martes, septiembre 29, 2015

PROFECÍA 25



No hay aridez que no venzamos
no habrá desierto que nos someta
no podrán imponernos la derrota
no serán capaces de negarnos
no dejaremos de retoñar una y mil veces
hasta que esa gris armadura reviente…

© Alfredo Cedeño

sábado, septiembre 26, 2015

ROMPAMOS ESPEJOS



 Venezuela es una caja de espejos, en nuestro país las réplicas no cesan de convertirse en un eco que va hasta el aparente infinito. Vemos cómo se van repitiendo los hechos por los siglos de los siglos, rogando que no sea amén.  Fue así como un par de centurias, y un poquitico más, antes, exactamente en 1812,  desde Calabozo, estado Guárico, surgió esa versión asturiana y anticipada de lo que vivimos en estos días en tierra venezolana. Escribo sobre José Tomás Boves y de la Iglesia, quien asoló el país de una manera despiadada al frente de sus huestes sangrientas. Hordas de las que poco recordamos su origen: venezolanos en su casi totalidad, criollos despreciados por una oligarquía, que fiel a su arquetipal miopía de casta, los había ido llenando de venenoso resentimiento.
Boves, al que Francisco Herrera Luque añadió el mote de El Urogallo, originalmente había sido un marino al servicio de la Real Armada Española, y por favor vean la serie de ecos que hasta hoy llegan. Este señor, quien había prestado juramento al estado español, fue apresado y enjuiciado por sus dotes de estraperlista, luego condenado a ocho años de prisión que debía cumplir en el castillo de Puerto Cabello. Estando allí, un amigo de su difunto padre lo puso en contacto con un abogado venezolano quien logró que le fuera conmutada la pena por la del destierro en la ya citada población guariqueña. Por cierto, el jurisconsulto que logró dicho canje procesal fue Juan Germán Roscio, a quien luego veremos como director del Correo del Orinoco, redactor del Acta de Proclamación de la Independencia, de la del Acta de la Independencia y de nuestra Primera Constitución; también como Presidente del Congreso de Angostura de 1819 y vicepresidente de la Gran Colombia.
 Una vez instalado en el corazón de los llanos, el hijo de Asturias montó una pulpería, la cual aseguran fue de gestión exitosa; aunque algunos investigadores y averiguadores de la vida ajena, a fin de cuentas pájaros de similar plumaje, han dicho que eso fue debido a las mañas poco ortodoxas aplicadas en el manejo de dicha venta de abarrotes. Por lo visto la honradez entre los operadores comerciales ha solido ser un espécimen de corto aliento a lo largo y ancho de nuestro paso por la historia, pero sigamos con el pulpero.  Es manida la historia de cómo en un primer intento, guiado por ese sentimiento tan próspero por nuestros lares, mejor conocido como el resentimiento, quiso arremeter contra sus paisanos por lo que trató de entrar a la lucha independentista. Vano intento, más de uno que le debe haber tenido ojeriza, sabrá Dios si porque alguna vez se negó a fiarle una locha de manteca, o medio kilo de caraotas, lo acusaron de agente de la corona española, que era el imperialismo de aquellos tiempos. Fin de fines que don José Tomás terminó encarcelado, su mujer asesinada y su negocio saqueado. 
Como bien podemos suponer, aquel hombre no era precisamente émulo de su paisano San Melchor de Quirós, el primer santo de las tierras asturianas, y al ser liberado se incorporó a las fuerzas del español Monteverde. Este último era el representante de la corona española que acordó con Francisco de Miranda la llamada capitulación de San Mateo; acuerdo que comenzó a violar muy pronto. Es célebre su carta dirigida a la Corte en la que expresa: “Caracas debe ser tratada por la ley de la conquista”. Es bueno, también recordar que tenía por capellán a un clérigo de apellido Coronil quien, al decir de un testigo realista “en Valencia, al partir una compañía para San Carlos exhortó en alta voz á los soldados á que de siete años para arriba no dejasen vivo á nadie”. En semejante ambiente Boves desplegó el encono del resentimiento, hasta multiplicarlo atrozmente. Su saña, convertida en logros militares, hizo que escalara veloz en la línea de mando de las tropas españolas. Las crónicas han dejado abundantes reseñas de las degollinas que llevó a cabo de allí en adelante. Pero… y es algo de lo que muchos no quieren hacer mayor relevancia, la casi totalidad de las fuerzas que terminó incorporando a sus hordas vandálicas eran criollas, eran tropas que se jactaban de ser zambos alzados. No está de más recordar las frases que empleó como palancas motivadoras para captar adeptos: ¡Guerra a los blancos explotadores del pardo y del indio! ¡Las tierras de los blancos para los pardos! ¿No les resultan familiares para con ciertas expresiones que en los últimos tres lustros cierta gente ha venido usando a troche y moche?
Fue un largo tiempo de cruel pesadilla que padeció Venezuela. Una noche que parecía inacabable hizo tambalear en repetidas oportunidades los intentos independentistas. No será hasta el 5 de diciembre de 1814, cuando Pedro Zaraza lo liquida en la batalla de Urica. La tradición oral afirma que antes de dicho choque el oficial patriota mientras afilaba su lanza, dijo: Hoy o se acaba la bobera o se rompe la zaraza. Cuando hago este recuento no puedo dejar de preguntarme: ¿Tendría Roscio idea del vainón que le iba a echar a Venezuela cuando defendió a semejante tunante?, ¿igual hubiera hecho que la justicia fuera tan generosa con el futuro verdugo realista? Son tantas las preguntas que suelen formularse en estos casos… ¿Hubiera votado la clase media venezolana, con entusiasmo enfermizo, por el Chávez que los llevó a la indigencia?
Insisto: somos una sucesión de reflejos que no cesa, son escasas las explicaciones que podemos encontrar para tratar de entender los demonios que nos habitan. Uno de ellos es el sentimiento de culpa ante el éxito, no sé qué piedra de Sísifo cargamos a cuestas que suele tornarse en repugnante confusión para el manejo de ello. Es la explicación que columbro para entender lo que llevó a nuestra clase media deslumbrada a postrarse ante Chávez, lo cual se ayuntó a una clase política patética que se  encarriló, todos a una, atrás de la figura del icono sexual de la machería venezolana, entiéndase Irene Sáez, a quien todos cortejaban bajo la presunción de que era una rubia tonta a la cual conquistar, para luego de seducida exhibir cual trofeo de caza. Y la película terminó con todos teniendo las tablas, los jergones y el catre de sombrero.  
       Volvemos a vivir tiempos de desolación y de escaso consuelo, con una tropa gastada en combates asimétricos donde las líneas de mando que enfrentan a la barbarie no han descubierto la forma de ser más erráticas. Las campañas han tenido por patrona a Nuestra Señora de la Esperanza Perdida, y hemos visto desmigajarse el soporte popular ante un triunfalismo estentóreo y patológico. Aquellos que disentimos somos segregados, hay una sola línea de acción en la que las propuestas que no emanan de la camarilla de siempre son atacadas con energía digna de verdaderas causas. Los espejos no cesan de replicar escenarios ya vistos y que nunca debimos volver a ver. Venezolanos que despedazan a otros venezolanos, derrame de sangre fraterna amparados en la sombra de un celaje que consideran realidad. ¿Algún día lograremos reventar estos malditos espejos? A fin de cuentas ya son más de siete años de fatalidad los que hemos padecido.

© Alfredo Cedeño

martes, septiembre 22, 2015

PROFECÍA 24


Pendemos sobre los bordes del vacío
con su asaz negrura de noche que aguarda,
el brillo  no logran apagárnoslo
y los niños son faro decente hecho guía,
bendito abandono en que nos lanzaron
de donde siempre escaparemos libres.

© Alfredo Cedeño


sábado, septiembre 19, 2015

TIEMPO DE MUDANZAS

 
De nuevo llega un Papa a Cuba. Esta vez le toca al jesuita argentino Francisco, es el tercero que llega  a dicha tierra antillana en menos de 20 años; antes lo hizo el polaco Juan Pablo II, en 1998, más tarde lo hizo el germano Benedicto XVI, hace apenas tres años, y los hermanitos Castro siguen con el control de la sinfonola, la hacen tocar el son que a ellos más les gusta y conviene. Ambos fueron formados por los compañeros de orden del Santo Padre, así que será una reunión en la que veremos si algo de las enseñanzas recibidas aún permanecen.  Por lo menos han demostrado que aprendieron y han querido poner en ejecución una de las frases del cojo y santo Loyola: No sólo hay que resistir al enemigo, sino también vencerlo.
Debe decirse que tal vez escogieron un enemigo desproporcionado a sus capacidades reales, y ahora, al cabo de más de medio siglo, andan dando las vueltas de rigor para terminar en brazos del enemigo al que buscaron vencer por tanto tiempo. Por supuesto, hablo del vituperado imperialismo norteamericano. Hemos visto largos años de fintas de todo tipo, y cada vez aparecen más voces que desnudan el juego amoral e interesado del bachiller Fidel para echar por tierra todos los esfuerzos por restablecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Quien tenga dudas al respecto les recomiendo que lean la entrevista que hice en su momento a Juan Antonio Blanco, la cual publiqué este año en este mismo espacio en tres entregas de los días 20 y 27 de junio, y el 4 de julio.
No creo necesario abundar sobre los esfuerzos hechos, fundamentalmente en los años 60, por expandir la experiencia barbuda urbi et orbi, del santuario en que fue convertida la ya citada isla. Medios de comunicación, intelectuales, políticos, artistas, curas, boticarios, juglares y saltimbanquis se dedicaron a ensalzar las virtudes del heroico barbudo que amaba los Rolex, pero en lo cual nadie quiso fijar sus ojos. Tampoco quisieron ver cómo hundió a la ínsula en la miseria, y todos a una se sumaron al coro de condena al bloqueo. Por supuesto, menos les dio la gana de ver los vehículos último modelo en que el funcionariado cubano recorría las calles de La Habana. Era mucho más chic hablar maravillas de los “deliciosos” sabores de la heladería Copelia. Helados, por cierto, de sabor infame y que en cualquier otra heladería los hacen mucho mejor; y sin hacer referencia a las colas vejatorias que los habaneros deben hacer para recibir un copo del mezclote congelado, mientras que los turistas pasan raudos al mostrador donde recibirán su tinita. ¡Ah! Previo pago en dólares…
Hechos menos, desgracias más, esto es lo que han tratado de replicar en Venezuela la cofradía de ineptos chavistas-maduristas. Ahora bien, ¿cómo entender que en ambos escenarios se hayan enroscado de la manera que lo han hecho unos iluminados que sólo van de fracaso en fracaso, pero atornillándose en el poder y ejerciéndolo de manera despiadada? ¿Acaso no estamos ante un reflejo de lo que en realidad somos todos y por eso, pese a la repulsa deontológica que se pueda generar ante su accionar, en el fondo nos complace en cuanto nos sentimos identificados con ello? ¿Cuántas actitudes de este lado de la baranda no son réplica de lo que ocurre del otro lado? Pero de eso no se debe hablar. Ante eso el silencio cómplice, la alcahuetería solidaria, la cabroneria militante, se desperezan y se manifiestan con inusitado vigor.  Cuando algunas voces solitarias señalamos los desvaríos de una dirigencia errática somos conminados a que cerremos el pico, o a que tomemos las armas, como me instó un acucioso lector, quien a la vez me definió como “articulisto”.
También quiero referirme a los mensajes de gente muy querida que me hablaba con manifiesta preocupación sobre el ataque a los partidos, y la necesidad de su existencia. Al respecto quiero decir de manera clara e inequívoca: Creo en los partidos, pese a no ser militante de ninguno. Considero que son una estructura necesaria e insustituible para canalizar las decisiones y anhelos de la ciudadanía, así como la búsqueda del bienestar colectivo a través de la formulación de planes de acción que conduzcan a ello.
En quienes no creo, y me resulta imposible hacerlo, es en sus actuales dirigencias, los cuales siempre apelan a la solidaridad automática, y al coco de la antipolítica, mote con el cual, a manera de látigo, nos fustigan a quienes señalamos sus trapacerías. Al final del día no han sido más que una banda de pillastres de poca monta que se han dedicado a hacerle el trabajo sucio a los grandes grupos económicos, quienes luego los han contentado con bolsitas de maní por los servicios prestados.
Lo único que pedimos ciertos voceros es siquiera un mínimo de decencia en el manejo de nuestras voluntades, y que no se nos siga queriendo manipular a su real saber y entender de castas iluminadas donde no cabe disidencia alguna. Lo señalé la semana pasada con respecto a Leopoldo, y lo seguiré haciendo, como sé que seguirán otros que convergemos en la necesidad de que este momento sea tiempo de rescate de mejores oportunidades.  ¿Acaso creen los carcamales de siempre que Venezuela es la misma que presenció, por ejemplo, el espectáculo denigrante de ver a un patético Luis Alfaro Ucero a los 77 años siendo despojado de la candidatura presidencial por parte de su mismo partido? ¿De veras esperan poder seguir manejando el país como un potrero en el cual meten y sacan las reses que les da a la gana y cuando les da la puntada de rigor?
No seguiré abundando sobre lo que ha sido el caso Leopoldo y el insólito abandono al que ha sido sometido por sus compañeros de faena. Es ahora, cuando ven los réditos que pueden producir apoyarlo, cuando aparecen afanados a manifestar un espejismo de solidaridad. Que alguien me explique ¿por qué no ha sido esa dirigencia oxidada y de dudoso aroma la que ha exigido en la calle su liberación?, ¿por qué es López desde la cárcel quien tiene que convocar a acciones de calle para que ellas se realicen?, ¿cómo es que después de que él, cuando de nuevo, sacude la calle y pone al gobiernucho que padecemos a la defensiva, si saben salir a predicar una unidad que cada vez es más aparente que otra cosa?  ¿O es que ahora el bochorno de Lara y el caso Marquina-Gómez Sigala es de obligatorio silencio? ¿Si el bachiller Marquina hizo tan buena gestión y fue elegido por una circunscripción lo normal no era que fuera reelecto por ella? ¿Qué “jugada” hubo atrás de ello para realizar un movimiento de ese tipo? ¿Acaso esperaban que Eduardo Gómez Sigala aguantara callado semejante bofetada? ¿Quizá su paisano Ramón Guillermo Aveledo no fue capaz de alertar en el seno de la bendita MUD sobre la tolvanera que se levantaría en tierras guaras con semejante postulación? ¿Por qué siguen las triquiñuelas contra María Corina y pretenden sumergir en un espeso baño de silencio a Antonio Ledezma? Son infinitas las preguntas a las que no se dan respuesta. Se mantienen los arrestos de macho machote imponiendo voluntades y exabruptos a granel y no se perciben, siquiera, intenciones de  tratar de enmendar ciertos disparates inaceptables.
A Cuba siquiera llega un aire de consuelo con la visita de Su Santidad Francisco, a Venezuela continúan llegando vientos desolados, de poca generosidad y mucha miseria humana donde la zancadilla y la bribonada marcan la pauta. Aquí en nuestro patio algunos pillines arrogantes, consustanciados con sus roles de mariscales de opereta, engolan la voz y citan a san Ignacio ante los requerimientos de modificación para decir: En tiempo de desolación no hacer mudanza.  Por lo visto no siguieron leyendo al vasco, de hacerlo tal vez hubieran llegado a su poco recordada frase: No tener moderación muchas veces es causa de que el bien se convierta en mal y la virtud en vicio.  Tal vez si lo hicieron, pero consideran mejor gozar de memoria selectiva y recordar aquello que les conviene. Mientras tanto, y en abandono, el país sigue descuidado sobre el pavimento, con las alas quebradas  y viendo cómo se deshoja su credulidad.

© Alfredo Cedeño

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