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domingo, agosto 26, 2012

MARGARITA

           Los guaiqueríes fueron sus primeros habitantes y la llamaban Paraguachoa, según algunos estudiosos de la lengua Caribe, quería decir gente de mar; para otros esta palabra significaba: abundancia de peces.  Así se llamó hasta finales del siglo XV cuando Colón la bautizó con su actual nombre.

 
            Algunos textos aseguran que en agosto de 1498, quienes presumen de exhaustivos dicen que fue el 15 de agosto, el navegante genovés plantó sus huellas en sus costas. Sin embargo, Hernando Colón, hijo natural del descubridor, en su Historia del Almirante, refiriéndose a este día, escribe: “… de manera que el miércoles, a 15 de agosto, dejó el cabo de Las Conchas, y la isla Margarita al Poniente, a la cual puso este nombre, al mediodía, tal vez inspirado de Dios…”. No hay referencia alguna a desembarco de cualquier tipo al territorio insular. 
 
           27 años más tarde, en 1525, Marcelo Villalobos la obtuvo en capitulación para poblarla y construirle defensas. Él murió y el rey Carlos I extendió la capitulación a su heredera doña Aldonsa Villalobos.  Luego de las normales vicisitudes de aquellos tiempos, en 1528, Pedro de Villardiga, teniente de gobernador de la Margarita, funda el primer pueblo en sus territorios, lo cual llevó a cabo en las cercanías de la actual Porlamar.
 
            Los 933,83 kms2 que conforman esta isla han transitado de manera copiosa y altiva por la historia y la leyenda. ¿Dónde está la verdad y dónde el mito? ¿Dónde lo histórico y dónde la fantasía? ¡Quién sabe!
 
             Ahí sigue la isla de siempre, la que su gente hace inenarrable, la de la arena que pisaron los primeros hispanos, la que entregó a la lucha independentista a hombres y mujeres gloriosos.  La isla que cuando se recorre en estos días, hace recordar lo escrito por Andrés Eusebio Level en artículo publicado en las páginas de El Liberal en 1847:  “La Margarita, esa tierra clásica de los valientes, la centinela avanzada de nuestra Independencia, ¿es digna de la suerte desdichada que le ha cabido? La que no necesitó de Venezuela para salir gloriosa de los conflictos de la guerra, estará sentenciada a la dejación de Venezuela en los tiempos de paz? ¿Estará ejecutoriada su desdicha? ¿No merece un porvenir?”
 
Deambular por el país, caminarlo, olerlo, verlo, tocarlo, probarlo, reír y llorar con él, es la única manera que presiento me ayudará a encontrarlo y, en esa medida, encontrarme a mí mismo. No entiendo la vida si no es como una prolongación de esta tierra donde me parieron.

 
Mi madre nació en Margarita y, por eso, mis raíces y mi palabra entera huelen a mar, sol, cielo y franqueza. Este viaje por la tierra materna se hizo con muchísimo amor. Una travesía dolorosa, a veces, pero un viaje hermoso. Un caminar a la sonrisa, a la mano amiga, a pueblos humildes –pero arrogantes y gallardos–, a la nobleza. Estas líneas se escribieron de la única manera que podía hacerlo: con la piel erizada y llena de esta tierra fantástica. 

© Alfredo Cedeño

 
 


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