miércoles, febrero 29, 2012

AGRESTE


En diciembre perdió a la madre
en enero una serpiente le quitó la cría
en febrero la hembra se desvaneció
en marzo no quiere saber qué vendrá.

Sin embargo se mantiene de pie
y con la mirada atenta
sabe que la vida no es perder siempre
todavía cree que vale la pena y sigue…

© Alfredo Cedeño

domingo, febrero 26, 2012

PIÑANGO


En los primeros días de enero de 1959 Froilán Lobo le ganó una apuesta de cien bolívares a Cristino Villarreal. Ellos habían “cruzado” esa suma porque Lobo decía que llegaría manejando un carro hasta el pueblo, a Piñango, Villarreal lo acusaba de loco. Y Froilán Lobo cumplió.

Recurro a Google Earth para que se hagan una idea de dónde está colgado este pueblo (en el ángulo superior izquierdo puse marca de guía)en la cordillera respecto a Timotes y El Águila





Llegó en un jeep Willys rojo, año 54, por el camino que usaban las recuas de mulas, que era el único medio de comunicación que había con el resto del estado Mérida. Ese día el pueblo entero salió a recibirlo; de la escuela salieron los niños y le cantaron el Himno Nacional.




Piñango fue fundado el 13 de junio de 1619, se asegura, por el agustino fray Alonso Matías de Minestrones, con el nombre de San Antonio de la Sal. La denominación le venía por la fecha escogida -13 de junio, día de san Antonio- y porque allí era donde se resguardaba la sal de los holandeses, y de cuanto bicho de uña, que asolaban las costas marinas y lacustres venezolanas buscando el comestible mineral.




Cuentan los lugareños que muchos años más tarde un general de apellido Piñango decidió rebautizar el pueblo y le impuso su propio apellido. Así, entre desmanes y desplantes, Piñango sobrevive adherido a la cordillera andina y se mantiene pese al abandono oficial e institucional. En Piñango ni cura hay, sus habitantes se organizan y llevan a comienzos de cada año a un clérigo que concelebra las fiestas religiosas –San Benito, San Isidro, San Juan, Niño Jesús, San Antonio- un día atrás de otro. El resto del año, y de poco tiempo para acá, las atenciones espirituales están a cargo de William quien es diácono.



Los nativos de Piñango han hecho todo para que este pueblecito no desaparezca, para que un retazo de nuestra memoria permanezca. Es así como el 4 de julio de 1953, llevaron en hombros desde el camino de El Paso del Cóndor –mal conocido como Pico El Águila- el busto de Bolívar que hoy vemos en su plaza.



En este pedacito de cielo, uno encuentra las estrellas adornando sus ventanas, y se queda con las ganas de volver, una y otra vez, para caminar sus calles, oír a su gente, llenarse de su aire cantarino, recorrer de nuevo los páramos y barrancos para llegarle.

Por cierto: Froilán Lobo nunca pudo cobrar su apuesta, porque ese dinero lo gastaron en miche en una de las bodegas para festejar; esas fiestas duraron más de una semana.

© Alfredo Cedeño

sábado, febrero 25, 2012

AMANECIDA


Candela de rabia y sudor
que riega el cielo desde el suelo
con esperanzas silueteadas.

Trazos oscilantes de una borrachera final
derrotada por los gritos silenciosos
de una montaña que se desmorona.

Vagidos desollados de un limbo estrecho
como la intemperie que riega al barbecho
y retoña en la oscurana.

© Alfredo Cedeño

jueves, febrero 23, 2012

LETRAS QUE NO SE ENTIENDEN


–¡Jesús Felipe venga acá! ¡Apúrese!

Ahora sabrá Dios cuánto va a tardar ese chino en cruzar desde aquel lado, justo cuando más necesito que me diga lo que dice este jilacho pote…

–¡Chuuucho! ¡Qué venga acá y deje de estarme haciendo pegar gritos!
–¿Qué fue?
–¿Esas son formas ni maneras de responder? ¡Apúrese le dije ya!
–¡Pero es que si me dice desde allá, de acá le digo!
–¡Le digo que aligere y termine de cruzar y venga aquí!

Este bendito muchacho… ¿Será que es tonto? ¿Cómo cree que me voy a poner a gritarle de cuántos litros de agua es que debo poner en la pipa por cada medida de veneno? Esta misma noche todo el mundo va a estar con el chisme de si será que no se leer.
La verdad es que uno cuando está jojoto cree que se las sabe todas, y siete más. Mi papá, que Dios tengan su santa gloria, me decía todos los días: “mire José María que uno no nace bruto, uno se hace burro cuando no quiere aprender. Si usted sabe leer y escribir es mucho lo que el mundo le va a tener deparado, pero si no lo sabe es como el que no ve”.

¡Ay papá Cipriano, si te hubiera hecho caso! Todavía unos días antes de morir me estuvo machacando que dejara de flojear con las letras. En ese entonces, algo así como dos semanas atrás, en Timotes se había armado un escándalo con un muchacho que fue a fumigar con mata maleza un cilantro y le puso fue lo de la plaga. ¡Es que los potes de Gramonzón y de Memphis son iguales! Yo también me hubiera equivocado.
La cosa fue que ella iba pasando y le pidió que le regalara una matica que iba a ponerle a la sopa, él arrancó tres y se las dio. La buena suerte para él y mala para ella, porque si eso no pasa así, la mortandad habría sido enormísima. Aunque ella tampoco las tuvo tan mala, porque el esposo la encontró y alcanzo a llevarla a la medicatura y ¡la salvaron!

Papá eso lo tenía bien claro y me decía: “¿Cómo va a poder entender cuál veneno es el que le va o le viene al perejil, o al maíz, o a la papa? Porque no todos son lo mismo, cada uno es para su cada mata. Recuerde siempre: lo que se aprende nunca está demás, usted no sabe cuando es que lo va a necesitar. Además: eso no ocupa espacio, la cabeza no se le va a poner ni más grande ni más pequeña”.

–Pero bueno, ¡Jesús Felipe!, va a terminar de llegar ¿o qué?
–Ya estoy llegando…
–Eso mismo me tienes diciendo hace una hora, a ver si aligeras y no me hagas seguir gritando.

Esa última vez estaba sentado allá, bajo aquella mata de guayaba, y me dijo: “¿Cómo va a saber usted, Chema, que está poniendo la cantidad que es? Si se pasa de veneno puede provocar una mortandad de gente, y si pone de menos, entonces la plaga se pone más fuerte y acaba con todo lo que tenga sembrado. Deje la vagancia que de bestias ya tengo lleno el corral y completa la recua. Mire que para aprender nunca es de noche. Míreme a mi, que aprendí a leer ya abuelo”.

Ahora me da vergüenza reconocerlo, pero cuando lo oía por dentro me reía de lo que me decía y pensaba: ¿Pero acaso que con leer voy a poder ir a la bodega a comprar? Si no llevo en la cartera los billetes no me entregan nada, por más que sepa leer y escribir.

También debo decir, que como yo veía al tío Manuel, así bien gordo, y lo único que hacía era beber miche y comer como un mismo tragaldabas, siempre diciendo: “¿Estudio? ¿Eso qué es? ¿Cómo a qué sabe eso? ¡Hábleme de cobres que es lo único que vale! Busque una mujer de una familia con bastante real, que esas, no es que están de sobra, pero todavía queda alguna tonta por ahí; encuéntrela y después, así le tenga que aguantar lo que sea, ¡usted va a poder hacer lo que le de la gana! No se le olvide que el mundo es del que tiene. ¡Aprenda de mi!”

Las semillas son otra cosa porque las puedo distinguir por la foto de afuera, aunque no siempre es así. Días atrás el gordo de esa enorme tienda de allá abajo, ya entrando al pueblo, me echó una bien grande.

Pasé por allá a comprar unas cabuyas y unos sacos, y él me ofreció, que le acababan de llegar unas semillas por sacos. El precio no estaba ni mal, así que le pedí me diera un medio kilo de las de perejil y otro medio kilo de las de calabacín. Él me dio mis dos bolsas.

Me vine y aporqué el barbecho, y planté de esta parte de una clase y en el frente de la otra. ¡Cuál no sería mi sorpresa! En lo que acuerparon fue que vine a caer en cuenta que ese vagabundo me había dado era semillas de Sedano, ese que llaman apio España y las otra eran de auyama, ningún calabacín…

A Chucho, y a Juan Antonio, y a la niña, si me he empeñado en que vayan a la escuela, y no hagan lo que hacia yo. Cuando yo estaba así como ellos, me escapaba para irme a buscar nidos por el monte, o a bañarme en el río y agarrar naranjas de las que habían por ahí. Eso de estar en una silla me fastidiaba. Pero como me he dado cuenta de lo necesario que es, a ellos les puse la cara bien seria y los he hecho que aprendan. No quiero que les pase como a mí.

Un día de estos le digo a la niña, que es la que mejor se lleva conmigo, para que nos sentemos y me vaya enseñando, porque de verdad que es bien triste no saber qué dicen las letras por donde quiera que uno tienda la vista.

© Alfredo Cedeño

martes, febrero 21, 2012

EMBELECO


Tres abuelas tuve que me las robó un cuchicheo
y con lo bueno que debe estar
¿por qué no me lo dicen a mí también?
¡Por eso tengo que apurarme en crecer!

© Alfredo Cedeño

domingo, febrero 19, 2012

BARQUISIMETO


Conservo entre mis recuerdos de niñez largos recorridos por una ciudad calurosa, de viento suave que refrescaba la tarde y un cielo que se encendía con la hermosura de los pecados cuando se disfrutan a plenitud. Ya saben por el título que estoy escribiendo de Barquisimeto. Quiero aclarar, porque se bien de la hipersensibilidad de los queridos guaros sobre su patria chica, que lo hago con cariño. A todo aquel que no lo entienda, le ruego que no siga leyendo y agradezco no me jodan el domingo con comentarios altisonantes. Conmigo mismo me basta y sobra.

Dicho esto, sigo contándoles, a quienes siempre me acompañan en mi vagabundear, de la capital larense. Hasta hace relativamente poco, ésta era una ciudad donde el tiempo parecía detenido. Cuando ya hecho un gandul la recorrí de nuevo me asombraba lo bucólico de su ambiente. En más de una oportunidad mis desvaríos habituales me hacían imaginar que veía a Antonio Arráiz niño correteando por sus calles, o que bien me podía encontrar en una esquina a Pablo Canela preparándose para ir a dar una serenata a la ventana de alguna barquisimetana preciosa, de esa a las que los senos le huelen a jazmines estrellados.


Uno se metía a su mercado y encontraba a un vendedor de claros rasgos de herencia ayamán ofreciendo una bandeja de ajíes dulces delirantes, o una criatura ofreciendo mazorcas de granos limpios que competían con su sonrisa de dentadura impecable. Barquisimeto era una fiesta de ritmo lento y cadencioso.

Por aquello de no quedarse en lo meramente etéreo, tal como me solía exigir Wilmer Suárez en la época de Ultimas Noticias, quien cáusticamente me solía traer a tierra: “Mira mijo, es información lo que hay que dar, la poesía en los botiquines o en la cama, pero aquí es datos lo que hay que poner. ¡Muévelo!” Afortunadamente, aquí hago lo que se me antoje y he tratado de hacer que esto sea un injerto de putidiario, es decir botiquín con noticias. Sigo.

Barquisimeto no es la excepción a la casi totalidad de nuestras ciudades, grandes y pequeñas, o sea: no hay partida de nacimiento, no la busquen, porque no hay quien la haya buscado y podido conseguir. Hay, como bien han de suponer, miles de especulaciones, diría que cada vez que respira un guaro aparece una nueva. Todas por comprobar, ninguna confirmada. Lo que si es cierto es que todo empezó por la codicia. Se hablaba a mediados del siglo XVI, 1550, de la existencia de oro en Buría. Se sabe que a comienzos de 1552 el capitán segoviano Juan de Villegas comisiona a Damián del Barrio para que fuera a Buría en busca de los yacimientos auríferos y en abril éste vuelve e informa que encontró dichas minas, es así como en mayo de ese mismo año Villegas toma las de Villadiego. Esta fecha se supone debido a una carta fechada el 29 de abril de 1552, en la cual escribe al Rey Carlos I (el hijo de Felipe el Hermoso y Juana La loca): Quedo de partida aquí a diez días Dios mediante en nombre de Vuestra Majestad ir en aquella comarca a fundad la Nueva Segovia.


Puede uno especular que la ciudad en realidad comenzó como un campamento minero… De un tiempo para acá, largo por cierto, se ha establecido el 14 de septiembre de 1552, como fecha de fundación porque dicho día Juan de Villegas, disponiendo de lo que no era suyo, como suelen hacer los que se imponen por la fuerza -y de eso tenemos en la actualidad buenos ejemplos, y de sobra, con la plaga roja que padece Venezuela-, repartió a los indígenas que poblaban el área. La repartición se llevó a cabo entre 35 españoles, 3 alemanes y 1 portugués que lo acompañaban en sus faenas.

Es bueno aclarar que las fulanas minas no eran tales, en realidad algunos exploradores habían informado del hallazgo de algunos trozos aluvionales de oro en las aguas del río Buria. Por supuesto, al cabo de 4 años no había más cochano, pero si cochinos mosquitos y cuanta plaga pueda cualquiera suponer. Por ello, en 1556 se traslada la ciudad al sitio El Carabalí que fue donde apareció por primera vez el nombre Variquisimeto, que se afirma quiere decir en lengua indígena: río con aguas cenicientas; lo cual, aseguran los entendidos, confirma dicha toponimia el color que caracteriza las corrientes del río Turbio.


En este sitio la localidad se mantuvo hasta que en octubre de 1561 el vasco Lope de Aguirre, el Tirano Aguirre, le pegó candela por los cuatro costados. Después de ahí he encontrado versiones diferentes que hablan de que esa fue su penúltima ubicación, pero hay quienes dice que hubo una más que se llevó a cabo en Zamurobana que es donde confluyen los ríos Claro y Turbio; allí permaneció hasta 1812 cuando fue destruida por un terremoto. Y fue así como se produjo el quinto asiento, que es el actual, en la meseta donde la conocí.

Esa ciudad gitana que, como escribí párrafos atrás, conservó un aire muy suyo hasta hace relativamente pocos años es ahora una urbe vigorosa que acuna todos las venturas y los males propios de cualquier otra similar en estos tiempos que corren.


Semanas atrás gocé de esa ciudad. Desde el balcón del apartamento de mis anfitriones los ojos se me llenaron de esos juegos geométricos de acero y cristal que ahora la recubren. No dejé de reír ante el sarcasmo de la valla que invita a vivir en medio de la cacareada jungla de cemento. Pero también me llené de sorpresas cuando vi copos del verde larense que se asomaban tercos en los sitios menos esperados.


Así son los larenses: en lo más inhóspito hacen retoñar los asombros en el que recorre estos espacios, para plantarle las ganas infinitas de siempre volver…

© Alfredo Cedeño

sábado, febrero 18, 2012

EL GALÁN


Yo le dije a la morena que se viera conmigo en la plaza, ella me dijo que su marido es muy celoso, yo le dije que hasta en eso yo era mejor que él porque yo no era celoso y que si lo dejaba por mí, yo no la iba a estar persiguiendo ni averiguando lo que hacía o donde iba o de donde venía. Tanto le di, que me dijo que si va a venir, por eso es que aquí estoy esperando que llegue a ver hasta donde me deja llegar. Que si por mi fuera…

Nunca está completo el joropo hasta que llegan los averiguadores. No se de donde se antojó Pedro de pasar por aquí, menos mal que ya se fue, porque no encontraba forma ni manera de hacerlo seguir, ¡hay que ver todo lo que habló y dijo!, pero lo que dijo ya de ida me dejó con la cabeza grande, ese cuento que se puso a echar ese cuento sobre el marido de ella. La vaina es que a él no hay que creerle mucho porque yo no he visto un ser más chismoso que él, no se cómo hace de saberle la vida y milagro a todo el mundo; a mi me parece que de algún modo supo y más bien que lo hizo fue por puro mortificarme, de todos modos ya me saqué la cruz de palma bendita de la cartera y me la puse aquí en el bolsillo, que me cubra el pecho, porque uno nunca sabe.

Ahora, tengo que reconocer que, pensándolo bien, como que ya no la estoy viendo tan hembrota, y no es que tenga miedo, en mi familia no hay cagones, que va, pero es que a uno el gusto le puede cambiar, ¿no se divorcia la gente que se casa por la iglesia, por más que el cura les dice que eso es por siempre?, ni que hubiera ido con ella donde monseñor Godoy. Es más, no la espero nada y me voy de una vez no sea que me deje la buseta de las cinco y media y me toque dormir en un zaguán; y hombre que se respete no duerme en el suelo ni por las nalgas de Jenifer López, mucho menos por las de esa que hasta malas juntas parece que tiene.

©Alfredo Cedeño

jueves, febrero 16, 2012

DECLIVES


El viejo templo se porta como esas damas otrora alegres y vistosas:
ahora simula su maltrecho frente
con un espacio trasero descomunal que todavía acuna esperanzas
donde la creencia es un sentimiento todavía puro
de un cielo que –después de todo– todavía se puede alcanzar…

© Alfredo Cedeño

martes, febrero 14, 2012

CARACAS


Mi ciudad es un robo de cerros rotos
una nostalgia del mar que se hizo tierra
un desorden plantado y germinado por las laderas
una nube que se duerme en la orilla
un horizonte derrotado por una flecha quebrada.

Mi ciudad es un resuello largo y gastado
de edificios grises, macilentos, hambrientos
con cortos jardines sedientos sin consuelo
de añejos maltratos seculares en autopistas cariadas
con amplias tapias del nuevo y ya viejo milenio.

Mi ciudad es una melancolía perpetua
que arrastramos testarudos sus hijos por la vida
con la esperanza eterna de verla feliz
como una comarca que merece mejores soluciones
y un pellizco de la ternura que siempre tuvo.

© Alfredo Cedeño

domingo, febrero 12, 2012

WASHINGTON DC


La capital estadounidense, Washington D.C., fue fundada el viernes 16 de julio de 1790. Las letras DC significan District of Columbia que, como bien suponen, se traduce como Distrito de Columbia. Digamos que es un distrito federal, tal y como lo especifica la Constitución de los Estados Unidos.



La idea de su creación tiene casi infinitas versiones, algunos dicen que fue en una cena, otros que fue una suerte de conjura malévola del grupo de próceres masones quienes llenaron de signos y símbolos a la nueva ciudad. Dan Brown en su última novela El símbolo perdido se hace eco de esa teoría para armar su obra. Sobre lo que no hay discusión es que fue el propio George Washington quien eligió la ubicación de la nueva urbe. Él seleccionó alrededor del río Potomac un área cuadrada de 10 millas (16 kms.) por lado, pero trazado de forma tal que su figura semejara la de un diamante. El área escogida abarcaba territorios del estado de Maryland, y la Mancomunidad de Virginia; incluyendo en su perímetro los pueblos de Georgetown, Alexandria y Hamburgh en la zona de Foggy Bottom.



La planificación y diseño de la ciudad naciente estuvo bajo la tutela del arquitecto francés Pierre Charles L'Enfant, quien había llegado al territorio estadounidense como ingeniero militar del Marqués de La Fayette. El urbanista galo formuló una propuesta inicial en 1791 con un estilo fundamentalmente Barroco, incorporando avenidas vastas y haciendo que sus calles principales confluyeran en enormes redomas o rotondas. Su diseño contemplaba tres avenidas principales que irían en sentido Este-Oeste, las cuales recibieron los nombres de los estados más importantes de ese momento. La más al norte de ellas sería la Massachusetts, Virginia la más al sur, y la Pensilvania sería la que uniría la Casa Blanca y el futuro Capitolio, que también estaba contemplado construir.




Debo explicar que en la actualidad el diamante concebido por Washington perdió la esquina ubicada al sur del Potomac, correspondiente a Virginia, y ese espacio, alrededor de unos 100 km², fue devuelto a dicho estado en 1847, y ahora conforma parte del Condado de Arlington y la ciudad de Alexandria.



Ahora bien, el corazón del Imperio, como gustan de imprecar muchos, es no sólo la sede del gobierno federal estadounidense sino que también se ha convertido en la sede de los llamados entes multilaterales. Me ocurrió más de un vez escuchar, en alguno de la infinidad de locales de todo tipo que hay en esta ciudad, conversaciones que por momentos me hacían dudar de mi ubicación espacio-temporal.



Puedo jurar que la virulencia y enjundia de “izquierda” me hacía pensar, invariablemente que estaba en un centro de estudios revolucionarios bolcheviques. Mi desubicación se tranquilizó siempre al ver los ID colgados de sus cuellos con cintas que anunciaban que eran funcionarios de la denostada Organización de Estados Americanos –OEA-, o del monstruoso Fondo Monetario Internacional –FMI-, tal vez del no menos infame Banco Mundial-, cuando no de la Organización Panamericana de la Salud -OPS o PAHO-, o cualquier otro de los tantos organismos multinacionales que aquí tienen su sede principal.


Confieso que siempre me sorprendía la queja unánime de estos personajes sobre la mala cara de los funcionarios de Inmigración, y su incapacidad de entender por qué a ellos no les otorgaban pasaportes especiales, para no tener que estar soportando las colas infames de ingreso… Cuando no de lo cara que está la gasolina, o de los buenos precios que se consiguen en el Potomac Mills o en las rebajas fabulosas de Tysons Corner

Quejas revolucionarias apartes, quiero dejar testimonio de mi subyugamiento por esta ciudad, y el que me quiera mentar la madre o acudir ante las oficinas de la venerable revolución a acusarme de contrarrevolucionario, reaccionario, o alguna otra de esas lindezas propias que acostumbra usar la izquierda exquisita, cabrona, incongruente y caviar: la asumo con la escasa dignidad de la que siempre he hecho gala.


Son infinitos los lugares y rincones por recorrer en esta ciudad. Prometo que en algún momento haré otra selección de las más de cinco mil imágenes que he ido realizando en ella. Y volveré a escribirles de cómo ese tigre feroz que aparenta ser, también es un mendigo rendido a los pies del bronce que -¡como en todos lados!- sirve de bacinilla a las aves, es un hombre que parece asombrarse ante las nalgas desnudas de un querubín.



Washington DC puede ser un adolescente que acude a un muro contemporáneo de los lamentos para llorar por sus muertos caídos en guerras absurdas. Es una urbe donde el sincretismo de chinos, negros, latinos y sajones se encuentra en cualquier esquina; pero que en realidad es una abuela que reposa en cualquier banco capaz de volarle la cabeza a cualquier viandante que crea poder arrastrarla sin misericordia.

© Alfredo Cedeño
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