A menudo utilizamos palabras de las
que tenemos la idea, más no conocemos su origen. En mí, esa procedencia ejerce
una fascinación rayana en lo morboso. La etimología, como gustan de llamar los
eruditos, de, para poner un ejemplo, misericordia es un vocablo latino que es
idéntico: misericordia, conformado por miser –miserable–, cordis
–corazón– y el sufijo ia. De allí que su significado es: la facultad del ser humano de sentir la
miseria de los demás.
Otra que me encanta es la muy castiza
ojalá. Al comienzo no era una palabra, sino una frase árabe: wa sha’ Allah,
que traducida a nuestra lengua madre significa: Quiera Dios.
Los ejemplos son infinitos, tantos
como palabras conocemos. Otra utilizada muy a menudo, sobre todo en estos
tiempos de uniformes y chafarotes devenidos en comandantes en jefe, o tenientes
que substraían en las cantinas y ahora se roban los periódicos, es pretoriano.
Leemos, u oímos, respecto de guardias pretorianas, o equipos pretorianos, y
hasta de ignorantes pretorianos. Y se repite al ritmo de cotorras amaestradas
que alzan la pata cuando le dicen dame la pata lorito.
Esta palabreja proviene del latín,
para ser quisquilloso debo escribir que específicamente del nombre que se le
daba a la tienda de campaña que usaban los generales del ejército romano: praetorium.
De su estirpe hay hasta fecha de nacimiento, puesto que la primera noticia
debidamente documentada que hay es la del año 146 antes de Cristo, cuando
Escipión Emiliano marchó hacia Numancia con su ejército y un séquito de quinientos
amigos que formaban su escolta personal. Para que vean que eso que llaman
amiguismo, o compadrazgo, o nepotismo, o enchufados, elija usted el que más le
guste, es un milenario oficio. Lo cierto fue que aquel grupete de compinches de
Escipión, como acampaban junto a su pretorio, fue bautizado como guardia
pretoriana. La costumbre hace la
práctica, y así fue como cada mandón de turno fue sacando y metiendo a sus
gentes de confianza.
Casi 120 años más tarde, en el año 27
antes de nuestra era, al convertirse Augusto en el primer gobernante del
Imperio, decidió que ese combo debía ser utilizado no solo en la guerra, sino
también en lo político; y fue así como él reclutó a la primera Guardia
Pretoriana, de las filas de las legiones de todas las provincias.
Como bien pueden suponer esta élite
pronto se dio cuenta del poder que tenían. Quien sabe si ver tanta bacanal les
alborotó el energúmeno que todo hombre de armas suele acunar, y empezaron a
pedir, y obtener privilegios. Desde casas y yantar, hasta alguna vestal
extraviada, digo yo, porque eran la fuerza que respaldaba al poder. Tanto fue
así que, para citar un caso, el jueves 24 de enero del año 41 de nuestra era,
un grupo de miembros de esa tropa, con Casio Querea a la cabeza, decidió darle
matarile a Julio César Augusto Germánico, ese que todos conocen ahora como
Calígula. Aseguró Suetonio que el mentado Querea dio tal paso porque estaba
harto de la mamadera de gallo, esa que ahora llaman bullying, que le tenía su
jefe quien se refería a él con nombres peyorativos, mientras clamaba que era un
mariquita y pésimo recaudador de impuestos.
Y le salió respondona la criada…
Otro que siguió en el cartel de
sacrificios de los cuidadores de emperadores fue Servio Sulpicio Galba,
conocido en la historiografía romana como Galba, quien, la mañana del martes 15
de enero del año 69, se dirigió al Palatino a ofrecer sacrificios a los dioses.
El sacrificado fue él a manos de sus cuidadores, instigados por Marco Salvio
Otón. A este último, los cronistas lo describen de aspecto desgarbado: calvo,
retaco y patizambo; que gustaba de emperifollarse, usaba peluquín, se depilaba
y llevaba una apariencia impecable. Suetonio decía que se arreglaba “como una
mujer”. Lo cierto fue que aquella mañana Otón fue al campamento pretoriano,
donde fue proclamado Imperator, y no voy a seguir extendiéndome o no podré
terminar.
No puedo dejar de mencionar el caso
de Caracalla, quien el jueves 8 de abril de 217, mientras estaba de viaje para
visitar un templo cerca de Carras, en el sur de la actual Turquía, al detenerse
en el camino para descargar su vejiga, el soldado Julio Marcial, le dio una
ración de puñaladas; pocas meadas tan letales como la póstuma del finado
emperador. Y finalmente miento a Heliogábalo, quien el miércoles 11 de marzo de
222 acudió al campo pretoriano convocado por sus soldados y allí fue ejecutado
junto a su madre.
Hago este brevísimo recuento mientras
leo y veo las noticias sobre el último sainete rojo rojito del pasado 5 de
julio en el paseo Los Próceres. De los herederos de Chávez había que esperar
eso y más, creo que todavía se quedan cortos, ellos no tienen el menor sentido
del decoro y no temen al ridículo, lo grotesco es parte esencial en ellos. De
los analistas, y demás especímenes de similar tronío, tampoco se puede esperar
otra cosa, solo saben llorar de lo que éramos y lo que volveremos a ser. A ese
ritmo tendremos desfiles con el Maduro e´goma para rato.
No hay cupo para comparaciones. Es un
ejercicio vacuo de autoflagelación tratar de comparar los desfiles militares
con las mojigangas de ahora. ¿Será que algún día terminarán de entender que son
dos situaciones diametralmente opuestas? Mientras que en aquellos tiempos se
hacía un desfile para mostrar la fortaleza militar del país, ahora se incorpora
al populacho a la parada militar que ya no ven desde las gradas y tribunas
laterales de esos espacios. No hay
comparación posible entre aquellas fuerzas armadas que enfrentaron, y
derrotaron, a la guerrilla; con este desfile de genuflexos que se han
convertido en escoltas de la guerrilla colombiana, o en mensajeros de las
fuerzas armadas cubanas.
¿Cómo pueden pretender siquiera que
estos gusarapos se acerquen al entrenamiento, moral, liderazgo y aptitudes de
aquellos que portaban uniforme marcial? Sigan así, que pronto los veremos
pidiéndole duraznos a las matas de topocho. Mientras tanto, y como por no
dejar, Maduro y su combo no debieran dejar de estar atentos a su guardia
enchufiana, porque de pretoriana es muy poco lo que pueden presumir, no sea que
les dé por emular a los viejos pretores romanos. Se han visto casos.
© Alfredo Cedeño
1 comentario:
Muy bueno...muy equuilib rado postleo..con enseñanza y parábola adjunta...aqu í en mi país, tambien pululan los petoprioanos o enchufados....por miles.!!!Me per,oaatpo tomar la expresión "Olalá o diois quiera " termin ar con esta batucada inédita y servil...que nos lleva lentamente al subdesarrollo económico, educacional y mental. ATal como dice una canción nuestra..."Joyas en ele b arro de la mediocridad.,""Fuerte abrazo .-JUAN ANGEL PETTA. buenos Aires. Argentina
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