domingo, julio 23, 2017

¿VIVAS AL SILENCIO?


                El silencio es manifestación sombría, oscuro heraldo de la muerte, por lo general es antítesis del jolgorio. La alegría no sabe callar, no puede permanecer impávida, ella es vida e insurrección, es parto y algarabía.  No puedo escaparme al pasmo que me produce ver a ciertos personajes que juegan al silencio y casi ordenan entonarle loas a la quietud, a enfriar las cada vez más calientes calles de Venezuela.
                Veo dichas maromas y recuerdo al poeta español, de La Rioja para ser quisquilloso, Manuel Breton de los Herreros. En su obra Sátira contra los abusos y despropósitos introducidos en el arte de la declamación teatral, impreso en Madrid, por la imprenta de Repullés, en 1834, hay tres versos que en estos días me vienen mucho a la memoria:
Otro con importunas contorsiones
cual payaso en grotesca pantomima
piensa mover del pueblo las pasiones.
                Y mientras tanto, se le hace el juego al hombre aquel, cuyo nombre ni siquiera quiero mentar, el del bigote poblado y presumido bailarín de tercer orden, que mantiene aislado y torturado al general Ángel Vivas.  La indignación ante el trato que le han dado solo la supera la indiferencia con que la casta política venezolana ha reaccionado ante su caso. Sus hijas y esposa con dignísima soledad vagan cual ánimas en pena tratando de hacer oír el caso de su padre y marido. La respuesta de “la dirigencia” no puede ser más oprobiosa, ni aún por salvar las apariencias han dicho nada al respecto.
                Vivas es un preso del inmentable quien el 22 de febrero de 2014, en horas de la tarde, en cadena de radio y televisión anunció: "He ordenado detener al general en situación de retiro Ángel Vivas... que lo busquen y me lo traigan", cual caporal de un hato que manda a que le traigan una res. Luego de más de tres años, el pasado 7 de abril, con una triquiñuela propia de ellos lo sacaron de su casa y se han cebado sobre su longeva humanidad.  Y el silencio sigue, nadie dice nada.   
                Esta rabia e impotencia me refugia en una biblioteca pública y ahí, leyendo al maestro Shakespeare, encuentro en Macbeth la que puede ser una respuesta: “…enseñamos lecciones sangrientas que, una vez aprendidas, retornan para contaminar al causante: esta omnímoda Justicia deposita el ingrediente de nuestro cáliz envenenado en nuestros propios labios”.
                Espero que en algún momento, siquiera por salvar las formas de la decencia y la menor de las solidaridades, el aparataje político opositor tienda la mano al General Vivas y su desolada familia.

© Alfredo Cedeño

domingo, julio 16, 2017

¿ÁRBOL CAÍDO?

 
                Reconozco que me esperaba una solidaridad casi clandestina y frases fementidas de cierto grupete a raíz de la libertad condicional de Leopoldo López. Comenté con varias personas esa mañana que no pasaría una semana para que viéramos como empezarían a pujar para, por lo menos alguno de ellos, parir un piano de cola. 
                Junto a la ola de alegría que recorrió al país por su semi liberación, casi simultáneamente comenzó a ejercitarse el juego nacional de la especulación. Muy pocos lo aceptaban y celebraban, y hablo de gente inteligente, muy seria, cuya reacción inicial fue hasta de poner en duda la información que desde el ABC de España empezó a sacudir el sábado 8 de julio. “Pero es que fulanito, su hermano del alma y mugre con uña de Lilian, no me ha dicho nada”, me dijo una de las primeras voces a las que consulté.  De allí en adelante lo que preveía sería una ola de ánimo se convirtió en una inmensa nube negra de peores presagios.
                 A media mañana las acusaciones de entreguismo, negociación, torvas manipulaciones y demás zarandajas de igual ralea eran una tolvanera que vapuleaba la salida de Leopoldo de Ramo Verde. 
Pero donde todos los demonios se desataron fue cuando Lilian Tintori, la guerrera, la que puso la situación de Leopoldo y de los presos políticos venezolanos en los principales escenarios políticos del mundo, la que nunca dejó de recibir desplantes y desaires de quienes debían darle su apoyo incondicional, la que no soltó la presa en ningún momento, habló el domingo 9 de julio.
Pero, ¿qué dijo ella? Nada que no fuera cierto y a lo que esa jauría de mastines enanos que actúan como correveidiles le cayó tratando de hacer leña. Lilian, no sé si con ingenuidad o con jugada sibilina, y me inclino por esto, le mató al gobierno una de sus cartas que guardaban para usar en el momento menos pensado: el acompañamiento de los hermanitos, no sé cuál es peor que el otro, Rodríguez a su casa. Para mayor escándalo de la guardia pretoriana de la limpieza ética, ella informó: “Les dije que no puede existir más tortura en Venezuela, que no deben existir presos políticos en Venezuela y que si tenemos que trabajar en conjunto para lograr entendernos, lograr concordia y lograr una solución inmediata a la crisis que vive Venezuela, cuentan conmigo como activista de derechos humanos, como esposa de Leopoldo y como mujer”.
Los mismos que han entonado el mantra del diálogo como bálsamo de fierabrás de todos nuestros males, fueron los primeros en vapulearla y pedir su cabeza en una pica en la plaza Bolívar. Fue canallesca la manera como se pretendió hacer leña de una mujer que ha sido un roble en esta mala hora que vivimos. Como diría mi querido sobrino Ángel Alfredo: ¿Por qué no se meten la lengua atrás de la oreja?

© Alfredo Cedeño

domingo, julio 09, 2017

EN DOS PLANOS


 No hay especulación más lacerante que la que uno vive cuando escribe en el marco de la destrucción de la tierra natal. Esa meditación se hace más dolorosa cuando evalúas los actores involucrados y encuentras dos planos que no terminan de articularse. Hay un plano político en el que claramente participan gobierno y “oposición”, ambiente del cual nadie en su sano juicio denigraría si los agentes opositores allí presentes mostraran más sintonía con la población.
El segundo plano al que hago referencia es aquel en el que junto a los antes mencionados está la  poco nombrada, pero muy viva, calle, la misma a la que apeló con visión zahorí Leopoldo López en su momento. Y llamo calle a la gente anónima, a la ciudadanía huérfana y desesperada que ha comenzado a organizarse de manera espontánea y rudimentaria, pero no menos eficaz. Expresión de ello son los cada vez más atomizados grupos que no cesan de vocear su descontento contra Maduro pese a la presencia cada vez más agresiva y descontrolada de los bochornosos colectivos a los cuales se enfrentan de manera cada vez más eficaz, por lo que no pocos de ellos han sido debidamente azotados. Otras  muestras son las tanquetas y patrullas que hemos visto quemadas en distintos lugares del país.
En la Antigüedad, los griegos no conocían el azul en cuanto a su definición. El ex primer ministro británico William Gladstone, un fanático empedernido de la obra de Homero, en el siglo XIX detectó que en la Ilíada y la Odisea no aparecía mencionado dicho color por ninguna parte. Luego Gladstone se dedicó a leer otros textos de los antiguos griegos y confirmó que nunca aparecía referida esa  tonalidad.
Los discípulos tropicales y subdesarrollados de George Steiner juegan a cumplir su frase: “Lo que no se nombra no existe”, creen que al no mencionar la calle, ni articularse junto a ellos y los inagotables muchachos, para enfrascarse en diálogos vacuos con el necio bigotudo y su corte de mutilados mentales, ya la realidad es otra, la que a ellos les interesa y gusta.
¿Cuándo se articularán esos dos planos? Nadie lo sabe, pero si la presión fáctica de la subestimada calle se mantiene, esa dirigencia Shakira –ciega, sorda y en ocasiones muda– tendrá que supeditarse a esa voluntad multitudinaria que cada vez les acompaña menos en sus convocatorias, lo cual les suele generar angustias y no pocos vahídos existenciales.
Espero que más temprano que tarde esa sintonía entre los dos planos se produzca, a partir de ahí comenzaré una jubilosa reflexión sobre ese hermoso azul de nuestro cielo que siempre hemos sabido vivir al contemplar. Cielo que se despejará aún más con Leopoldo ahora en su casa, pese a las cada vez más flácidas fauces rojas.  No poca ventaja le llevamos a los griegos.

© Alfredo Cedeño

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