sábado, diciembre 31, 2011

EL CARBAYÓN


Yo quise poner el pesebre debajo de la escalera, pero, cada vez que alguien abría la puerta de la cocina le daba al buey y lo lanzaba encima de la mula. Mi tío Manuel, el Manolo, que nunca quiso servir para nada que se diga, salvo para beber y comer como lo que es: como un animal, se dio cuenta y empezó a entrar y salir a cada momento, sólo para darle con la puerta al animalín y después plantarse a decir:
– ¡Ese toro es hereje, se quiere follar a la burra!
El tío había vivido en América y después que regresó madre siempre decía “Él volvió loco, imagínense que regresó diciendo que allá había ríos que eran de ancho cuatro veces lo que hay del Monasterio de San Pelayo a la Iglesia de San Isidoro, ooohhhh”. Él la veía y decía: “¡Que son más de dos kilómetros joder! La primera vez no me lo creía y metía la mano al agua y probaba, y dulce que era, y la gente me veía como un perro verde, lo que me importaba, ¡pshh! Yo cuando llegué a Venezuela me creía que el Pigüeña era el Nilo, y el Nalón más que el Missisipi! ¿Los andaluces? Cómo se ven que no saben lo que es un asturiano en su tinta. Yo llegué como Juan Legido y me ponía a cantar Pena Penita Pena donde me daba la santa gana:
Si en el firmamento poder yo tuviera,
Esta noche negra lo mismo que un pozo,
Con un cuchillito de luna, lunera
,…” (1)
Y me ponía a su lado a oírla una y otra vez. De ser un Don Periquete nunca le interesó serlo, lo único que aprendí de él fue a vivir. Me enseñó a comer arepas y a beber ron, a verle los pies a las buenas hembras: “¡Que si los tienen lindos les canto El Relicario!”
Viéndoselos a la vecina del entrepiso fue que ese sábado de Nochevieja rodó escaleras abajo y cuando corrimos a levantarlo sólo le oímos decir antes de morirse:
Pisa morena
pisa con garbo
que un relicario
que un relicario me voy hacer
con el trocito de mi capote
(2)

© Alfredo Cedeño
(1) http://www.youtube.com/watch?v=mWGFI7m_S6U&feature=related
(2) http://www.youtube.com/watch?v=ZDwnw6Fbnyg&feature=related

jueves, diciembre 29, 2011

NIKÉ


Dios soy yo:
bato mis alas y hago el viento
que lanza tu pico contra la cárcel
donde apresan a las semillas.
Y los granos saciaron sus buches.

© Alfredo Cedeño

martes, diciembre 27, 2011

AZUL Y ROJO


Bridas de púrpura y cobalto para la noche y la luna
obligadas a estar en paredes de lamentos esquineros.
Crines, sogas y colas enlazan estrellas transparentes
que bailarán en sus lomos llenos de espuma al trote.

© Alfredo Cedeño

domingo, diciembre 25, 2011

ADORACIÓN


Niño mío querido
dame fuerza, salud y fe.
Tú me enseñaste a cantarte
y es todo lo que tengo.
Ahora déjame adorarte
con mi pañuelo y tus cantos.
Hoy todo te lo ofrendo
para venir a celebrarte.
Que así sea…

© Alfredo Cedeño

sábado, diciembre 24, 2011

BANDOLERÍAS LVII


Con voz delgada como tus miedos
juegas a ponerla firme
y me anuncias que el secreto ya no es tal
y que soy el Niño Jesús
y que compraré tus regalos
y todo con alegre inocencia que rasga mitos.

Con trago grueso te respondo aturdido
entendiendo que creces
y te recuerdo minúsculo de ojos abiertos
y te siento todavía menudo
y sigues siendo mi mejor regalo de Pascua
que la vida me pudo entregar.

® Alfredo Cedeño

jueves, diciembre 22, 2011

PRETÉRITO


Benditos aquellos tiempos
cuando cantarle a unas nalgas altaneras
no era agresión de género
ni hostigamiento sexista
menos arrebatos machistas
que denigran de lo femenino…

© Alfredo Cedeño

martes, diciembre 20, 2011

BROTES


Contra las piedras quisieron partirme el corazón
pero siempre me retoñó en las orejas
con cada palabra que mi marido dejó en ellas.
Así llenamos de surcos mi cara,
fue como hicimos este barbecho de quereres
que me revienta por la orilla de la mirada.

© Alfredo Cedeño

domingo, diciembre 18, 2011

VARGAS, 12 AÑOS...


Yo nací en Caracas, y a los tres meses de nacido, por una oferta laboral que tuvo papá, me llevaron a vivir en el corazón del casco colonial de La Guaira. Allí viví hasta casi cumplir los nueve años, cuando nuevamente nos mudamos, esa vez a Caraballeda, donde estuve hasta cumplidos los veintiuno.


Es decir que Vargas para mi no era La Guaira, como de forma genérica, y alegre en su ignorar, llamaban los temporadistas capitalinos a toda nuestra franja costera desde Cepe hasta Chuspa. Para mi Vargas es la forja donde me hice lo que soy: con mis escasas virtudes y mis incontables defectos. En estos espacios aprendí que la libertad no es una metáfora sino una forma de vida labrada al compás de las olas que retumban como los cueros el día de San Juan.

Aquí aprendí a querer las palabras al compás de los templones de orejas de las “señoritas” Modesta, en La Pólvora, y Carmen Jiménez, en El Corral de los Bueyes. Supe entender los sueños sentado sobre las ruinas de La Subida del Colorado, mientras veía los barcos mercantes descargando sus bodegas en los patios del puerto. Me hice un cabeza dura, al compás de mi eterno despiste e innumerables chichones en la cabeza, que me hice con los bordes de las ventanas seculares que formaban un encaje de historias entre la esquina El León y la Cruz Verde.



Después, un tanto más al Este, ya en Caraballeda, comencé a tratar de descifrar el contoneo de las aguas cantarinas del río San Julián, al cual anduve, buscando “pozos” donde lanzarme en “clavados”, hasta casi sus cabeceras. Me empringué entero de mango todas las vacaciones recorriendo desde Tarigua y Punto Fijo hasta Los Pinos, donde los árboles eran una mina de dulzores sin fin. En Caribito, Los Ángeles, Naiguatá, Uria, Los Caracas, La Sabana, Caruao, Chuspa y Guayabal adquirí, en medio de las bromas pesadas y sanas de mis compañeritos, los gestos que me hacían avanzar por las aguas con movimientos desmañados.

Entre ambos sitios mi padre me enseñó con paciencia franciscana el valor de cada recoveco: Esta es la Guipuzcoana, que se empezó a fabricar en 1.734, por la bajada de pantalones del rey Felipe V con los vascos entregándole el control de lo que producíamos, y escenario de nuestro gran oprobio cuando Bolívar le entregó Miranda a los españoles; aquí tuvieron esos carajos españoles presa en 1816 a Luisa Cáceres de Arismendi. Aquella fue la casa de José María España, uno de los primeros en plantearse nuestra emancipación, y por allá vivía Manuel Gual, que fue su compinche y compañero de gestas. Ahí nació Pedro Elías Gutiérrez, que compuso Alma Llanera. Allá vivía José María Vargas. Esta iglesia de Caraballeda fue la que pintó Reverón. Papá me llenó de orgullo y profunda querencia por todo este territorio.




Lo que soy, para mal y para bien, es producto de este caleidoscopio geográfico, histórico y humano que me marcó de modo indeleble.

Debido a ello, cuando hace doce años empezaron a llegar las noticias de lo que estaba ocurriendo en este querido territorio, mi primera reacción fue de negación. Y, pese a que mi madre –fallecida la semana pasada en su Caraballeda adoptiva- y hermanas estaban atrapadas allá, no quería bajar. La verdad: no sabía cómo encarar la realidad y ver los escenarios más felices de mi vida convertidos en un delirio de destrucción.




Por todo eso es que hoy, doce años después, publico estas fotos de aquellos días. Con la rabia e impotencia ante la mayor manifestación de incompetencia nunca imaginada, y que allí se ha manifestado con todo vigor…



Los autodenominados “políticos” se apropiaron de tanta desolación para jugar a su favor. Hubo los que hicieron fortunas con los movimientos de tierra, hubo aquellos que beneficiaron a compañías “amigas” en la asignación de contratos de todo orden y concierto para la supuesta reconstrucción de Vargas.




Hoy esto sigue siendo un teatro de equívocos y frustración que su gente no se merece.

© Alfredo Cedeño



sábado, diciembre 17, 2011

LA PAPA


– Abuelo, ¿qué es la papa?
– ¿La papa?, Hijo… me la pones un poquito difícil… pero según tengo entendido la papa es Dios que se hizo comida para ayudar a una gente que estaba pasando hambre. Eso lo hizo para que todas estas montañas que eran de pura piedra se pusieran a hacer murallas y la tierra quedara solita y ellas salieran redonditas unas, aplastadas otras, con forma de corazón unas y a veces hasta con la forma de las nubes donde Él se acuesta a dormir para vigilarnos y cuidarnos.
– Así como se mete usted en el chinchorro abuelo?
– Más o menos así, Jorge.
– Ahhhhh, ¿y así como te suena a ti la barriga cuando empiezas a mecerte, es que le suena a Él para que salgan los truenos?
– Mire muchacho, quédese quieto, que de eso no es de lo que estamos hablando.
– ¿No? Pero es que usted me dijo abuelito…
– Todavía no he alcanzado a poder decirle nada porque usted no me deja hablar, si pareces una lanzadera de preguntas…
– ¿Nada? Pero ya me dijo que la papa es como la ostia, porque Papá Dios se hizo comida.
– ¡Bendito sea Dios! Yo no te dije eso muchacho, ¿de dónde sacas tanta cosa?
– Abuelo eso me lo dijo usted mismo.
– ¡Me vas a volver loco!, hazme el favor y siquiera cállate un ratico para ver si es que por fin puedo explicarte.
– ¿Así como te dice mi abuela que te quedes tú cuando le vas a explicar por qué estabas bebiendo miche?
– ¿Usted como que quiere que yo regale la yegua esa que le tengo guardada allá en el corral?
– ¿Usted como que se volvió loco mi abuelo?
– Entonces punto en boca y déjeme echarle el cuento de cómo fue que Papá Dios hizo la papa. Resulta que en una tierra que está de aquí muy lejos, muy lejos, muy lejos, había una gente que estaba pasando mucho trabajo y aguantando mucha hambre, porque otros que eran enemigos de ellos no les dejaban que sembraran maíz, ni que recogieran yuca, ni que comieran nada de nada. Esa gente se fue poniendo flaquita, flaca que daba lástima de verlos.
– ¿Así como Chucho el Jumí?
– Ya le dije que mantuviera la boca cerrada y las orejas de burro esas abiertas para que pueda entender. Y deje de estarme saboteando el cuento que ya tengo comprador de la yegua.
– ¡Callado estoy!
– ¿Por dónde era que iba?
– No puedo decir nada porque usted me dijo que me quedara mudo.
– ¡Menos mal! Ya me acordé. La cosa es que esa gente estaba pasando mucha hambre y necesidad, porque esos enemigos de ellos eran gente maluca de verdad. Una tarde, así como a esta hora que tenemos ahorita, Dios se le apareció a un grupo de ellos que estaban sacando unas raíces de bejucos para sancocharlas y poder comer algo. No les dijo ni quien era, ni nada, y se arrancó, sin que ellos se dieran cuenta, un pedacito del corazón y se los dio diciéndole al que era más viejo de ellos, al señor Alejandro: “Ustedes saben que Dios nunca abandona a nadie, siembren esto y después vuelvan a sembrar lo que recojan que ya verán como con esas matas que van a salir ustedes volverán a comer”. Apenas les entregó aquello desapareció. La señora Isabel, que era una de las mas cascarrabias del grupo, decía: “Aquí lo que pasó es que el hambre nos tiene viendo lo que no es, ahora si es verdad que llegamos al llevadero, de esta no salimos ni que la montaña se vuelva cazabe…”. Pero se devolvieron y llegaron a sus casitas y al día siguiente don Alejo, se fue a un enorme terreno que tenían al lado afuera del caserío. Pero había mucha piedra y no encontraba donde sembrarla, así que empezó a apartarlas y a ponerlas a un lado, hasta que hizo un barbecho pequeñito y de pura tierra negra, donde enterró lo que aquel señor les había entregado el día antes. Al día siguiente cuando fue encontró que en el barbecho había un montón de piedras de distintas formas, muy parecidas a lo que le habían entregado dos días antes. Entonces se devolvió y fue a buscar a los demás hombres del pueblo y les enseñó lo que había pasado.
– Don Alejandro, ¿qué es esto? –le preguntó Pedro-.
– Estoy lo mismo que usted, pero lo que me dijo ese señor es que siguiéramos sembrando y yo solo no puedo seguir quitando piedra, por eso es que quiero que entre todos limpiemos y sembremos estas otras.
– Y de inmediato empezaron a sacar todas las piedras y a ponerlas por la orilla del terreno, así fue como los andinos aprendimos a hacer todas esas murallas que ves por todo esto.
– ¡Abuelo y eso era a pura mano!
– Exactamente así era, mi muchacho, y esa gente se fajaron a darle, hasta que recogieron todo el pedregullero y después empezaron a sembrar las semillas esas.
– ¿Y los enemigos de ellos?
– Esos seguían jorobando la paciencia, pero las maticas empezaron a crecer y crecer, hasta que un día, cuando ya estaban así como de este alto por mi rodilla, florearon todas. Y los enemigos de ellos cuando vieron eso vinieron y con unos machetes enormes, de esos de matar cunaguaros, las trozaron todas, todas, todas, no dejaron una sola. Ellos se habían tenido que ir a esconder en la montaña y cuando regresaron encontraron el desastre y se sentaron muertos de la tristeza sobre una de las murallas a ver aquello. Cuando estaban ahí ¡Se les volvió a aparecer el viejito! “No se preocupen, que ellos lo que hicieron fue hacerle el trabajo”, y se agachó y metió la mano en la tierra y les enseñó el montón de papas. Los enemigos no sabían que la papa para recogerla hay que cortar la mata primero. Y así fue como ellos recogieron y fueron cocinando sus papas y fueron agarrando fuerzas. Hasta que una noche los malos vinieron a querer rematarlos pero como ellos se habían ido poniendo fuertes, pudieron acabarlos y más nunca tuvieron que seguir aguantando que ellos los siguieran molestando cada vez que les daba la gana.
– ¡Abuelo! Pero qué fino ese cuento.

© Alfredo Cedeño

jueves, diciembre 15, 2011

EMPALMES


Dejo todos mis besos en la curva izquierda de tu cadera
y en tu cuello estas ganas de hacer mi mejor poesía en tu piel
con escarbar de navaja amolada en las filigranas de tu asombro...

© Alfredo Cedeño

martes, diciembre 13, 2011

LOQUITERCA


Juro que esta tierra es terca y loca:
la luz es una danza de anticipos
los pasos de sus hembras son vuelos de libélulas en remolino
nacen tomates en matas de lechosa
y los valles sombríos desenfundan besos velados
bajo las uñas de los tigres transparentes
que dejan un rastro sucio de olores de nardos.

© Alfredo Cedeño

domingo, diciembre 11, 2011

TRUJILLANEANDO 10 (Pelea de gallos)


Quiero abrir esta nota de hoy con una declaración de principios: puedo cuestionar o criticar todo, pero siempre debo respetar lo que cada quien piensa o crea. Digamos que creo en el cacareado credo del libre albedrío, concepto filosófico echado a rodar por Santo Tomás de Aquino en la Edad Media.

Dejó asentado el tocayo del apóstol que necesitaba ver para creer: “En el hombre hay libre albedrío. De no ser así, inútiles serían los consejos, las exhortaciones, los preceptos, las prohibiciones, los premios y los castigos. Para demostrarlo, hay que tener presente que hay seres que obran sin juicio previo alguno”

Pasados algunos siglos después del citado hombre de la iglesia, en el XIX para ser exactos, el pensador alemán Schopenhauer arremetió contra ello y aseguró: “Tú puedes hacer lo que siempre haces, pero en algún momento de tu vida, sólo podrás hacer una actividad definida, y no podrás hacer absolutamente nada que no sea esta actividad”.
Bien sabemos que entre gustos y colores… ¡no digamos de pensadores!, que cada cual asegura tener los pelos de Belcebú apuñados en sus entendederas.

Para seguir dándole vueltas a la noria filosófica, que confieso estoy empleando para evitar ser declarado enemigo de la Sociedad Perpetua de los Comeflores y Defensores de las Causas Perdidas, quiero ahora citar a Fernando Savater. Él, en entrevista concedida al diario español El País, declaró: “Podemos conceder protección a los animales pero no derechos porque carecen de deberes y de conciencia para entender lo uno y lo otro. Los humanos no sólo sabemos sumar 2 y 2 y hemos inventado el chat, sino que evidentemente también volamos, nos camuflamos, y hacemos cualquier otra cosa que hagan los animales, en muchas ocasiones porque lo imitamos de ellos por medios técnicos”.

El pensador vasco también asegura en sus declaraciones: “La moral no es simplemente ahorrar sufrimiento sino compartir el reconocimiento de la libertad de elegir, que es lo que nos hace humanos”.

Preguntarán ustedes, y con razón, ¿a dónde pretende llegar éste hoy? Que estuve en una pelea de gallos organizada por unos campesinos trujillanos. No tengo que extenderme en cuanto a las loas y condenas que se suscitan alrededor de esa actividad; yo no condeno ni avalo dichas prácticas, pero esto también es una parte de nuestro país que ando empeñado en documentar. Los juicios, absoluciones y condenas se las dejo a los que sientan que puedan lanzar el primer peñonazo. Como bien algunos saben, y otros han de suponer, no soy muy amigo de que me despiecen cual puerco. Así que, con un ligero barniz de cultura general, les termino el cuento.

Se asegura que el origen de las peleas de gallos está en Asia, y que hace 2.500 años se celebraban en China. Se afirma que en Egipto, en la época de Moisés, eran el pasatiempo preferido de las masas.

Este animal era tema de adoración religiosa entre los sirios, mientras que los griegos y romanos lo asociaron a los dioses Apolo, Mercurio y Marte. En el siglo XVI, las peleas de gallos prosperaban en Inglaterra y cuando el rey Enrique VIII, se llevaban a cabo en el palacio de Whitehall. El juego se convirtió en un deporte nacional, a tal punto que a ciertas escuelas les fue requerido enseñar a los estudiantes sobre las peleas de gallos, en aspectos como crianza, traqueo y condicionamiento del animal.

Durante la Edad Media, en Francia, estos combates eran muy populares y ese país adoptó al animal como emblema nacional. Años más tarde asegura Irving Leonard en su obra: “Books of the Brave. Being an account of Books and men in the Spanish Conquest and Settlement of the Sixteenth-Century New World”, que tal practica llegó a América debido a que “Durante los viajes entre España y América, los pasajeros solían distraerse con peleas de gallos a bordo”.

En Venezuela hay referencias del año 1771, cuando el gobernador Manuel Centurión estableció en la Provincia de Guayana el estanco de guarapo y el juego de gallos, que producían anualmente 1.430 pesos en impuestos.

Actualmente en Venezuela estas jornadas, a la que algunos catalogan como deporte, se llevan a cabo en casi todo el país. En las montañas ubicadas entre Valera y La Puerta, en el estado Trujillo, 450 kilómetros al oeste de la capital venezolana, se realizan para conmemorar distintas fechas y celebraciones, días en los cuales campesinos como Oswaldo Carrizo preparan sus animales desde el día antes para luego acudir a una “gallera”, a la cual se llega luego de una larga caminata por medio de la montaña.




Allí se realizaron los enfrentamientos donde la palabra del gallero se respeta como única garantía en cada pelea.

© Alfredo Cedeño



Alfredo Cedeño
Follow bandolero69 on Twitter