En un viaje a esa
metáfora geográfica de Venezuela que es Araya, aparente inmensidad desértica
preñada de bellezas que solo sabe ver y encontrar quien la conoce, Jesús Rosas
Marcano, el imborrable Chuchú, me soltó así, como quien no quería, como le
gustaba a él transmitir ese océano de saberes que había construido en su
corazón: "Mire mijo, sin el bolero los latinoamericanos, el mundo por
extensión, y los venezolanos por excelencia, seríamos la vaina más aburrida del
mundo, hubiéramos sido la sopa más desabrida del Universo, algo así como suizos
o norcoreanos, ¡la vida sin despecho y sin enamoramientos es un caserío
despoblado!"
En estos días de
tantos desencuentros que arropan a Venezuela, no dejo de preguntarme cómo
hubiera comparado él este aparente erial en el que parecen haber convertido a Venezuela.
A veces pienso en "Nosotros",
del cubano Pedro Junco, compuesta, según los fabuladores y algunos
historiadores musicales, a su novia de
quien debía alejarse por estar tísico, eufemismo usado entonces para denominar
a los tuberculosos:
"Nosotros,
que nos queremos tanto,
debemos separarnos
no me preguntes más...
No es falta de cariño
te quiero con el alma,
te juro que te adoro,…"
Otras pienso en "Ella", que cantaba Domingo Casanova
Heredia, a quien muchos creían su autor, hasta que se supo que era un poema del
dominicano Osvaldo Bazil.
"Ella la que hubiera amado tanto,
la que hechizó de música mi alma,
me pide con ternura que la olvide,
que la olvide sin odios y sin llantos”.
La lista de
posible combinaciones es infinita, más larga que la lista de aspirantes a los cargos
de la piñata convocada por el señor del bigote que baila, al que se ruega no
confundir con Bienvenido Granda "El Bigote que canta", a quien
recuerdo ahora cantando "La Ola
Marina". ¿Quién le iba a decir al sonero nacido en La Habana que sería
pitoniso de nuestros tiempos? Basta oírle
con La Sonora Matancera en 1945. Allí el coro, cual reminiscencia de los
antiguos coros griegos, entonaban:
"Vamo a ver la Ola Marina,
nadie sabe la vuelta que da",
y luego la muy característica voz de Granda entraba a precisar:
"Tengo un motor que camina pa' lante,
tengo un motor que camina pa'tras".
Los malabarismos,
o jugarretas, de la memoria me llevan a las mesas de cualquiera de los
cuchitriles donde oíamos boleros en los alrededores de la amada Universidad
Central de Venezuela. Eso me traslada a una de las tantas piezas teatrales que
en cualquier rincón del Alma Mater se mostraban. Edipo rey llega artero, y ahora oigo al ciego Tiresias anunciándole
al parricida incestuoso: "Afirmo que tú has estado conviviendo muy
vergonzosamente, sin advertirlo, con los que te son más queridos y que no te
das cuenta en qué punto de desgracia estás."
© Alfredo Cedeño