miércoles, octubre 20, 2010

VIDA


Se ha dicho que la vida comenzó con una espora que logró germinar en medio de ese gran espacio de fango que es ahora este fandango que llamamos el mundo… A todo nos inquieta, nos hace formular preguntas y elucubrar al respecto.

Y si de esporas se trata las montañas trujillanas están llenas de ellas y sus retoños. Así que recurrí a esos cómplices y maestros que he adquirido en los últimos tiempos: los campesinos de Altos de la Cruz. Cuando pregunté por un sitio donde pudiera encontrar mejores helechos; uno de ellos me respondió: “Pero si ahí mismo en el `orillo´ de afuerita de Valera tiene pá que quede ahíto!”

Y por diecisiete días improvisé un refugio e instalé trípode, cámara, luces y cartulinas en ese borde de la ciudad y fui siguiendo el desarrollo de esta hoja. A la par que ella se desarrollaba fui entendiendo más y más los versos del poeta sirio Ali Ahmad Said, a quien más se conoce como Adonis:

Abrazo a la espiga del tiempo,

mi cabeza es una torre de fuego.

Mi alma ha olvidado sus pasiones,

ha olvidado su patrimonio, oculto en la casa de las imágenes.






























domingo, octubre 10, 2010

VALERA...

A veces se tiende a idealizar a las personas, a los sitios, a los hechos... Es de humanos. Tal vez allí está la clave que nos permitiría entender donde han nacido los dioses que necesitamos para defendernos de nuestras propias miserias.
Valera es la principal ciudad del estado Trujillo, cuando hablamos de lo económico; porque un nativo de Pampanito diría: "Pero no han tenío un Pepe Barroeta"; o uno de Boconó replicaría: "Ni tampoco un Elías Pino, ni momoyes, ni...". Ni que decir de un trujillano de la capital que muy orondo afirmaría que ellos tienen a un Mario Briceño Iragorry y esa larga cepa vital de los Carrillo que tanto han dado a la nación, "empezando por Juan Bautista Carrillo y terminando por Pedro Palma Carrillo o Tomas Carrillo Batalla".
Y todo ello muy cierto. Pero Valera es Valera y arrastra con la fama de las muchachas díscolas y de comportar, algunas veces, poco decoroso. Pero es hermosa esta ciudad, de eso no hay duda. Por eso levantarse un domingo a primera hora para ver como empieza a desperezarse no deja de ser una fiesta que le perdona cualquiera sea las veleidades citadinas en que incurre.
En el fondo Valera no es más que una muchacha que cubre el agua con la bandera y todavía conserva una cruz inmaculada en el borde de las montañas para que la ampare y la haga seguir andando con garbo y gesto de hembra traviesa...










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