miércoles, octubre 30, 2019

DIRIGIR DESDE LA CULPA, MAL NEGOCIO

         
          Pocas cosas son más terribles para el ser humano que la exclusión, es la negación magnificada de nuestro instinto gregario. Cuando te marginan te aíslan, te arrinconan, te excomulgan, te convierten en un paria con el que nadie quiere estar en contacto. Hasta el agua te niegan ante el brutal acto social que significa volverte la espalda. Pocas cosas te hacen sentir tan insignificante, ha sido un instrumento de dominación implementado a lo largo de los siglos por los diferentes modelos societarios que la historia ha documentado.  La Iglesia ha sido una verdadera cátedra del  uso de ello como gran agente de control individual, y por ende social.    
         Los herederos por excelencia de la manipulación del sentir a través de lo religioso han sido los cacareados partidos políticos; y sus cabezas han copiado, a conciencia y sin rubor, las habilidades depuradas por shamanes, rabinos, clérigos, imanes, monjes y demás personajes de similares tablados.  Si algo demostró lo metafísico es que no había una herramienta más poderosa entre toda su panoplia retórica que la culpa. Si te culpabilizo, de lo que sea que se me venga a mi arrebatada cabeza, y no te sometes a mis caprichos te someto al escarnio colectivo. Así surgieron vergüenzas humanas como el hérem, la inquisición, la excomunión, el takfirismo, todas expresiones de un necio absolutismo incontrolado.
         Fue así como se ha terminado entonando un rosario de mentiras históricas repetidas hasta el cansancio. Es una larga ristra de embustes que terminan por generar emociones que, a la vez, se emplean para reforzar dichas mentiras.  Es una retorcida serpiente que no cesa de morderse su cola, es una perversa manifestación de retroalimentación.  Por eso no es de extrañar ver a excelsos dirigentes sociales que nos sermonean sobre los maleficios efluvios de la riqueza y juegan a reforzar las bondades de la pobreza; también los vemos predicar sobre los daños emocionales que producen los vicios de “la sociedad de consumo”, pero no cesan de pavonear sus relojes, camisas y zapatos de los más exquisitos diseñadores. La lista de ejemplos del uso del miedo como látigo social puede ser infinita. A la larga son artífices de la culpa adosada a los demás para que, ante el miedo a la segregación, sean dúctiles feligreses a mi servicio. 
         Si uno critica aquello que considera errado, o se hace vocero de aquellos que así lo piensan, eres extrañado de manera fulminante.  Si alguien osa hacer una propuesta distinta a la que se considera debe ser el mantra del momento, es lanzado al circo más feroz de las burlas y los escarnios. En caso tal de que a algún iluso se le ocurra pedir claridad, se le impondrá el más abyecto de los vacíos.  Manifestaciones de tal petulancia supina superan a la verdolaga, nacen en cualquier rastrojo y se nos pretenden imponer en medio de la mayor de las negruras.  Se empeñan en dirigirnos preñados de torpeza, no atinan a entender que así lo único que pueden parir es a sus propios demonios.

© Alfredo Cedeño

miércoles, octubre 23, 2019

ENGAÑO, LUEGO MANDO



         El poder es engaño, es el uso desapasionado, frío, cruento la mayoría de las veces, del prójimo en función del bien propio enmascarado con la manida frase de la búsqueda del bienestar común. En su búsqueda, logro y ejercicio confluyen las peores condiciones humanas. Y se patenta en cualquiera sea su nivel. Se llega a una oficina, sea cual sea su función, y desde el portero, pasando por esa representación por excelencia de la descortesía a la que han dado en llamar “seguridad”, hasta la secretaria de la cabeza de dicha dependencia, nos exigen ir dispuesto a sumergirnos en un ejercicio abyecto de sumisión, no basta con la genuflexión, necesitará humillarse. Basta que al portero se le antoje que no puedes pasar para que todos los trámites a realizar se vengan abajo. Ni hablar de la cabeza del organismo, si usted no le cae en gracia, puede estarle presentando el adelanto molecular más avanzando de la galaxia, si a él –o ella, que también entre las faldas abundan–, no le dan sus santas ganas olvídese de alquilar el traje, a ese baile no va.
         He visto brillantes y solidarios intelectuales, de esos que enuncian sólidos argumentos a favor del proletariado, saltar raudos a sacar de una botella de refresco el pitillo recién colocado por un humilde trabajador y batirlo contra el suelo, mientras mascullaba: ¿Es que no le viste las manos? A más de un sensible vate, devenido en profesor, lo vi humillar a algún discípulo por no darle la respuesta que él esperaba: ¿Bachiller, está seguro de que esto es lo suyo? Fueron varios los defensores de los cacareados derechos humanos a quienes vi limpiarse, y desechar sus costosos pañuelos de lino, luego de estrechar las manos de humildes mujeres que clamaban por justicia. José Vicente Rangel fue uno de ellos en su “gloriosa” época de diputado.
          Ha habido un largo trecho desde los primigenios guerreros, que se imponían a mandobles y coscorrones sobre sus vecinos, hasta hoy. En nuestros días la alevosía es la horma por la que se rigen todos aquellos que pretenden liderar así sea la junta de las fiestas patronales de Achaguas.  Todo se ha reducido a un torneo de ofrecimientos, aquel que más ofrece más cuotas alcanza. El lema que rige es aquel de: Jurar, jurar y jurar hasta llegar a ganar; una vez que has ganado olvidar lo jurado. La vocación de servicio que se supone hay tras el ejercicio del liderazgo social se ha pervertido a niveles que ni el propio Macchiavelli pudo suponer. Los famosos senadores romanos y sus trapisondas han  resultado niños de pecho al lado de nuestra casta política contemporánea, tanto la criolla como la exógena. Lo vemos a lo largo y ancho del mundo. Todo se ha reducido a los números y beneficios que cada quien puede obtener. Te pongo estos aranceles si no me dejas vender esto, te veto las operaciones en  tal localidad si me niegas esto otro, te apoyo en aquella alcaldía si me votas en esta diputación…
         Y así se nos va la vida en manos de una gavilla de descerebrados que juegan a ser Nerón o Hitler, les importa muy poco nuestros destinos con tal de reafirmar su primer puesto en la foto. Venezuela ha padecido un largo rosario de dicha fauna, el saldo final es la destrucción de un país que pudo ser modelo de logros. Chávez y su combo arrasaron con todo, lo peor es que en la riña de bar arrabalero por nuestros pecios los llamados demócratas lucen aún peores. Solo quieren poder; poco, muy poco, les importa la ciudadanía.

© Alfredo Cedeño

miércoles, octubre 16, 2019

SINIESTRA NACIONAL


         A la izquierda criolla no se le puede negar su histórico pragmatismo, siempre ha sabido sobrevivir a cualesquiera sea la situación que le toque afrontar, hay quienes le comparan con los ornitorrincos, y llaman en respaldo a su tesis que tienen trompa de pato, rabo de castor y patas de perro de agua. Ciertamente que en lo que ha devenido la otrora belicosa antiderecha venezolana, de manos agarradas con el comandante nunca bien sepulto y don Nicolás Gofiote, es de antología. Muy atrás quedaron los tiempos de Víctor García Maldonado, Rodolfo Quintero, José Antonio Mayobre, Juan Bautista Fuenmayor, Kotepa Delgado, Miguel Acosta Saignes, Miguel Otero Silva, Eduardo Gallegos Mancera, Pedro Ortega Díaz, Alberto Lovera, Pompeyo Márquez, Jesús Farías, Cruz Villegas, Carmen Clemente Travieso, Argelia Laya y Olga Luzardo, entre muchísimos otros.
         Los antes revolucionarios ahora gustan de mostrar sus logros sociopolíticos y se pueden ver a sus más conspicuos representantes luciendo anillos Cartier, relojes Patek Phillipe, zapatos Louboutin o corbatas Louis Vuitton. Todos hacen gala de una envidiable autoestima, puesto que les importa muy poco parecer loros caminando sobre una plancha de zinc o la puerca de Juan Bobo camino  a la feria dominical del pueblo. 
         Es profundamente lamentable que la gesta de hombres y  mujeres, como los señalados en el primer párrafo,  se haya convertido en la manada de mamarrachos que se jactan de ser los amos y señores del pensamiento de “avanzada”.  Lo cierto es que la llamada izquierda venezolana aniquiló todas las estructuras sociales reivindicativas, comenzando por las organizaciones sindicales. Buen empeño puso Chávez, al comienzo de su gobiernucho, en tratar de neutralizar  a los obreros petroleros; más tarde, empleando en su momento como monigote a Aristóbulo Istúriz, trató de aniquilar a la Confederación de Trabajadores de Venezuela –CTV-. Y fueron esos conglomerados de obreros quienes le dieron las primeras derrotas políticas al hasta entonces imbatible comandante sabanetero. Todo esto bajo la mirada alcahueta y poco solidaria de los eternos defensores del proletariado.
         Junto a ellos le tocó a la labor social que por decenios había venido desarrollando la Iglesia entre los más humildes y necesitados. Es innecesario hablar del trabajo ciclópeo llevado a cabo por “Fe y Alegría” o el trabajo entre el cinturón de miseria y dignidad que rodea a la Universidad Católica Andrés Bello –UCAB- en nuestra maltratada Caracas. Es un largo rosario de atentados contra todo intento organizativo para revestir de dignidad al venezolano. Las comunidades indígenas han visto usurpadas, como nunca en su historia, sus tierras ancestrales por una horda de canallas respaldados por el gobierno.
         No ha habido estrato de nuestra sociedad que no haya sido vejado a conciencia por esta plaga bíblica que por veinte años nos ha asolado, y lo más insólito gozando de una aclamación internacional a la que muy poco le importa nuestra suerte. Total, la cabeza que se juega en medio de las fauces de las fieras no es la de ellos.  De un tiempo a esta parte es que algunas voces se han comenzado a levantar, unas por elementales razones de caridad, otras porque ya empiezan a vivir de cerca las consecuencias de un poder inclemente que no duda en arrojar de casa a sus propios paisanos. Sin embargo todavía no son escasas las voces que saltan a defender la legitimidad de los gloriosos líderes que se ocupan de hacer cumplir la “autodeterminación del pueblo venezolano”. Imbéciles es poco para lo que merecen ser llamados.
          La gloria de la izquierda venezolana no ha podido ser más aciaga. Ha sido una siniestra resolución para suicidarse, y ahora pone al país en bandeja de plata a cualquier aventura diestra. Nunca mejor aplicado nuestro refrán: Cachicamo trabajando pá lapa.  Es así como no debe extrañarnos que veamos a Raúl Baduel, el mismo que tan denodados esfuerzos hizo para imponer entre las fuerzas armadas el Patria, Socialismo o  Muerte, como ministro de la defensa. O tampoco a la sicaria judicial Luisa Ortega Díaz como presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, o el Pollo Carvajal regresando triunfal a dirigir los órganos represivos del estado, y quién sabe si veamos a Rodríguez Torres de ministro de cualquier pantomima de similar clase. Y todo esto al compás del batir de palmas de la izquierda criolla, apalancados en sus colegas internacionales, que es vanguardia de nuestro pensamiento.  ¡Y cuidado se nos ocurre criticar!

© Alfredo Cedeño

miércoles, octubre 09, 2019

PARADOJAS REVOLUCIONARIAS



                No hay nada que le guste más a un revolucionario que despotricar del “Imperio”. Miento, porque a la par, y cuidado si no más, lo hacen de su expresión por excelencia: el dólar.  Sin embargo, y muy pese al embargo, cuando visité La Habana no lograba entender la fascinación de todos los habitantes de la ruinosa –pero muy revolucionaria, digna y resistente– capital antillana para con la satanizada moneda.  ¡Ni de vaina te cobraban en el bendito peso convertible cubano! Cosas de la elasticidad moral insurrecta, para la pava no es lo mismo que para el pavo, hasta ahí no llega la igualdad de género y demás fruslerías de igual tenor.
                Lo mismo ocurre en nuestra Venezuela roja rojita, usted va a Morrocoy saca cien dolaretes y lo pasean por todos lados, si quiere unos tostones saca otros cinco, y así usted se siente en Disney sin haber pasado por las maléficas aduanas gringas.  Si es en Caracas que está y quiere comerse un arroz con su respectivo pimentón, no tiene más que salir a la calle donde por tres billeticos verdes le venden su kilo rojo, ¡más no rojito!, de la mentada solanácea. Por supuesto que la pregunta de las sesenta mil lochas es: ¿Y de dónde está saliendo tanto dólar?
                Las respuestas a la interrogante han sido múltiples, pero las que han tomado posiciones de punta han sido por un lado las remesas que desde el exterior envían los expatriados, y por el otro que todo es  obra del lavado informal que están llevando a cabo los jerarcas del narcotráfico.  Ambas variables podrían ser descartadas o confirmadas si nuestro país contara con instituciones operativas, es decir que funcionen a cabalidad, y transparentes. No creo que sea necesario abundar sobre la opacidad característica de todo lo que se mueve en el área política venezolana.
                Pese a lo anterior creo que vale la pena hacer un par de ejercicios comparativos. En cuanto al volumen de las remesas desde el exterior se me ocurre que el caso mexicano es un buen punto de cotejo.  El Banco de México ha informado que ese país recibe alrededor de 3.300 millones de dólares mensuales desde Estados Unidos remitidos por ciudadanos mexicanos que viven allá. Se ha logrado determinar que el promedio de dichas remesas es de 330 dólares, en pocas palabras son unas 10 millones de operaciones de envíos de divisas las que se realizan cada mes. Es oportuno recordar que se calculan 35 millones de mexicanos viviendo en Estados Unidos, es decir que un  28,5% de ellos transfieren dinero a sus paisanos.
Si obviamos una serie de consideraciones y generalizamos que los venezolanos en el extranjero se preocupan en proporciones similares a los mexicanos en USA por sus familiares, podemos pensar que el 28,5% de los venezolanos hacen lo mismo. Sabemos por las cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, publicadas aquí en El Nacional, que hay alrededor de 3,5  millones de venezolanos en el exterior. De ellos 75% están en Latinoamérica (principalmente Colombia y Perú), 15% están en Europa (fundamentalmente en España) y 10% en Estados Unidos.  Si empleamos los ingresos per cápita en dichas regiones US$ 6.150, 31.000 y 62.500, respectivamente, se podría calcular al voleo que el ingreso de los venezolanos en el exterior es de US$ 15.700 por año. Es decir los venezolanos en el extranjero tienen una capacidad de envío de remesas del 25% de la de los mexicanos, por lo que podría especularse que la remesa promedio debe rondar los US$ 80, el 25% de 330. Si seguimos el juego especulativo y calculamos que 1 millón de venezolanos le manda a los suyos una “segunda”, eso significa unos ingresos mensuales por remesas de 80 millones de dólares, hablo de casi 1.000 millones de dólares anuales por dicho rubro.
Si prosigo el juego de las suposiciones y escribo de lo que podría tener que ver con la dolarización de nuestra economía, y ahora abordo lo relativo al narcotráfico, las cifras son como sigue.  El precio de la cocaína en Colombia ronda US$ 1.500 el kilo, mientras que en la frontera norte de México ronda los US$ 12.000, la diferencia entre uno y otro precio es el beneficio que obtiene aquel que actúa como mediador y transportista; de ese monto US$ 4.500 corresponden a quien funge de distribuidor. A esto quiero añadirle un reporte de una década atrás, elaborado por el Congreso estadounidense, según el cual la distribución de la cocaína colombiana al mundo desde Venezuela pasó de 60 toneladas en el 2004 a 260 toneladas en el 2007, y que “el Estado bolivariano ha sustituido parcialmente a Colombia como centro de distribución”. Ejemplos de ello son los sobrinos presidenciales hoy en día alojados en una cárcel estadounidense, sin olvidar la participación en dicho tinglado del Cartel de los soles, la Corporación Siria y otros miembros del gobierno y la Asamblea Constituyente. Todos solicitados por la Interpol y la DEA. Tanto ha sido el impacto de estos grupetes que ya no se habla de narco guerrilla o narco terrorismo sino de narcos gobernantes.
Sigo jugando a actualizar cifras y reviso el diario colombiano El Espectador, donde  encuentro que en 2017 la producción de cocaína fue de 1.980 toneladas, se estima de forma conservadora en 2.000 toneladas para el 2019. Ahora bien, si la cocaína colombiana distribuida con apoyo gubernamental desde Venezuela llega a 500 toneladas, siendo cauto en la estimación, podemos estar hablando de unos ingresos de 2.250 millones de dólares, que sumados a los mil de las remesas nos dan 3.250 millones de monedas americanas.
Esos ingresos anuales, en lo que respecta a las remesas, solo servirán para satisfacer algunas de las necesidades básicas de las familias que reciban la ayuda de sus parientes desde el exterior, que además deben hacer maromas para hacérselas llegar. Pero, en lo que corresponde a los beneficiarios del otro rubro veremos incrementar el poder económico de los gobernantes y los grupos económicos asociados a ellos. ¿Creen ustedes que esta cofradía soltará semejante ubre? Advierto que en estas cifras no se han podido incluir las que tienen que ver con la explotación ilegal minera en Guayana y Amazonas.  Insisto, ¿es con esta pandilla de hampones con las que se pretende dialogar? ¿Adónde se puede llegar con semejantes interlocutores? Ellos por lo pronto siguen haciendo gala de su impoluta moral revolucionaria, la cual les permite arracimar dólares mientras vierten sapos y culebras contra el malvado Imperio.  La revolución da para eso y mucho más, ni una goma de calzoncillo puede ser tan elástica. Mientras tanto el dólar, no el rublo o el yen o el peso convertible, es el amo y señor de esta comarca tan contestataria. 


© Alfredo Cedeño

miércoles, octubre 02, 2019

IGLESIAS CONTEMPORÁNEAS


                Ante la necesidad de entender lo inexplicable, lo desconocido, lo ignorado, el ser humano se dedicó a elaborar procesos que, desde la incertidumbre, le permitieran establecer códigos para  tratar de encontrar cierta tranquilidad. Tal vez todo comenzó con una explicación de un abuelo a un nieto preguntón que indagaba por qué había muerto la abuela, a lo mejor surgió de la angustia incontrolable de los compañeros de un cazador herido mientras perseguían un mamut y la certeza de que ninguno en situaciones similares había podido sobrevivir, quizás el jefe de una tribu preocupado por las normas de convivencia de sus paisanos. Los orígenes de las normas sociales deben haber ido desde lo más sublime a lo más terreno.
                El hedonismo inherente al ser humano, junto a la necesidad también innata de entender lo que nos rodea, así como el muy mentado instinto de sobrevivencia, fueron mezclándose en un cóctel que en primera instancia dio origen a los ídolos. Era necesario proyectar en un objeto determinado, bien labrado en dura madera con la ayuda de artefactos de obsidiana o moldeado en arcilla, los anhelos más preciados.  Se pedía por una buena caza, por una recolección copiosa, por una lluvia redentora, por una cosecha muy buena.  Cuando las figurillas no eran suficiente se invocaba a la naturaleza misma, y así se desarrolló el culto al sol, a la lluvia, a la luna, a los ríos. Fue un deambular del espíritu del hombre que terminó en las estructuras religiosas como crisol de esperanzas. 
Era de esperarse que el brío de la credulidad fuera manipulado primero por los chamanes, luego por vestales, sacerdotes y cuanta versión podamos imaginar de los curanderos. Se manipuló la fe para convertirla en fanatismo, haciendo ver que se interpretaban los anhelos a nuestra imagen y semejanza. La llamada Iglesia se convirtió en un símbolo y organismo de control social al servicio del poder. Fernando el Católico es una expresión por excelencia de ella. Él hizo de la fe una política de estado por medio de la cual hizo realidad su sueño imperial de convertir un puñado de feudos, ruinosos y arruinados por su lucha contra los moros, en el reino de España. Poco le importo a él y a su reina Isabel, y a los representantes de Cristo en la tierra, que para ello debiera apelarse al espanto de la Inquisición, y demás horrores medievales. Iglesia, Justicia y Estado eran una y trina, la propiedad de la tierra justificaba cualquier barbarie.
La tiranía real-eclesial se prolongó de manera que aparentaba ser eterna, hasta que el pensamiento fue ganando sus propios espacios e hizo que la oscurana menguara. Poesía, pintura, música, danza, la belleza en fin, hicieron que las almas resurgieran con mayor fuerza. Pero también hubo entre los representantes religiosos nuevas maneras de abordar su ministerio, se empeñaron, hasta incluso pagar dolorosos costos, en una búsqueda de lo religioso que no se convirtiese en opio para la feligresía.
Y fue así como surgieron las iglesias de nuestro tiempo: los partidos políticos. Ellos, al igual que la “Iglesia”, se erigieron en los mecanismos de control social por excelencia. Los otrora reinos, ahora naciones, han convertido sus esclerosadas cortes en las parcelas de poder actuales. Duques, marqueses, obispos, cardenales y reyes; ahora son presidentes, diputados, ministros, y jueces. Poca es la diferencia entre aquellos y estos, los primeros controlaron con mano de hierro a sus súbditos, mientras que los de ahora en empeñan en controlarnos con rigidez feudal y para ello se amparan en sus medievales interpretaciones de lo políticamente correcto. Vivimos días de tragedias originadas en las redenciones prometidas, y por supuesto incumplidas. Por lo visto los días de redención lucen lejanos. Sin embargo, la esperanza, esa luminosa condición humana, siempre encuentra formas de retoñar. En ella creo. 

© Alfredo Cedeño

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