Cuando ya mi tiempo la creía sepultada
apareció entre legumbres y hortalizas.
Mi boca se largó remolona:
te daré lo
que se te antoje
tres
poemas, una tarde que no termine
y un beso
al filo de tus uñas.
Ella no se
arredró y respondió:
tus
caricias las quiero
donde tu
lujuria quiera entregármelas
y donde mis
ganas de ti se desboquen.
Al tercer
día reaparecimos con la lujuria sin filo
y una larga
sensación de poemas en las ganas.
© Alfredo Cedeño