llamar los eruditos, de, para poner un ejemplo, misericordia es un vocablo latino que es idéntico: misericordia, conformado por miser –miserable–, cordis –corazón– y el sufijo ia. De allí que su significado es:  la facultad del ser humano de sentir la miseria de los demás.

Otra que me encanta es la muy castiza ojalá. Al comienzo no era una palabra, sino una frase árabe: wa sha’ Allah, que traducida a nuestra lengua madre significa: Quiera Dios.

Los ejemplos son infinitos, tantos como palabras conocemos. Otra utilizada muy a menudo, sobre todo en estos tiempos de uniformes y chafarotes devenidos en comandantes en jefe, o tenientes que substraían en las cantinas y ahora se roban los periódicos, es pretoriano. Leemos, u oímos, respecto de guardias pretorianas, o equipos pretorianos, y hasta de ignorantes pretorianos. Y se repite al ritmo de cotorras amaestradas que alzan la pata cuando le dicen dame la pata lorito.

Esta palabreja proviene del latín, para ser quisquilloso debo escribir que específicamente del nombre que se le daba a la tienda de campaña que usaban los generales del ejército romano: praetorium. De su estirpe hay hasta fecha de nacimiento, puesto que la primera noticia debidamente documentada que hay es la del año 146 antes de Cristo, cuando Escipión Emiliano marchó hacia Numancia con su ejército y un séquito de quinientos amigos que formaban su escolta personal. Para que vean que eso que llaman amiguismo, o compadrazgo, o nepotismo, o enchufados, elija usted el que más le guste, es un milenario oficio. Lo cierto fue que aquel grupete de compinches de Escipión, como acampaban junto a su pretorio, fue bautizado como guardia pretoriana.  La costumbre hace la práctica, y así fue como cada mandón de turno fue sacando y metiendo a sus gentes de confianza.

Casi 120 años más tarde, en el año 27 antes de nuestra era, al convertirse Augusto en el primer gobernante del Imperio, decidió que ese combo debía ser utilizado no solo en la guerra, sino también en lo político; y fue así como él reclutó a la primera Guardia Pretoriana, de las filas de las legiones de todas las provincias.

Como bien pueden suponer esta élite pronto se dio cuenta del poder que tenían. Quien sabe si ver tanta bacanal les alborotó el energúmeno que todo hombre de armas suele acunar, y empezaron a pedir, y obtener privilegios. Desde casas y yantar, hasta alguna vestal extraviada, digo yo, porque eran la fuerza que respaldaba al poder. Tanto fue así que, para citar un caso, el jueves 24 de enero del año 41 de nuestra era, un grupo de miembros de esa tropa, con Casio Querea a la cabeza, decidió darle matarile a Julio César Augusto Germánico, ese que todos conocen ahora como Calígula. Aseguró Suetonio que el mentado Querea dio tal paso porque estaba harto de la mamadera de gallo, esa que ahora llaman bullying, que le tenía su jefe quien se refería a él con nombres peyorativos, mientras clamaba que era un mariquita y pésimo recaudador de impuestos.  Y le salió respondona la criada…

Otro que siguió en el cartel de sacrificios de los cuidadores de emperadores fue Servio Sulpicio Galba, conocido en la historiografía romana como Galba, quien, la mañana del martes 15 de enero del año 69, se dirigió al Palatino a ofrecer sacrificios a los dioses. El sacrificado fue él a manos de sus cuidadores, instigados por Marco Salvio Otón. A este último, los cronistas lo describen de aspecto desgarbado: calvo, retaco y patizambo; que gustaba de emperifollarse, usaba peluquín, se depilaba y llevaba una apariencia impecable. Suetonio decía que se arreglaba “como una mujer”. Lo cierto fue que aquella mañana Otón fue al campamento pretoriano, donde fue proclamado Imperator, y no voy a seguir extendiéndome o no podré terminar.

No puedo dejar de mencionar el caso de Caracalla, quien el jueves 8 de abril de 217, mientras estaba de viaje para visitar un templo cerca de Carras, en el sur de la actual Turquía, al detenerse en el camino para descargar su vejiga, el soldado Julio Marcial, le dio una ración de puñaladas; pocas meadas tan letales como la póstuma del finado emperador. Y finalmente miento a Heliogábalo, quien el miércoles 11 de marzo de 222 acudió al campo pretoriano convocado por sus soldados y allí fue ejecutado junto a su madre.

Hago este brevísimo recuento mientras leo y veo las noticias sobre el último sainete rojo rojito del pasado 5 de julio en el paseo Los Próceres. De los herederos de Chávez había que esperar eso y más, creo que todavía se quedan cortos, ellos no tienen el menor sentido del decoro y no temen al ridículo, lo grotesco es parte esencial en ellos. De los analistas, y demás especímenes de similar tronío, tampoco se puede esperar otra cosa, solo saben llorar de lo que éramos y lo que volveremos a ser. A ese ritmo tendremos desfiles con el Maduro e´goma para rato.

No hay cupo para comparaciones. Es un ejercicio vacuo de autoflagelación tratar de comparar los desfiles militares con las mojigangas de ahora. ¿Será que algún día terminarán de entender que son dos situaciones diametralmente opuestas? Mientras que en aquellos tiempos se hacía un desfile para mostrar la fortaleza militar del país, ahora se incorpora al populacho a la parada militar que ya no ven desde las gradas y tribunas laterales de esos espacios.  No hay comparación posible entre aquellas fuerzas armadas que enfrentaron, y derrotaron, a la guerrilla; con este desfile de genuflexos que se han convertido en escoltas de la guerrilla colombiana, o en mensajeros de las fuerzas armadas cubanas.

¿Cómo pueden pretender siquiera que estos gusarapos se acerquen al entrenamiento, moral, liderazgo y aptitudes de aquellos que portaban uniforme marcial? Sigan así, que pronto los veremos pidiéndole duraznos a las matas de topocho. Mientras tanto, y como por no dejar, Maduro y su combo no debieran dejar de estar atentos a su guardia enchufiana, porque de pretoriana es muy poco lo que pueden presumir, no sea que les dé por emular a los viejos pretores romanos. Se han visto casos.

 © Alfredo Cedeño  



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