viernes, enero 28, 2022

ÁLGEBRA CASTRENSE


La cofradía de viudas y ofendidos ahora se tapa la nariz y hacen aspavientos del anuncio hecho por las marionetas electorales del bigote bailarín y su revocatorio, mientras él tocaba con la trompeta del juicio final los compases de Mambrú que va a ganar la guerra. Mientras tanto, y como por no dejar de rebuznar, aparece El Tigre de Monagas anunciando que implementará una nueva lista García, porque debo hacer la acotación que, si bien la malhadada lista recibió el apellido de Tascón, la idea de su implementación fue obra y gracia de Ismael García. Y para completar el esperpento la casta política opositora se hace lenguas de lo bien que lo hace el interino.

En otras ocasiones he señalado del desacierto de atacar indiscriminadamente a las fuerzas armadas, y hasta he escrito en la necesidad de “enamorarlas” para poder salir de la plaga bíblica que padecemos desde hace más de veinte años. Y ha ardido Troya. Lo menos incómodo que me han soltado son algunas rotundas mentadas de madre. Los descendientes de Carl von Clausewitz aseveran con rostro congestionado, y pose de vestal manoseada por algún sacerdote alborotado con sus carnes, que con el enemigo no se puede conciliar. Pero sentarse en Oslo, México, Cundinamarca o Montecarlo si…

Me viene a la mente una frase de El Descubrimiento de la India, escrito por Jawaharlal Nehru, por más señas padre de Indira Gandhi y pieza fundamental en la independencia de la India: “Por muy numerosa que sea una multitud, no puede imponerse por la fuerza a las fuerzas armadas. Tiene que fracasar, si esas fuerzas armadas no pasan a su lado”. Reitero: son quienes tienen el poder real, eso que llaman poder de fuego. Han demostrado sobradamente tenerlo y usarlo sin titubeos contra multitudes indefensas, no escasean los ejemplos a partir del 11 de abril del 2002.

Suelen saltar haciendo aspavientos, mientras se golpean el pecho, aquellos que clama contra un ejercito asesino que ha mancillado sus glorias obtenidas al vencer al poder español en todo el continente... No faltan los que me enrostran a Padrino López como manifestación por excelencia de lo impresentables que son nuestras fuerzas armadas. ¿Acaso Vladimir, y todo ese generalato que ya muestran más condecoraciones que una botella de Ponche Crema, se pueden considerar parte de las fuerzas armadas? ¿Hubiera podido la Junta Patriótica articular el sólido movimiento de resistencia popular contra Pérez Jiménez, y dar pasos como el de la huelga general del 21 de enero de 1958, sin antes haber establecido sólidas y respetuosa relaciones con la oficialidad descontenta?

No es entregándole pantaletas a los soldados, como lo he visto hacer en más de una ocasión a emperifolladas luchadoras, como se gana la simpatía de unos potenciales aliados. Ellos no son marcianos, son tan venezolanos como cualquiera de nosotros, y sus familiares directos padecen lo mismo que todos los demás. ¿Qué se ha hecho para, por ejemplo, articular un trabajo de hormiga acercándose a los familiares de oficiales y suboficiales para ganárselos para este lado? Ya lo he dicho y seguiré repitiendo: En nuestra ecuación no hay solución sin incluir el factor militar.

© Alfredo Cedeño  



viernes, enero 21, 2022

GARANTES DE…


La borrachera barinesa está en pleno apogeo, tiene hasta apóstoles y profetas, los hay de todo porte y color. Hay los eruditos que acompañan sus razonamientos adornados de latinazos como: “Quod cuique pro eopraestatur, invito non tribuitor, lo que equivale a decir que: lo que a uno se le da en favor suyo, no se le da en contra de su voluntad”. No voy a fastidiarlos con una infinita muestra, hay de todo, hasta aquellos que taconean, con gestos de señoras altivas, para hacer énfasis en su apoyo a lo electoral. No escasean los que llaman en su ayuda el caso del plebiscito chileno contra Pinochet en 1988, ¡Y hasta citan a Capriles!, quien en marzo de 2013 aseguraba que las elecciones del 14 de abril de ese año le recordaban al referéndum de Chile.

Decía, en aquella ocasión, el estratega político: "A mí me recuerda mucho este proceso al proceso que le tocó vivir a Chile a finales de los años 80 cuando la dictadura convocó un plebiscito y resulta que el tiempo de campaña no llegaba ni a un mes". Ya sabemos como triunfó y cobró Henriquito en aquellos sufragios de hace nueve años.

La inempeorable secta política criolla será estudiada algún día como casos avanzados de cretinismo que ni con un injerto de tiroides podrán ser rescatados. Se hacen lenguas de la vía electoral, ya se ven campeando por Miraflores y cuanta institución o ministerio le pondrán mano, ya se ven de embajadores, cónsules, agregados culturales, cuando no Directores de Asuntos Sin Importancia donde sea. Ya ven sus manos ordeñando la teta estatal a mansalva.

Si no fuera tan trágico el desenlace de la irresponsabilidad de estos señoritingos, y de la, todavía amplia, corte de vividores, ignorantes y lambiscones que les rodean es para reírse hasta el llanto. La vaina es que el país está ahíto de llorar ante la incapacidad manifiesta de esta secta. Ahora cuando casi al unísono el gallinero entero cacarea sobre el mantra electoral y sacan cada dos por tres el ejemplo chileno y de cómo se pudo derrotar a Pinochet, lo que ninguno habla es sobre el rol que jugaron las fuerzas armadas para obligar a don Augusto a reconocer la derrota.

El general Fernando Matthei, quien era miembro de la Junta Militar chilena, y quien fue comandante de la fuerza aérea del país austral a partir de 1978, reveló que Pinochet había pretendido desconocer su derrota en el plebiscito del 5 de octubre. Aseguró el mencionado general que Pinochet Ugarte trató de hacer firmar a los miembros de la Junta Militar un decreto especial para traspasarle sus poderes; a tal fin los citó en el palacio de La Moneda, sede de la presidencia de ese país, esa madrugada, antes de que se dieran a conocer los cómputos oficiales de la jornada electoral.

Abunda Matthei que ni su institución, ni los carabineros, ni las fuerzas navales estaban dispuestos a respaldar un autogolpe que desconociera lo dispuesto en la Constitución dictada por el propio régimen. Asegura él que, dos semanas antes del plebiscito, los jefes de Inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Carabineros se reunieron con el entonces director de la Central Nacional de Informaciones, general Hugo Salas Wenzel. "Al término de esa reunión, el jefe de Inteligencia de la Fuerza Aérea me comunicó que le habían informado de un plan para el día del plebiscito, en caso de que algo salga mal. Cuando me enteré de esto, llamé al almirante José Toribio Merino (en aquel entonces comandante en jefe de la Armada), quien me confirmó que su propio jefe de Inteligencia le había dado cuenta de lo mismo". También relata que las disposiciones del ex dictador chileno eran rodear la ciudad con blindados, vigilar las embajadas y representaciones diplomáticas para impedir que los dirigentes opositores se refugiaran en ellas.

Matthei asegura que los otros miembros de la Junta le hicieron saber a Pinochet que fuera cual fuera el resultado, debía respetarse la Constitución, que establecía que en caso de perderse el plebiscito debían realizarse elecciones libres al año siguiente. "Pero el Presidente nos contestó que si algo andaba mal, sacaría las tropas a la calle, daría órdenes de establecer una cadena nacional y solicitaría el estado de sitio". La reacción del alto mando militar fue rotunda: No, se aceptará y hará respetar el resultado sea cual sea.

Llegados a este punto, ¿quién se imagina a Padrino López diciéndole al tipo aquel: Mira Nico, la vaina salió mal chico, te tienes que ir. Perdiste…? Imagínese uno a Remigio Ceballos Ichaso o a Pedro Juliac Lartiguez metiendo la cucharada: Camarada presidente, la plebe votó en su contra y tiene que entregar…  ¿Cómo se expresará el Almirante Serantes Pinto, comandante de la Marina? La oficialidad de la Armada tiene fama entre sus colegas de ser los aristocráticos del clan, yo me supongo que dirá algo así como: Honorable y Excelentísimo señor presidente de la república, lamento tener que notificarle que ante los resultados del magno evento electoral sucedido en este día, usted no ha resultado favorecido. Fabio ZavarcePabón, comandante general de la Guardia Nacional Bolivariana, que son como los guachamarones del combo le dirá algo así como: ¡Qué vaina machete!

Díganme, como decía mi abuela Elvira, con el corazón el mano, ¿Hay quien cree que esta camarilla de especímenes se va a plantar a exigir se defienda la voluntad electoral, porque ellos son garantes de ello? ¿Va esa pandillita a dejar de gozar de todas las prebendas, beneficios y minitetas que tienen, para hacer que se respete nuestra decisión? Un poco de seriedad no vendría mal.

© Alfredo Cedeño



viernes, enero 14, 2022

PAÍS DE TEJEDORAS


Una de las primeras veces que escuché mencionar los términos brumario, vendimiario, y termidor fue en boca del cura Javier Percaz, quien era mi profesor de Educación Artística en el Jesús Obrero. Recuerdo que en horas del recreo le pregunté por esos nombres y fue cuando me enteré de que había habido un calendario republicano francés, el cual estuvo en uso durante la Revolución francesa y por instrucciones de la Convención Nacional, se utilizó entre 1792 y 1806. El diseño intentaba adaptar el calendario al sistema decimal y eliminar del mismo las referencias religiosas; el año comenzaba el 22 de septiembre, coincidiendo con el equinoccio de otoño en el hemisferio norte. Se clasificaron para otoño los meses vendimiario, brumario y frimario; al invierno le correspondieron nivoso, pluvioso y ventoso. Para primavera se establecieron germinal, floreal y pradial; y al verano le correspondieron mesidor, termidor y fructidor.

Lo cierto es que, en aquella década agridulce, de grandes conquistas sociales y terribles desmanes de todo orden y concierto, cometidos en aras de la justicia, se vivió una verdadera orgía de guillotinas que significó un despescuece masivo. En aquellos días se hicieron famosas ciertas señoras de dulce apariencia y hábiles destrezas en el arte de Atenea las tricoteuses, es decir tejedoras. Estas afables doñitas se dedicaban a realizar tejido de punto al lado de los degolladeros, mientras conversaban, digo yo, sobre los adelantos de sus nietos, o los precios de las habas en el mercado. Tan impactantes fueron estos personajes que Charles Dickens en su novela Historia de dos ciudades creó un personaje detestable: madame Therese Defarge, quien en uno de sus diálogos asegura: “Dile al viento y al fuego que pare,pero no a mí”.

Lo cierto es que todo este escenario terminó dando paso a Napoleón Bonaparte, quien, el 18 de brumario del año VIII, 9 de noviembre de 1799, dio su célebre golpe de estado. Y fue así como el diminuto hijo de Córcega se hizo con el poder, para lo cual se arropó con la bandera revolucionaria hasta someter a la nación gala a sus órdenes y caprichos. Hago este vuelo rasante, en el que quedan kilómetros de tela por cortar, al ver a los militantes electorales post Barinas desmelenándose por el inmarcesible logro de la democracia. Mientras tanto el gobernador electo acude ante el Napoleón tropical y subdesarrollado de Miraflores a rendirle la pleitesía del caso. Por cierto: ¿Y cómo queda el figurín encargado? Esos sufragistas vociferantes son lo más parecidos a las tricoteuses francesas de fines del siglo XVIII que me puedo imaginar.

Tal vez, cuando seamos meros recuerdos, aparecerá un Dickens que creará un personaje que represente a cabalidad a nuestras tejedoras de maromas, todos esos que no pueden dejar de chismorrear mientras tejen sus medias, hablan de lo mermadas que están las cajas CLAP, y se mantienen aupando que sigan maniatando al país hasta que se consuma la degollina.

© Alfredo Cedeño  


viernes, enero 07, 2022

COMO SAPOS


                A mediados de diciembre de 2007 estaba en la, ya doblemente milenaria, ciudad española de Cartagena. Actuaba como diligente guía un amigo cuyo nombre no viene al caso, doctor en letras por más señas, especialista en semiótica y demás hierbas aromáticas. Al final de una larga caminata por la capital murciana nos sentamos a comer frente al mar. Luego de tomarse la cerveza de rigor me comenzó a preguntar por los, en aquel momento, recién celebrados comicios en Venezuela que Chávez había “perdido”. Uso comillas para esa palabra, porque recuerdo el tono con que este amigo la pronunciaba, y remataba: “es que cuesta tragar que no haya ganado unas elecciones como esas…”. Les recuerdo que se refería al referéndum constitucional de ese mismo año, cuando el comandante eterno fracasó en su idea de constituir el paísen un Estado socialista. Confieso que haciendo de tripas corazón, ante la presencia de su esposa, opté por simular buenos modales y me dediqué a explicar a mi interlocutor lo que estaba ocurriendo en nuestro país. Mi asombro fue mayúsculo cuando, al cabo de una larga explicación de todo el desastre social, cultural, económico y ambiental que significaba la gestión del sabanetero, él irguió sus casi dos metros y dijo: “Es que eso de haber tenido los cojones de decir que olía a azufre por Bush, ya tiene todo mi respeto.” 

                A ver, aquel señor, catedrático de relumbrón y comprobados méritos académicos, conocedor del escenario venezolano puesto que con frecuencia visitaba el país invitado por una de nuestras universidades, que incluso había sido atracado por un chavista navajero en el centro de Caracas, al que había estado horas tratando de resumirle el drama del país, todo lo subordinaba a las glándulas de las entrepiernas de un personaje como aquel. La estulticia es infinita en sus manifestaciones.

Casi mes y medio más tarde, para más señas el viernes 25 de enero de 2008, andaba a casi mil kilómetros al noreste, en la venerable Montpellier, cuna académica de Ramon Llull, Arnau de Vilanova, François Rabelais y Nostradamus, por mentar algunos. En dicha ciudad se llevaba a cabo un encuentro literario, que no logro recordar su nombre exacto, y, para abreviar el cuento, terminé ese día almorzando con un grupo de lumbreras analistas del quehacer literario latinoamericano. En medio del plato principal una joven francesa me preguntó de mi procedencia; al decirle Venezuela, puso voz de circunstancias y dijo algo así como que no estábamos pasando unos buenos tiempos. Como bien han de suponer le di la razón. Ella añadió: Es que lo que se ve en la prensa no deja ver cosas muy halagüeñas. Nuevamente asentí, y súbitamente una voz meliflua, con tono pontifical, acento austral y no poco énfasis, acotó: “Pero no ha habido elección que no haya ganado…”. Me presentaron al augusto señor, y de veras que lamento no recordar su nombre, era un catedrático de una universidad chilena que se autoproclamaba chavista. De nada sirvieron las explicaciones de fraudes electorales que se venían cometiendo de manera sistemática, amén de las manifestaciones del claro deterioro de las condiciones sociales y económicas del país. Nones. Los estólidos son a prueba de razones, y más cuando se recubren con una coraza de “sabiduría”.

Ahora, catorce años más tarde, hago una ronda por algunos espacios de “conocimiento” y, pese a considerarme curtido contra la imbecilidad, no puedo evitar el asombro ante la irracionalidad militante de una casta pensante que voltea la mirada ante el desastre venezolano y habla de la dignidad de su pueblo… Poco les importa el desastre migratorio que algunos cifran en más de siete millones de personas a la desbandada por el planeta entero. De nada sirven las evidencias de todo orden y concierto que comprueban el desastre ambiental, social y económico.  Y sus posiciones no las esconden precisamente, me parece un claro ejemplo de la necia terquedad de la intelectualidad, esta frase de uno de los santones de estos tiempos, en declaraciones al diario La Razón, de España, y el pasado 20 de diciembre pudimos leer: “me niego a calificar a las dictaduras de Cuba y Nicaragua, así como al autoritarismo de Venezuela, como de izquierda.” Maduro no es dictador según esta lumbrera chilena, de apellido Mires por más señas.

Estos ejemplos de imperturbable obstinación me hacen recordar a mi abuela Elvira, quien solía decir ante manifestaciones de este tipo: Al frente salta el sapo aunque le saquen los ojos. 

© Alfredo Cedeño 
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